La efervescencia política se nota en los cuatro puntos cardinales de la Argentina. Más allá de las convocatorias provinciales, hasta el 24 de este mes se evidenciará arduas negociaciones entre las coaliciones que competirán este año. Ese día vencerá el plazo para la presentación de las listas de precandidatos. En el medio, los argentinos están convulsionados por otra crisis económica, en un escenario de elevada inflación. El analista político Aníbal Urios señala a LA GACETA que el electorado está harto y preocupado por un país que tiene el casillero de la confianza vacío. Y, durante una entrevista concedida a nuestro diario, el director de DC Consultores puntualiza que “Alberto Fernández causó un ACV a la política argentina y los políticos todavía no se dieron cuenta. Fue el que terminó de empujar viejos manuales de la política”. El politólogo señala que se terminó la era de la moderación y que la sociedad está buscando liderazgos fuertes que lleguen con soluciones concretas.
-¿Cómo se plantea el escenario electoral en la Argentina?
-Cuando digo que se terminó el tiempo de los moderados, me refiero a que la gente te banca cuatro años al político y no te da otra oportunidad. Demanda soluciones concretas y con fuerzas directas que hoy las encarnan, por ejemplo, Patricia Bullrich o Javier Milei. Si miramos un poco más allá, vemos que el Frente de Todos se asemeja a Boca Juniors que, cuando busca un DT, no encuentra quién lo dirija por los conflictos internos. Hoy es el frente de nadie. Nadie quiere agarrar la batuta.
-Sin embargo, Cristina Fernández de Kirchner no quiere perder la centralidad de su poder en el justicialismo…
-Cristina no quiere saber nada de candidaturas porque sabe que es imposible que llegue otra vez a la presidencia de la Nación. Ella no quiere otro Alberto Fernández porque sabe que con el actual fracasó. La gente quiere menos kirchnerismo y ponen a Eduardo “Wado” de Pedro como potencial candidato. Y todos sabemos que es el más kirchnerista que hay a su alrededor. Si Wado llega a ser candidato, puede causar una derrota épica al kirchnerismo. Sergio Massa, en tanto, pelea contra la inflación y ella le está ganando por knock out. Tratar de ser candidato y gestionar ante ese problema no parece un buen coctel. En el PJ nadie quiere ser mariscal de la derrota. Cristina se aferra a la proscripción, lanzó el operativo clamor, pero nadie fue a buscarla.
-¿Por qué sostiene que Alberto le provocó un ACV a la política?
-Fijate cómo está el Frente de Todos, partido en mil pedazos por una gestión que no le encontró el rumbo a nada. Axel Kicillof no quiere saber nada con pugnar por la Presidencia y decide pelear nuevamente por la gobernación de Buenos Aires. Máximo Kirchner observa que La Cámpora ya no es lo que fue, porque los jóvenes se fueron con Milei. Los dirigentes de esa corriente kirchnerista ya están creciditos, pero siguen vendiendo juventud. Ellos mismos dejaron de ir a jugar a la Play con Máximo; lo están dejando solo. Vamos a la vereda del frente: Horacio Rodríguez Larreta no lo puede ni ver al Presidente, porque su estado de moderación naufraga ante una demanda social de más acción y firmeza de conceptos en los candidatos. Bullrich se subió a ese tren y con Milei tienen perfiles casi similares. Por eso ahora Larreta trata de seducir a peronistas para que lo voten porque tiene más vocación dialoguista que los otros opositores.
-Más allá de esa debilidad nacional, ¿cómo se explica que los oficialismos vienen ganando en las provincias?
-El cachetazo de la sociedad a la política se da de a poco. Pero ya se observa alguna tendencia a cambiarle caras a la política. El viejo manual se está dejando de lado y mirá lo que pasó en Neuquén, donde el Movimiento Popular cedió poder. Ojo, en Mendoza también puede haber sorpresa con Luis Petri frente a Alfredo Cornejo. La gente quiere caras nuevas y de a poco se anima a darle su voto de confianza.
-¿Cree que puede haber un escenario de tres tercios?
-Siempre sostuve que el electorado sólo está dispuesto a poner a dos contendientes arriba del ring. Pasó en 2015 y creo que sucederá lo mismo este año. Las PASO contribuirán a darle un poco más de claridad a este escenario. Creo que habrá una polarización en los comicios presidenciales porque así lo define el cerebro humano. Es el voto que no quiero, dice la gente. Cuando optas, te quedas con la otra opción. En la Argentina no se vota por el más bueno, pero sí por algo emocional que no tiene que ver con la bondad. Si eso fuera la regla, muchos presidentes no hubieran sido elegidos.
-Con sus fallos, ¿la Corte nacional le viene poniendo un freno a las reelecciones eternas de gobernadores?
-Hay un mix de interpretación jurídica y de acción política en esas decisiones. Sabemos que la Justicia no tiene una buena imagen en la sociedad y esa percepción es tan alta que ha llevado a los vocales del máximo tribunal a ponerle coto a los gobernadores para mostrarle que tienen poder y, además, para alejar aquella idea de que actúan como soldaditos del Poder Ejecutivo. Paralelamente, hemos leído que Ricardo Lorenzetti ha dicho que Cristina no está proscripta y es un claro mensaje de que es un problema de ella y no de la Corte. A la Justicia le falta mucho para un cambio real, pero estas son lucecitas que entran en la oscuridad política. El susto de la Corte es el mismo del resto de los poderes, porque sienten que la gente los está acorralando e interpretan que “ahora pueden venir por nosotros”.
-¿Por qué el susto?
-Porque la sociedad les demanda más calidad de sus acciones y menos pavadas. No hay margen para cometerlas. Hace poco hicimos un sondeo en el sur bonaerense y una de las preguntas que hicimos fue, ¿qué haría si fuese intendente por un día? Escuchar fue la palabra más usada en las respuestas ciudadanas. La clase política está convencida de que todo pasa por la cuestión económica, por la inflación, pero no se da cuenta que la gente pide otra cosa, algo más profundo.
-¿Qué debe hacer la política para recuperar la confianza social?
-Abandonar el Kapelusz; dejar de echarse la culpa los unos con los otros. Esto implica trabajar más para cambiar la percepción de la sociedad sobre ellos. La gente necesita imperiosamente ver que haya más gestión que discursos y claridad en la dirigencia respecto del horizonte a donde quieren llevar al país. Además, precisan saber cómo lo van a hacer porque hoy no le cree a nadie. El casillero de la confianza sigue vacío y por eso aparecieron los outsiders. La gente no encuentra en la política quién los puede representar. Esto está pasando en el mundo y algo más lento en la Argentina. En poco más de 20 días se definen candidaturas y no hay tiempo para crear figuras. Las cartas ya están sobre la mesa y las opciones están a la vista.