Según el psicólogo Lucas Haurigot Posse, quien coordina la red provincial de prevención de adicciones, está muy presente el discurso de que fumar marihuana es natural e inofensivo, y que incluso es más sano que fumar tabaco. “Sin embargo, la de marihuana es una de las adicciones que más se generalizó”, remarca.
Lo peor que podemos hacer es ignorar el tema, aconseja. ¿Cómo lo encaramos? Nunca con un sermón, como nos hacían en otras épocas los padres, recomienda. “Tenemos una nueva adolescencia donde los chicos manejan mucha información, a veces saben más que el adulto. Por eso, siempre es importante escuchar para contener y orientar”, resalta.
“Hay un truquito: si uno va en un rol como adulto con un tono directivo sobre la temática siempre encontraremos respuesta evasiva del adolescente. Hay que tratar de tener una actitud tranquila, muy abierta al diálogo y a poder escuchar al adolescente: qué es lo que piensa y qué es lo que sabe. Es preferible adoptar una postura sin prejuicios”, sugiere.
Escucharlos, que ellos cuenten lo que ven, lo que opinan, lo que se enteraron. Y en función de eso orientarlos. “Pese a los discursos, la marihuana no es inofensiva. Como cualquier sustancia psicoactiva, hay que tener cuidado porque es nociva para la salud. Cuando las personas empiezan a consumirlas, muchas veces no pueden dejarla y se empiezan a deteriorar las relaciones familiares , la actividad académica y escolar. Siempre es bueno recalcarles eso a los hijos, que el consumo trae mucha dificultad a nivel individual y familiar”, señala.
La marihuana, además, genera muchos efectos, agrega. “El consumo prolongado causa lo que se conoce como síndrome a motivacional, donde la persona no se motiva por nada, nada le llama la atención, empieza a vivir una vida apagada y triste, sin objetivos. No tiene energía ni vitalidad para ser feliz. A nivel cognitivo e intelectual, se les dificulta hasta armar un rompecabezas. Algunos pacientes sufren alucinaciones”, describe.
“Hay que mostrarles a los hijos que tenemos una postura crítica frente al consumo”, aconseja. Y sugiere una forma que podemos usar para empezar a hablar: pedirles que comenten si algún amigo consumió marihuana o algo que vieron en televisión o leyeron. ¿La edad más adecuada para empezar a preguntarles qué opinan? “En los últimos años de la primaria porque hoy la adolescencia se adelantó y se inicia alrededor de los 10 años”, opinó.