Mientras las cloacas explotan por varias zonas de la capital (sobre todo en la abandonada periferia) las caravanas de turistas felices enfilaron para llenarse de la Pasión en Tafí del Valle. Los comerciantes y empresarios se aprestaron a llenarse de entusiasmo por un fin de semana que les da la idea de que Tucumán va a posicionarse como un “destino turístico de excelencia”, como dijo el miércoles el titular de la Cámara de Turismo de Tucumán, Héctor Viñuales. ¿Es el lado B de la mala onda que dejan los desbordes cloacales o los espantosos accesos que tiene la capital? ¿Ellos miran la realidad como quien va a Venecia y disfruta de las góndolas y de las coloridas Murano y Burano mientras cierra la nariz para no respirar los aromas de las cloacas que se vuelcan en los canales de la ciudad italiana?
Pero… Venecia es puro turismo. Van 5,6 millones de personas cada año y los ingresos por turismo deben ir mucho más allá del 13% del PBI de que goza Italia en general en este rubro, lo cual es bastante bueno, ya que se considera que “la industria sin chimeneas” ocupa en promedio un 10% del PBI en el planeta.
Mirando a Salta y a Santiago
¿Por acá cómo andamos? Sebastián Giobellina, titular del Ente Tucumán Turismo, decía en 2021 que en Tucumán era el 3% del PBI y que pretendía llegar al 9%. En febrero pasado, al terminar la temporada de verano, en conferencia de prensa se explicó que habían llegado 247.000 turistas durante enero y febrero y que hubo un impacto económico cercano a los $4.000 millones. Salta informó que en este verano recibieron 330.000 turistas, aunque no está muy claro el resultado en dinero: el sitio de prensa oficial dice que el impacto económico fue $23.473.051.596. Parece un poco mucho, comparado con el balance local. Giobellina, no obstante, se ilusiona no sólo con que las cifras del movimiento de gente se acercan, sino que dice que, con 55 vuelos a Buenos Aires, Tucumán ya roza los 60 que tiene Salta. Añade que hubo inversiones por 1.500 millones de pesos.
¿Es una competencia de pago chico? Posiblemente. En esa conferencia, el gobernador Juan Manzur aseveró que esta temporada mostraba “el despegue”. Giobellina dijo que las cifras “nos posicionan como una plaza fuertemente competitiva. En Tucumán los precios son razonables y acordes al servicio y la calidad que se le brinda al visitante”. Y resaltó que “es gente que trabajó, empresarios que vieron sus alojamientos con pasajeros, artesanos que vendieron sus productos, bares y restaurantes llenos: beneficios para todos los eslabones que conforman la cadena turística”.
Pero en las últimas semanas, con la presencia de la Selección nacional en Santiago del Estero y el MotoGP en Las Termas de Río Hondo, volvió la depresión: Tucumán no tiene estadio único ni pista como para competencias internacionales, con lo que no debería pretender soñar con que se llene de visitantes del mundo, como les pasó a los santiagueños. “Envidias entre pobres”, dijo el columnista Juan Manuel Montero hace dos días.
Hay una lectura de movimiento: se renovó la estructura de la zona en El Cadillal –lugar limpio, con seguridad, farmacia, bancos antivándalos, bares, aerosillas, deportes acuáticos-, se renovó el Cristo Bendicente de San Javier, hay un circuito por el cerro San Javier –con emprendimientos privados como la Primera Confitería y el parque aéreo- que va creciendo mientras las montañas se van urbanizando y la movida turística se amplía: hace un año se propusieron 25 inversiones posibles en diferentes zonas de Tucumán y ya aparecieron propuestas de glamping en Tafí del Valle y Raco.
Empujando, pese a todo
Por cierto que otras áreas del Estado, como Vialidad, se quedan atrás, acaso bloqueadas por la eterna falta de fondos. Este verano fue triste ver cómo, mientras San Javier estaba hundido por el brutal cierre de la ruta 338 para la obra en El Rulo, desde el ente de Turismo en la plaza Independencia partían combis para llevar gente como sea al Cristo Bendicente. Era el peor verano del cerro. Las combis empujaban, pese a todo. Y llevaban a la gente por la pésima ruta que va por Villa Nougués, llena de baches y sin pintura pavimental. Hoy habrá un espectáculo religioso en el Cristo Bendicente. San Javier padece falta de agua y el camino está agrietado, pero el Cristo quiere despegar.
La pregunta es si, en un contexto de enorme pobreza y de crisis económica estructural, como el que nos sacude, hay forma de apreciar el impacto del turismo como una industria y no como una actividad secundaria, de simple ocio. El Cadillal está diferente; pronto tendrá un parque y acaso se ordene el territorio. Le falta agua potable, pero tiene otra impronta. ¿El Estado hará algo similar con los accesos a la ciudad? Eso parece más necesario y de eso no se habla. ¿Alguien se ocupará de las cloacas? Tampoco se habla de eso, como no sea mal. ¿Alguien definirá qué se hará con la ruta 307, llena de animales y siempre bajo el riesgo de derrumbes?
Habrá que ver si el entusiasmo que mostraron los empresarios con el fin de semana en los Valles le hace alguna mella a este Tucumán devorado por sus taras estructurales de obras inconclusas, fallas de seguridad e insatisfacción, siempre en la salvaje coyuntura política. ¿De allí se puede preguntar si Tucumán es turismo?