La variación de precios de marzo, cercana al 8%, marca que las subas han sido sostenidas y acumulan un 22% en tres meses. Por eso, indica a LA GACETA el economista Eduardo Robinson, los analistas del mercado consideran que empezó a sobrevolar el fantasma de la hiperinflación. “El programa económico del gobierno no tiene anclas, ni fiscal, ni monetaria, ni cambiaria, a lo que se agrega el contexto electoral, con bastante incertidumbre”, explica. Todos estos factores, llevan a tener que analizar si están o no dadas las condiciones para un proceso de híper.
Robinson recuerda que, durante 1989, el entonces presidente Raúl Alfonsín, renunció al cargo, adelantando el traspaso del poder jaqueado por una inflación que registró en julio de 1989 un 200%. Y durante ese año la inflación fue del 5.000%. En los meses previos a aquella renuncia, en los comercios no había precios y en muchos casos no se vendía, porque no estaba claro el precio de reposición de la mercadería.
“Fue el primer episodio hiperinflacionario, el otro se dio a comienzos de la década de 1990, que devino en el esquema de convertibilidad, subraya.
En 1989, similar a las condiciones macro actuales, la economía se había quedado sin anclas para poder contener la suba de precios, puntualiza el consultor. El déficit fiscal subía, porque Alfonsín no pudo bajar el gasto público y las tasas de interés subían a nivel internacional, lo que implicaba más tensión en una economía que estaba sobreendeudada. “Hoy la Argentina no tiene acceso al crédito internacional, el volumen de deuda interna está acotado por el miedo a una nueva reestructuración y es muy difícil contener el gasto público en año electoral”, acota el consultor. A su criterio, hay un despilfarro de recursos, que no hace pensar que la emisión de dinero se intensificará. Hacia fines de fines de la década de 1980 se deterioro la confianza, y los controles de precios establecidos no causaron ningún efecto. “Similar a lo que sucede en los últimos meses con los diversos acuerdos de precios con duraciones muy efímeras e inexistentes efectos en el interior del país”, agrega.
Robinson sostiene que, si bien se encuentran similitudes con la situación económica actual, éstas pasan por un déficit fiscal que no se reduce, por la falta de crédito para su financiamiento, un proceso de emisión monetaria que es el soporte de la ingeniería de el dólar soja y agro, la diferencia entre la cotización oficial y la que se les ofrece a los exportadores se cubre con emisión y el otro factor es la desconfianza en la política económica que disminuye la demanda de dinero.
En cuánto a las diferencias, si bien el déficit no se reduce, aún luce manejable, la posición del FMI durante la última parte del gobierno de Alfonsín, fue muy intransigente, en estos momentos la posición del organismo es menos rígida lo que hace suponer que no dejará librada la economía argentina a su suerte. “Pero, las condiciones están dadas para que la inflación no ceda demasiado en los próximos meses”, finaliza Robinson.