Sexualmente hablando: migajas

Sexualmente hablando: migajas

De la misma familia que el “ghosting” -desaparecer de manera repentina de la vida de alguien con quien se había establecido cierto vínculo-, el anglicismo “breadcrumbing” da nombre a una conducta frecuente en el mundo de las citas. Viene de “breadcrumb” (migas de pan, en inglés) y sería algo así como ir tirando “miguitas de pan” emocionales -“maíces”, dirían algunos- a una persona para mantener su atención, para “tenerla ahí”.

Una dinámica bastante tóxica que ha existido siempre, por supuesto, pero que se facilita aún más con las redes sociales y los servicios de mensajería instantánea: la reacción a una historia, un breve comentario, un “like”, un mensajito cada tanto. Gestos que demuestran algo de interés y que alimentan la indefinición de la relación, la sensación de que todavía hay esperanza, de que “le gusto”, de que la relación tal vez avance en un futuro. Es el “veliteo”, del que habla la influencer Lucía Numer Bellomi, que se han habituado a soportar las “cachorras fieles” (su libro “Adiós Cachorra” figura entre los más vendidos desde que salió a la venta, hace un par de meses). Una velita entre varias seguramente -aunque se puede ser la “vela mayor”- que alguien se ocupa de mantener prendida, por si las moscas.

Besos por celular

Con los breadcrumbers la comunicación es casi exclusivamente por redes sociales: los encuentros cara a cara, si alguna vez los hubo, pasan a brillar por su ausencia. Es decir, propuestas para verse, hay. Pero siempre son vagas y nunca terminan de concretarse.

Aparecen las excusas, los planes cancelados o el silencio de radio cuando llega el día en cuestión. De hecho a veces son tan mediocres las migajas que ni siquiera el chateo es en tiempo real (estos narcisistas suelen tomarse días y hasta semanas para responder los mensajes).

Obviamente, muchas personas no se conforman con un interés tan pobre e intermitente. Con toda razón: no les alcanzan unas miguitas cada tanto. No están dispuestas a pasar hambre. Pero otras -más dependientes emocionalmente y con ciertos problemas de autoestima- no sólo lo permiten sino que alrededor de este juego construyen una historia de la que les resulta difícil salir. Viven confundidas, leyendo entre líneas, a la expectativa. No se animan a confrontar, a ser claras con lo que quieren. Y se sobreadaptan, traicionándose a sí mismas. Hasta se sienten culpables, interpretando los alejamientos del otro como una reacción a algo que hicieron mal. Y después tampoco entienden muy bien porqué, de pronto, vuelve a acercarse. ¡Un infierno!

Reality check

Acostumbrarse a recibir tan poco, ¡es muy dañino! Para el amor propio, para el bienestar emocional, para la paz mental. Además de ser, obviamente, una pérdida de tiempo. Porque vivir pendiente de un raquítico mensaje, de si mira “mis historias” o a qué hora se conectó por última vez… ¿es vida?

Tomar conciencia de esto es el primer paso. Después, atreverse a expresar con claridad lo que se quiere, sin vueltas: un reality check, para dejar a un lado las fantasías. Puede que eso genere un cambio, aunque lo más probable es que no. ¿Y entonces? Abandonar el vínculo, ponerle un fin a esa historia, se convierte en lo más sano y coherente, en la mejor forma de autocuidado.

“¡Sal de ahí maravilla!”, diría Lucía Numer.

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