En horarios pico, el microcentro tucumano soporta ruidos que llegan al doble del nivel tolerable

En horarios pico, el microcentro tucumano soporta ruidos que llegan al doble del nivel tolerable

Una propuesta para mitigar la agresión sonora es usar barreras con vegetación cerca de las fuentes de sonido.

12 Abril 2023

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el nivel de ruido para garantizar una buena salud y bienestar no debe superar los 65 decibeles (dBA). ¿Cómo establecer ese límite de manera práctica? ¿Cómo es la realidad en nuestra ciudad? ¿Qué estrategias ayudan a que podamos habitar en una ciudad con calidad acústica? Beatriz Garzón, investigadora independiente del Conicet NOA Sur y directora del Grupo de Hábitat Sustentable y Sustentabilidad (GhabSS), ejemplifica: 65 dBA equivalen al sonido que produce un grupo de personas conversando en voz muy alta, el que se percibe en un restaurante abarrotado sin tratamiento acústico, o el que genera un teléfono sonando cerca del oído. Y señala que, si la exposición es superior a 70 dBA durante un período prolongado, puede producir –a escala individual- daños en el oído graves e irreversibles.

En una publicación en el sitio del Conicet, explica que además la cuestión tiene implicaciones sociales, legales, económicas, educativas y sanitarias, entre otras. “Generar y vivir en un hábitat con confort acústico es un derecho, y conlleva una obligación: que no sea ruidoso, es decir, que sea saludable y sustentable, es tarea de toda comunidad”, reflexiona Garzón, y asegura que la contaminación sonora se relaciona estrechamente con la sustentabilidad y la salubridad de las ciudades, pues constituye uno de los factores que deterioran la calidad ambiental, la habitabilidad, la salud y la productividad de sus habitantes.

“Nuestras mediciones acústicas indican que, en horario pico, el área céntrica de San Miguel de Tucumán soporta sonidos de entre 90 y 100 dBA. La ciudad es muy agresiva para el oído humano: el ruido de bocinas, motores, música y gritos configura el entorno de quienes viven y recorren la ciudad”, advierte por su parte la arquitecta Isabel Juárez, becaria doctoral del Conicet e integrante del GHabSS. “Esta problemática es muy compleja y afecta a las personas en cualquier actividad y en distintos grados, acentuando molestias crónicas, problemas auditivos y alteraciones del sueño. Incluso puede agravar enfermedades cardíacas y ciertos trastornos metabólicos. Por ejemplo, hay estudios que muestran asociaciones entre el ruido del tránsito y un mayor riesgo de obesidad y de diabetes debido al estrés prolongado”, asegura Garzón y agrega: “la contaminación acústica involucra cualquier localidad, sin importar su tamaño, por lo cual debe ser comprendida y atendida por la sociedad en su conjunto; es imprescindible desarrollar acciones de concientización sobre los riesgos que implica el ruido.”

Claves para combatir los ruidos

Sobre la base de sus investigaciones, el equipo del GHabSS sostiene que la vegetación urbana, que puede ser considerada “pantalla verde”, genera grandes beneficios, incluyendo la mitigación del ruido; y en ello –señalan los datos- intervienen variables como características, estructura, densidad y patrones de distribución de las especies adoptadas. “Para mitigar el nivel de ruido mediante la vegetación se deben usar barreras de al menos 20 metros de ancho y 14 metros de altura, formadas por árboles heterogéneos, tupidos, con árboles de hojas anchas, densas y perennes; deben tener troncos gruesos y estar ubicadas cerca de la fuente de emisión del ruido”, detalla Garzón, y enfatiza: “la vegetación urbana debe fortalecerse como herramienta para mejorar la calidad ambiental en las ciudades, lo que implica mejor planificación y manejo eficiente de la arborización y de las zonas verdes. Esto posibilitará que la toma de decisiones para las intervenciones en el espacio público y privado sea más acertada, y ayude a mejorar nuestro hábitat y nuestra salud, y a aumentar el bienestar de cada comunidad.”

Una de las dificultades –señalan los expertos- es que no hay en Argentina una ley nacional que regule los niveles de ruido. “Por ese motivo -señala Garzón- cada municipio y cada provincia tiene una legislación distinta sobre el ruido. Es fundamental lograr una unificación de criterios”. Esto es, mantener un nivel de intensidad acústica admisible de 40 a 55 dBA, respetar los horarios de descanso y las sanciones, en caso de infringir esas normativas.

Y también hay cuestiones sobre las que los ciudadanos deben actuar, de cara a lograr un buen ambiente acústico, advierte Agustina Cazón Narváez, becaria en el GHabSS. Se refiere a la cantidad de fuentes de ruido a las que se está sometido en la vida diaria, no sólo las de las ciudades; también en los hogares y en los lugares de trabajo. “Hemos verificado que, en la gran mayoría de los casos, las viviendas individuales o colectivas no están bien diseñadas para controlar el ruido. Para lograrlo se hace necesario identificar correctamente el tipo de fuente de ruido y generar las propuestas de control adecuadas para cada caso. En este sentido, el uso de carpinterías con doble vidriado hermético (DVH), un espesor adecuado de los muros y cerramientos, materiales que contribuyan a la reducción acústica, pueden funcionar como barreras acústicas; también es importante asegurarnos de que hay suficiente distancia entre las construcciones y el ruido.”

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