Los afiches sonrientes en una triste y pobre realidad

Los afiches sonrientes en una triste y pobre realidad

Los afiches sonrientes en una triste y pobre realidad

¿Cuál es el verdadero rostro de los políticos? ¿El que se exhibe en las paredes con caritas felices o el que se exterioriza a medida que se acerca la fecha de las elecciones? Estos interrogantes no tienen color partidario. El trasvasamiento es generalizado en Tucumán. El más vehemente lo refleja tanto como aquel que suele no inmutarse cuando las papas queman, por aquello de que la procesión va por dentro. En ambos tipos de candidatos, oficialistas u opositores, fluye la adrenalina, porque huelen el peligro de ser o no ser protagonistas directos en los próximos cuatro años y eso, indudablemente, causa demasiado estrés.

En el oficialismo el horno no está para bollos. Juan Manzur percibe que está en la recta final y cualquier equivocación puede causar desvíos en el objetivo: mostrar un triunfo que lo catapulte como líder territorial en el Norte Grande. En el Frente de Todos persisten los reclamos para que la maquinaria proselitista funcione a mayor velocidad. El combustible prometido por ahora no fluye. El temor entre los pilotos que transitan los pasillos de la Casa de Gobierno y también de la Legislatura es que, mientras más tiempo pase, mayor será el costo político que deban pagar para que se llegue a la meta del 14 de mayo, como marcan las encuestas encargadas por los principales referentes del peronismo. Pero el problema no sólo se circunscribe al financiamiento de la campaña. También preocupa la gestión. Mientras mayor sea la percepción que la sociedad pueda llegar a tener respecto de las respuestas oficiales a grandes temas que preocupan como la inseguridad o la salud, mayor será la probabilidad de llegar al domingo de elecciones sin grandes contratiempos en el humor ciudadano. Esa es una cuestión a la que el gobernador Juan Manzur y el vicegobernador y candidato a la sucesión, Osvaldo Jaldo, les cuesta hablar frontalmente. El “ya se va a arreglar” o el “ya va a pasar” son respuestas de ocasión que sólo se dicen para esquivar el diálogo de una cogestión sin grandes contratiempos, si es que los ciudadanos tucumanos le dan otro voto de confianza a la dupla que, esta vez, será invertida en los cargos electivos. La amenaza de impugnaciones a la candidatura de Manzur sigue latente. El líder del Partido de la Justicia Social, Germán Alfaro, reiteró ayer que no dejarán de pelear judicialmente en ese sentido y también para que suspendan los comicios de mayo. Aguardan que la Corte Suprema de Justicia falle en ese sentido y, así, acabar con lo que ellos llaman la hegemonía peronista en Tucumán. “Si ellos apuestan sólo a la cuestión jurídica, entonces todo está dicho”, afirma Manzur cuando se le consulta acerca de la embestida judicial alfarista. En su entorno también se esgrimen otras argumentaciones, más irónicas que de contenido jurídico. “Que sigan soñando”, dicen unos. “No pueden ganarnos en las urnas y van a la Justicia porque no se tienen confianza”, señalan otros referentes oficialistas.

Las candidaturas salen a la luz y se vuelcan en los papeles. El actual gobernador sostiene que “se han cumplido los plazos legales necesarios para esa oficialización de candidaturas porque desde hace tiempo hay un proyecto que se viene gestando junto con Osvaldo Jaldo”. Ambos tienen en su poder algunas encuestas que encargaron y que, según esas cifras, los posicionan para un nuevo mandato. La Capital, sin embargo, sigue siendo motivo de inquietud. Públicamente, el binomio gobernante sostiene que la diputada Rossana Chahla se encamina hacia la intendencia de San Miguel de Tucumán. Sin embargo, en las reuniones privadas con la dirigencia, el oficialismo porotea porque, hoy, entre el triunfo y la derrota, hay un estrecho margen de diferencia.

Con la mirada en 2027

En la oposición también hay ansiedad. Tanta que el proceso de fidelización de dirigentes se ha profundizado. Juntos por el Cambio “regaló” mucho tiempo para que el oficialismo se recomponga de la dura interna que vivió en 2021, de la que aún quedan vestigios que los propios conductores de la coalición gobernante tratan de disimular.

La dupla Roberto Sánchez-Germán Alfaro se muestra más en público con el intento de recuperar el tiempo perdido en una novela de desencuentros que los llevó al acuerdo. La unificación del discurso, al menos, se sustentó en las cabezas de la coalición opositora. Sin embargo, las diferencias son más visibles que las que experimenta el Frente de Todos. “Estamos unidos sólo para el afiche de la pared, pero cada quien trata de subsistir políticamente. Después del 14 de mayo veremos qué sucede”, señala uno de los dirigentes del radicalismo que busca alcanzar el objetivo electoral.

Si en algo se parecen las dos duplas con mayor caudal electoral en los últimos comicios es que son matrimonios por conveniencia. No los une el amor por la camiseta, ni la posibilidad de trascender en la gestión. Simplemente intentan llegar a la meta para alcanzar el poder. Esto no sería malo si, una vez logrado el objetivo, ese poder tiende a perpetuarse. Jaldo dice que, si se consagra gobernador, sólo estará por cuatro años en el mandato. Luego tratará de pugnar por una banca en el Senado para cerrar su carrera política. De Manzur se sabe que no quiere ir, por ahora, a la Cámara Alta y si el Frente de Todos pierde a nivel nacional, su refugio será la Legislatura, al menos por dos años. De Sánchez se presume que encarnará la apuesta radical para quedarse con la gobernación, mientras que Alfaro no abandonará su sueño de convertirse en gobernador. El monstruo opositor, sin embargo, tiene más patas. Mariano Campero va por una banca legislativa. Se acopló al binomio de JxC y ha sido tentado para que, en las nacionales, pelee por una banca en la Cámara de Diputados. Hoy planea presentar la lista que encabeza en Concepción y en 10 días más viajará a Senegal (África) para presentar el Modelo Yerba Buena, en un foro organizado por la ONU. En otras palabras, ensaya hacia 2027. Sebastián Murga ha quedado fuera de la mesa chica y no sólo desde que abandonó el grupo de WhatsApp de los máximos exponentes de Juntos por el Cambio. Algunos de los referentes de CREO consideran que el presidente de la Sociedad Rural de Tucumán debería competir por la intendencia de Yerba Buena, porque en ese municipio “tiene buena imagen y aceptación de la ciudadanía”, según un focus group encargado por empresarios. Sin embargo, Murga piensa que no puede inmolarse sin dejar de pensar en la oferta electoral que el partido que fundó propone en distintas latitudes tucumanas. Una candidatura a jefe municipal dejaría a CREO fuera de la discusión central en las elecciones. La tentación es grande; el dilema está presente. Ricardo Bussi cree que Fuerza Republicana puede dar un gran salto a partir de su alianza con el libertario Javier Milei. El titular de FR es otro que tampoco abandona la lucha por la gobernación, más allá de que en 1999 estuvo cerca de alcanzarla, pero que le fue arrebatada por el peronismo, de la mano de Julio Miranda. Federico Masso, a su vez, considera que es una buena opción para el desencanto de las clases más castigadas por la inflación, del mismo modo que las fuerzas de izquierda.

El Tucumán de los afiches exhibe caras sonrientes de los candidatos, pero la realidad inflacionaria obliga a ponernos serios porque ella exterioriza la pobreza de ingresos y también programas que permitan pensar más allá del corto plazo.

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