Era un 7 de noviembre de 1986. Alguien golpeó la puerta de la casa ubicada en Balcarce al 600, macrocentro de Rosario. Una de las ocupantes pregunta quién era. Al reconocer la voz, le sacó la traba y le permitió el ingreso a esa persona. A los segundos se desató un baño de sangre en la casona en la que se crió Rodolfo “Fito” Páez, un flaco de anteojos, pelo largo y narigudo que comenzaba a triunfar como músico. En esos días el triple crimen fue tema de tapa en todos los diarios del país. A casi 40 años, con el lanzamiento de la serie biográfica “El amor después del amor” (Netflix), muchos recordaron ese momento y otros terminaron entendiendo otras cosas, por ejemplo, por qué escribió “Ciudad de pobres corazones”.
“En esta puta ciudad todo se incendia y se va/ Matan a pobres corazones/Matan a pobres corazones/En esta sucia ciudad no hay que seguir ni parar/Ciudad de locos corazones/Ciudad de locos corazones”.
En esos tiempos Rosario no era el Rosario de ahora. Si bien es cierto que ya era conocida como la “Chicago Argentina”, en sus calles no se había desatado aún la guerra por el dominio territorial. No existían los clanes, ni tampoco lo que hoy se conoce como narcomenudeo.
La casona donde se cometió el triple crimen estaba ubicada en un barrio de clase trabajadora, como era la de los Páez. Ahí había crecido Fito, ese chico que había perdido a su madre, Margarita Ávalos, cuando tenía ocho meses y que fue criado por su padre, Rodolfo Páez, su abuela Josefa (80) y su tía abuela Delia Zulema Ramírez.
“Ese sector de la ciudad era muy tranquilo. En esos tiempos era común ver a las personas tomando mate en los balcones y en las puertas con sillones de hierro y rodeando una mesa especialmente diseñada para ese fin. Era un barrio muy familiero en el que los chicos crecían jugando en la vereda de las calles como si nada”, explicó Federico Anzardi, autor del libro “Hay cosas peores que estar solo. Fito Paéz y Ciudad de Pobres Corazones”, un libro que tiene como eje el triple crimen.
El 7 de noviembre de 1986, el esposo de Fermina Godoy (33), la empleada doméstica que trabajaba con los Páez, preocupado por la ausencia de su pareja, fue hasta la casa de sus empleadores para ver qué le sucedía. Golpeó la puerta y al no obtener respuestas, se asustó. Llamó a la policía para explicarle que algo malo podría estar pasando. Los efectivos abrieron la puerta y descubrieron un trágico cuadro.
El cuerpo de Josefa fue el primero que encontraron. Estaba en un pasillo con signos de haber sido apuñalada con saña. En un dormitorio ubicaron a la empleada con una herida de arma blanca a la altura del corazón y, sobre la cama, estaba Delia con un disparo en la cabeza y una almohada tapándole el rostro. El asesino había utilizado ese objeto para silenciar el tiro. Los policías -que al parecer preferían no investigar mucho- detuvieron al hombre que los había llamado. A los pocos días quedó en libertad, pero no pudo despedir a su mujer, que estaba embarazada de siete meses.
La noticia
“No quiero salir a fumar, no quiero salir a la calle con vos/No quiero empezar a pensar quién puso la hierba en el viejo cajón/¡Buen día lexotanil!, buen día señora, buen día doctor/maldito sea tu amor, tu inmenso reino y tu ansiado dolor”.
Fito Páez, que en esos momentos tenía 22 años, estaba en Brasil de gira. Un tío logró ubicarlo para avisarle lo que había pasado. Fue demasiado para el músico. No había terminado de hacer el duelo por la muerte de su padre, fallecido en 1985, y ahora le confirmaban que sus otros dos afectos de la vida habían sido brutalmente asesinados en la casa donde había forjado su vida y su pasión por la música en el viejo piano que acariciaba su fallecida madre.
El músico, al enterarse de lo sucedido, sufrió una crisis de nervios. Destrozó todo lo que sus manos podían tocar. “Cuando llegamos al hotel, ya tarde por la noche, me llamaron a la habitación y me contaron lo sucedido. Todo fue una película de terror. Voy a la habitación de Fito, él estaba absolutamente devastado”, contó el bajista Fabián Llonch en una nota en “La Agenda”.
La reacción no sólo fue por la noticia, sino porque sus parientes le recomendaron no volver a Rosario: la policía, al revisar la escena del crimen encontró marihuana: “una importante cantidad”, publicaban los principales medios del país.
Hubo dos personas que le acariciaron el alma en esos días tan grises. Fabiana Cantilo, quien era su pareja, y Charly García. Cada uno a su manera, terminaron calmándolo, pero no pudieron convencerlo de que no regresara al país. “Ya no tenía ningún sentido, mataron a tu familia, ya está. Mi papá había muerto hacía un año. Entrás en unos mambos que no tienen explicación; ni la psiquiatría puede hablar sobre qué le sucede a una persona que queda afectada de esta manera”, dijo el músico. “Fabi me sacó de la cama, me agarró de los pelos una tarde, me puso en un auto y me llevó a la sala de ensayo en Caballito y a la sala con Luis Alberto (Spinetta) a ensayar ‘La la la’, si eso es salvarle la vida a alguien, ella lo hizo y no fue la única vez que lo hizo”, añadió el rosarino.
“Fue una situación muy compleja porque por este caso habían abierto dos investigaciones. Por un lado, una causa por el triple crimen y otra, por la droga que habían encontrado los policías”, explicó Anzardi. “Todo se calmó cuando un primo de Fito declaró y aportó pruebas en que se demostró que había sido un policía el que puso la droga”, añadió.
El escritor también contó cómo fue el operativo retorno. “Todo el ambiente se movilizó para ayudar a Fito. Lo primero que hicieron fue recomendarle la asistencia de un abogado que era muy conocido por los músicos que se movió inteligentemente para poner paños fríos a la situación”, explicó.
El hombre en cuestión era Albino “Joe” Stefanolo, un profesional que rompía todos los moldes. De pelo largo y barbudo, dio un paso que terminó siendo clave: le recomendó a Páez que se presentara ante las autoridades a declarar. Anzardi contó que Juan Carlos Baglietto, su primer padre musical, fue a buscarlo a Buenos Aires para trasladarlo a Rosario. Ya en su Rosario natal, en medio de un enorme revuelo, contó todo lo que sabía de sus seres queridos para que se esclarecieran sus muertes.
Otros tiempos
“¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Qué es lo que quieres saber?/No me verás arrodillado, no me verás arrodillado/ Dicen que ya no soy yo que estoy más loco que ayer/¡Y matan a pobres corazones, matan a pobres corazones!”
“Hay que entender los tiempos que se vivían en esa época. Fito era una de esas figuras que comenzaron a cobrar fuerza en los primeros años de la democracia. Para muchos, especialmente para la policía, era un problema”, explicó Anzardi. “Había muchos prejuicios sobre los músicos. Los medios hablaban cualquier cosa y, los más sensacionalistas hablaban de un ajuste de cuentas y hasta una guerra por cuestiones de drogas”, agregó el escritor en una entrevista con LA GACETA.
Paéz llegó a Rosario tres días después de haberse registrado los crímenes. Durante horas declaró ante las autoridades y después atendió a la prensa. “El mundo está mal hecho. Hoy me tocó a mí, hace cinco años le tocó a John Lennon. En este momento estoy aturdido, desamparado. Mataron al amor de mi vida, mi abuela”, expresó Fito ni bien llegó al país.
“Mi abuela y mi tía eran las personas que más quise. Para mí eran como dos madres. No puedo creer esta cosa loca que ha ocurrido. No la entiendo. Es muy poco lo que puedo decir, con todo el lío que tengo en el mate. Vine a contar cómo vivía mi familia en su casa, porque puede servir a la investigación; a contar cómo vivían esas maravillosas mujeres”, dijo con una gran angustia.
Con esa angustia y en el peor estado depresivo, por recomendación de sus amigos y allegados, decidió escaparse junto a su gran amor: Cantilo. Se refugió en Tahití, un paraíso en medio de la Polinesia francesa para curar el alma. Lo hizo con su mejor receta: componer. Así nació uno de sus discos más brillantes: “Ciudad de pobres corazones”. Salió a la calle antes de que se esclareciera el triple crimen, las muertes que, paradójicamente, lo hundieron en las drogas y el alcohol, pero lo terminaron catapultando en su carrera musical.