Imagínese que su hijo o hija, menor de edad, desaparece por un plazo de 48 horas de su casa. Durante ese período de tiempo, usted no sabrá nada de su paradero, tampoco sus amigos y contactos más cercanos. Si la situación imaginaria ya puede ser desesperante, imagine que los medios de comunicación y las autoridades activan protocolos de búsqueda sin éxitos ni rastros.
Lejos de parecer un hecho de inseguridad, el “desafío de las 48 horas” emerge como un nuevo reto viral que se está popularizando en las redes sociales y que ya registró casos en Argentina. El objetivo del desafío es lograr una fugaz fama en las redes sociales luego de que el menor desaparece por dos días de su casa, sin dar aviso a nadie. Estos fueron al menos los detalles que caracterizaron a un hecho policial que ocurrió en la localidad bonaerense de San Fernando, donde dos chicos de 12 y 13 años fueron buscados intensamente por toda la comunidad hasta que finalmente aparecieron en Capital Federal. Según relató su familia a medios porteños, los menores salieron del colegio a las 15.30 y a partir de entonces no se supo nada más de ellos. No respondían llamadas ni mensajes de texto. Su padre dijo también que no habían tenido conflictos en su familia y pedía con desesperación que los escolares regresaran a su casa. “Entiendan que no les va a pasar nada”, aclaró.
A pesar de que el caso terminó bien, se suma una nueva preocupación para los padres por las acciones que pueden llevar a cabo sus hijos a partir de lo que consumen en las redes sociales. El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, define a los retos virales como “una invitación a hacer algo extremo, arriesgado o doloroso, en la mayoría de las veces sin sentido”. Además, indica que estas propuestas son planteadas por líderes de opinión, como influencers y youtubers, con millones de seguidores y que tiene como objetivo que las personas compartan sus desafíos en sus cuentas.
Otro de los desafíos que también genera pánico entre los padres es el denominado “blackout challenge”, que podría traducirse como el desafío del apagón o del desmayo. Se trata de que las personas aguanten la respiración durante el máximo tiempo posible y registren su experiencia para subirlo después a redes como Tiktok. El objetivo es que los participantes se desmayen por la falta de aire, por eso el término de “blackout”. En enero de este año, una menor de 12 años de la provincia de Santa Fe murió en el dormitorio de su casa y la familia aseguró que la víctima quiso realizar este reto viral. Según la fiscalía, la menor perdió la vida por asfixia mecánica producida por un ahorcamiento y no se detectaron signos de abuso ni participación de terceros.
La muerte accidental, los daños físicos y psicológicos y la sextorsión son algunas de las consecuencias que advierten las autoridades nacionales como consecuencia de los retos virales. También se suman el robo de datos personales, el suicidio y el grooming, entre las más graves. Por dicho motivo, distintas asociaciones que trabajan el consumo de contenidos digitales por parte de los menores están divulgando una serie de recomendaciones para prevenir los riesgos de estas peligrosas acciones. Esta semana, la asociación civil Argentina Cibersegura compartió una pequeña guía para minimizar los riesgos de la navegación de los niños en solitario. Entre dichas pautas, aconsejaron: informarse sobre las novedades que cada día ocurren en Internet, hablar con los niños sobre los sentimientos que les producen las experiencias digitales, evitar los prejuicios negativos de la mirada adulta y transmitirles seguridad para acompañarlos en cualquier caso. También aconsejan hablar con claridad sobre los pasos a seguir cuando se enfrenten a situaciones que no puedan manejar, reportar contenidos indebidos a las plataformas e incorpora herramientas de control parental en los dispositivos que los menores utilizan.
No se trata de invadir la intimidad de las experiencias digitales de los niños, pero sí de acompañarlos. El término “control” puede sonar fuerte, pero cualquier padre cuidará los pasos de sus hijos en cualquier ámbito público. Así como estamos atentos cuando caminamos con ellos en la calle, por qué entonces no cuidarlos cuando están frente a una pantalla. La clave, según los especialistas, es siempre generar un clima de confianza, para que ellos mismos puedan decidir qué contenido ver y cuáles no. Sólo de esa manera estaremos un poco más seguros de situaciones que no queremos atravesar.