El paso del tiempo, enemigo del crimen de Chacabuco 59
Los casi dos meses que transcurrieron de la muerte de una mujer complica la investigación del caso. Pese a ellos, los pesquisas siguen sumando indicios para esclarecerlo. En la historia policial de la provincia hubo otros hechos que no fueron esclarecidos.
“Procura despertar cada día con la certeza de que algo maravilloso está por suceder”. Esa fue una de las frases que Laura Gabriela Picciuto (48 años) compartió en su muro de Facebook tiempo atrás. De su paradero no se sabe nada desde hace más de dos meses. Era la propietaria de la casa donde se encontró el cuerpo de una mujer que, según los peritos, llevaba ese tiempo en el interior de una cisterna sin agua. Por eso los pesquisas sospechan que el cadáver hallado sería de ella. Hasta el momento, hay varias hipótesis sobre el conocido como “Crimen de Chacabuco 59”, una lista de por lo menos ocho sospechosos y una sola detenida. Pero aún queda mucho camino por recorrer para tratar de encontrar a los culpables del homicidio.
El paso del tiempo es el enemigo del fiscal Carlos Sale, que dirige al personal de Homicidios, que trabaja bajo las órdenes de Adrián Moreno, Diego Bernachi y Jorge Dib. Los soportes de las cámaras de seguridad no tienen capacidad para almacenar las imágenes de tanto tiempo atrás. Algunos dicen que pueden guardar registros de 15 días, otros de poco más. Pero todo parece indicar que el homicidio se registró entre el 8 y el 10 de marzo.
Pese a los más de dos meses transcurridos, los investigadores están sumando indicios para esclarecerlo. Si llegan a lograr detener a los responsables, afrontarán otro problema: buscar las pruebas para incriminarlos. Los días que pasaron son aliados de los autores: eliminaron indicios que pudieran complicarlos procesalmente. Por ejemplo, será un milagro hacer una prueba genética. Todas las muestras que se recolectaron fueron erosionadas por el paso del tiempo.
Los secretos de esa casa se van develando de a poco. Los investigadores descubrieron que sus habitantes mantenían tormentosas relaciones sentimentales. Que su vida estaba signada por la pobreza y que el consumo problemático de drogas hacía mucho más difícil la convivencia. Desde marzo hasta el 12 de mayo, día en el que se encontró el cuerpo, la seccional 1ª recibió diferentes denuncias de hechos que se registraron en ese lugar: una por un robo y otra por un caso de violencia de género. Personal del servicio 911 también habría intervenido al menos en una ocasión.
El crimen de una mujer -haya sido cometido o no mediante violencia de género- moviliza a la sociedad. A lo largo de la historia policial de nuestra provincia hubo casos de estas características. Muy pocos de ellos fueron esclarecidos.
Uno
“El doble crimen de las modistas”
A cuatro cuadras del lugar donde fue hallado el cuerpo de Picciuto, el 8 de octubre de 1983 se registró un doble homicidio que movilizó a toda la provincia. A apenas 300 metros de la Casa de Gobierno, dos mujeres fueron despiadadamente asesinadas con golpes en la cabeza. Hubo una sobreviviente, que durante mucho tiempo estuvo en la mira de los investigadores, pero terminó siendo despegada de la causa por falta de pruebas.
Cerca de las 21 de ese día se supo que en un departamento de 9 de Julio al 300 se habían registrado las muertes de la propietaria del inmueble, Elvira Cabriolé de Ahumada (73 años) y de Rosalía Rojas de Salvatierra (42). Había sobrevivido al brutal ataque Nélida Beatriz Reynoso (30).
Esta joven empleada doméstica fue la que llamó al hijo de su empleadora para avisarle lo que les había pasado a las dos modistas; de allí el nombre del caso. Reynoso contó que ella se encontró con las dos mujeres asesinadas pasado el mediodía. Cuando quiso reaccionar, fue atacada por un hombre que la golpeó salvajemente con un objeto contundente. La arrastró hasta el baño del departamento y la dejó ahí creyendo que estaba muerta. Relató también que horas después recobró el conocimiento y avisó lo que había sucedido.
Para los investigadores su testimonio estaba cargado de dudas y decidieron detenerla. Primero la acusaron de encubrimiento, después de haber participado del crimen. Con el correr de las semanas, al no haber pruebas en su contra, terminó siendo sobreseída. El retrato hablado que ayudó a confeccionar la mujer no sirvió de nada. Hubo sospechosos, pero no volvieron a procesar a otra persona por este doble homicidio, que se registró en los últimos tiempos de la dictadura militar.
Dos
“El doble crimen de Yerba Buena”
El 4 de abril de 1987, René Alderetes (50 años), regresó a su casa de Reconquista 271 (a tres cuadras de la sede municipal de esa ciudad) después de haber trabajado en el sur de la provincia. Al ingresar al interior de la vivienda encontró el cuerpo sin vida de su esposa Ángela Bertolina Nieva (51) en medio de un charco de sangre. Desesperado, fue hasta la habitación de su hija Edith Mónica Alderete (28) y también la halló sin vida. Ambas fueron asesinadas de cinco puñaladas cada una. Días después, la Policía encontró en un terreno contiguo el arma asesina: un cuchillo de cocina que pertenecía a las víctimas.
También ese 4 de abril, pero a la madrugada, en avenida Solano Vera al 900, a poco más de 10 cuadras donde había ocurrido el doble homicidio, vecinos encontraron el cuerpo de Pablo Osvaldo “Comequeso” Pérez. Todo parecía indicar que se trataba de un accidente más, pero después de que se produjera el hallazgo de los cadáveres de las mujeres, los investigadores comenzaron a atar cabos y elaboraron una hipótesis.
Argumentaron que Pérez tenía una relación sentimental con Edith, que no era bien vista por la madre. Señalaron que en la habitación de la joven había un vaso que tenía restos de semen y orina y una huella dactilar del sospechoso; un estilete de su propiedad; y, en el fondo de la casa, una pisada de la zapatilla número 38 del acusado.
Según esta línea, el supuesto homicida durmió con la joven, la mató muy temprano y después salió corriendo de la habitación y ultimó a Nieva, cuando intentaba escapar de la vivienda para pedir ayuda y contar lo que había sucedido. Luego, se dirigió afuera y arrojó el cuchillo. Se retiró de la casa y, cuando se dirigía a la suya, decidió quitarse la vida. El caso parecía cerrado, pero no. En Tucumán nunca hay que decir nunca.
Con el correr de los días “El doble crimen de Yerba Buena” fue una usina de rumores. Se decía que Edith estaba vinculada al poder político y que la habían asesinado para que no contara las cosas que vio en algunas fiestas, en las que también participó Pérez. Esas versiones cobraron más fuerza cuando se confirmó que Pérez no podía haber sido el autor del doble homicidio: había fallecido entre cuatro y seis horas antes que las mujeres.
Los dedos acusadores apuntaron hacia Alderetes. Lo detuvieron y estuvo varios días preso hasta que se confirmó su versión de que estaba trabajando en el sur de la provincia.
Por último, los investigadores apuntaron al conductor de la camioneta -y a sus acompañantes- que atropelló a “Comequeso”. Estuvieron tras las rejas siete meses hasta que lograron demostrar su inocencia.
Han pasado 36 años de ese brutal hecho y nunca ha surgido a la luz la verdad. Sí quedó sobrevolando el rumor de que los testigos no hablaron por miedo y que fue un trabajo realizado por asesinos despiadados que sabían muy bien lo que hacían.
Tres
“El crimen del decano de Artes”
El 7 de diciembre de 1990 los tucumanos se enteraron de uno de los crímenes más violentos de la historia de nuestra provincia. En avenida Mitre primera cuadra, encontraron el cuerpo de Clara Imelda Navarro, docente de inglés que trabajaba en la Facultad de Filosofía y Letras. Le habían desfigurado la cabeza a golpes con un elemento contundente y además tenía un cordón atado en su cuello. Vivía con su hermano, el decano de la Facultad de Artes, Carlos María Navarro, que estaba desaparecido.
Nadie sabía qué había pasado con la mujer. Hubo una lluvia de versiones y sospechas. Sólo se sabía que no estaba el auto del funcionario universitario y un televisor. Parte del misterio se resolvió casi por casualidad, cuando los investigadores tucumanos no sabían por dónde comenzar. La búsqueda finalizó al día siguiente, cuando la Policía recibió un llamado desde la comisaría de Arroyo Seco, provincia de Santa Fe. Los agentes santafesinos les avisaron a sus colegas tucumanos que habían encontrado el auto que estaban buscando. Luego de unos segundos, les dijeron que en el baúl del vehículo había un cuerpo. Al describir las características físicas del hombre quedó claro que era Navarro. Quien lo había matado había huido.
A los cinco días de haberse registrado el doble crimen, los policías detuvieron en nuestra provincia a Francisco Galletini. Él contó todo lo que había sucedido y culpó a Santiago Inocencio Benítez. El sospechoso fue detenido meses después en Buenos Aires. “El Porteño”, como era llamado el acusado, dijo que había sido el decano el que asesinó a su hermana porque cuestionaba su estilo de vida. Esa versión fue descartada y el hombre terminó siendo condenado a perpetua.
Cuatro
“El crimen de la contadora”
Fue el más reciente de todos y también un halo de misterio lo cubre, ya que poco y nada avanzó la investigación. El cuerpo de Carolina Ana Rotjer fue encontrado el 24 de abril sin vida en su casa de Charcas al 1.000. La mujer estaba tendida desnuda con un trapo en su boca. La autopsia determinó que alguien la asfixió después de haber intentado abusar de ella, según los resultados de las pericias conocidos ayer por la tarde.
Ese alguien conocía muy bien a la contadora pública nacional. Los pesquisas no encontraron nada extraño en el interior de la vivienda donde se registró el crimen. Estaba todo ordenado. En principio, no le habían sustraído ningún elemento de valor. Pero lo más importante es que todo parecería indicar que ella permitió el ingreso del homicida a la casa, puesto que no se había violentado ninguna puerta.
Rotjer era docente en la facultad de Ciencias Económicas. Al parecer, no tenía una buena relación con sus parientes directos y, en los últimos tiempos, habría sido internada por problemas de salud mental.
Este caso tiene algunas similitudes con el de Chacabuco 59. Las víctimas eran mujeres solitarias, alejadas de sus familiares por diferentes razones. Tenían problemas de salud mental. No hay testigos directos sobre cómo fue el momento en el que fueron asesinadas. Tampoco puede saberse por qué fueron asesinadas. El paso del tiempo es el principal obstáculo para saber qué sucedió.