¿Con qué escenario se toparán los tucumanos una vez que se cierre la votación el 14 de mayo? ¿Habrá semejanzas con los procesos electorales de 2015 y de 2019, que dieron impulso al poderío político de Juan Manzur? ¿0, como anhelan en Juntos por el Cambio, las urnas ratificarán la paridad de 2021? Más allá de lo que marcan las encuestas, hay una realidad que no se mide en números pero que se percibe con claridad. Y lo experimentó Sergio Berni en persona: las piñas las recibió él, pero las cachetadas fueron para la dirigencia política de todo el país.
El asunto que desvela a los analistas y a los propios candidatos es prever cómo se comportará la gente en el cuarto oscuro. ¿La maquinaria del oficialismo le garantizará un piso de votos? ¿Los desencuentros de meses y el acuerdo forzoso le pasarán factura a JxC? ¿Habrá una fuga de adhesiones hacia otras alternativas? Nadie se atreve a predecir lo que ocurrirá porque el termómetro social, hoy, sube y baja con una virulencia preocupante. Con semejante inestabilidad emocional, cualquier paso en falso puede ser irreversible a cinco semanas de los comicios.
Por eso la campaña en Tucumán se desarrolla con más miedo que decisión política. Ningún postulante saca la cabeza por el temor a quedar expuesto y sufrir las consecuencias. Cada uno se mantiene dentro de su corralito de votantes y no sale de su zona de relativo confort. Todos coinciden, con mayor o menor convicción, que las elecciones se desarrollarán en el peor año desde aquella descomposición social de 2001/2002. Ante ese grado de deterioro, entonces, todos optan por la prudencia y especulan sobre cómo reaccionarán en las urnas el casi 1,3 millón de tucumanos habilitados para votar.
Así, lo que para algunos candidatos se presenta como una oportunidad y les abre expectativas, para otros refuerza la incertidumbre y aumenta el nerviosismo. De ahí que la pregunta se replique en todos los armados: ¿por cuántos votos competimos? En el oficialismo, responder esa duda es prácticamente una obsesión del vicegobernador Osvaldo Jaldo. El candidato recibe números casi todas las semanas y de cada rincón de la provincia. Su objetivo es alejarse de los 400.000 votos y acercarse a los 500.000. Es también el impulso que necesita Manzur para reflotar su proyecto nacional después del plantón al que lo sometió el albertismo.
En 2015, año del primer triunfo de Manzur y luego de una campaña signada por la paridad en las mediciones, la dupla Manzur-Jaldo se impuso a José Cano-Domingo Amaya por más de 111.000 votos. El oficialismo alcanzó los 491,951 votos (51,64%), mientras que el binomio del Acuerdo para el Bicentenario quedó en el segundo lugar con 380.418 votos (39,94%).
Cuatro años después, Manzur y Jaldo fueron reelectos de manera categórica: superaron los 512.000 sufragios (51,86%) y muy lejos quedó Silvia Elías de Pérez, con 201.000 votos (20,41%). Y el antecedente más reciente, el de 2021, es el que más incógnitas genera. Ocurre que en esa contienda legislativa nacional, el FdT con Rossana Chahla apenas superó los 406.000 votos (42,15%) y JxC, con Roberto Sánchez y Germán Alfaro, llegó a los 385.000 (39,94%).
¿Cuál es el espejo en el que deben mirarse el Frente de Todos y Juntos por el Cambio? En el oficialismo muchos creen que con el acuerdo entre Sánchez y Alfaro se puede reeditar un escenario similar al de 2015. Son pocos los entusiastas que vaticinan un resultado contundente como el 2019 y otros tantos los que tienen temor a que se reedite la paridad de hace dos años. Claro, aquí se debe hacer una salvedad: ese crecimiento de JxC se dio en una compulsa por bancas para el Congreso y en medio de la interna brutal entre Manzur y Jaldo. Hoy, lo que estará en juego es la supervivencia política de centenares de dirigentes peronistas en toda la provincia. Es decir, cada uno deberá cuidar lo suyo y eso, más allá de que las heridas sigan abiertas en el justicialismo, debería beneficiar a la fórmula gubernamental.
En cambio, dentro de Juntos por el Cambio las opiniones no son tan coincidentes. Muchos advierten que se perdió mucho tiempo y que se dilapidó confianza del electorado por las peleas en la definición de la fórmula. Y ese desgaste, entienden, se sentirá en esta elección. A esos agoreros le replican los optimistas que rodean al intendente capitalino y al diputado radical: aseguran –sin números- que la sociedad tomó bien el acuerdo alcanzado y que eso se reflejará en los cuartos oscuros con una elección pareja. Hay una cuestión que refuerza esa hipótesis: habrá muchos acoples legislativos dentro de JxC que empujarán a la fórmula. Eso sí, la estrategia es riesgosa porque la atomización en esta coalición podría hacerla perder bancas en manos del oficialismo, que tiene mucho más aceitado el sistema de colectoras. El temor de volver a quedarse sin la Casa de Gobierno y de perder voces en la Legislatura ya es exteriorizado por muchos referentes de este sector. Hoy, la relación de fuerzas dentro del recinto es abismal: de 49 parlamentarios, apenas 13 son de la oposición.
Pero hay vida más allá de estos dos grandes bloques y también expectativas, porque el clima de hostilidad y de hartazgo social aviva el entusiasmo del resto de la oposición. ¿Por cuántos votos compiten las otras cinco expresiones que presentarán candidatos a la Casa de Gobierno? En 2019, por ejemplo, en manos de las diferentes expresiones opositoras quedaron casi 160.000 sufragios: Ricardo Bussi había recogido 136.000 votos, la izquierda unos 11.000 y Federico Masso, como acople legislativo, cerca de 12.000.
En estos espacios están convencidos de que tendrán una mejor performance producto del traumático armado de Juntos por el Cambio. Bussi, por caso, se apoya en los réditos que pueda darle su alianza con Javier Milei y en fidelizar el voto liberal y de centro derecha que antes podría haber ido a JxC. Esta semana, inclusive, viajó a Brasil y recibió el apoyo de Eduardo Bolsonaro, el hijo del ex presidente de ese país. La polarización con el peronismo y el kirchnerismo es la gran apuesta del líder de Fuerza Republicana.
Masso, en tanto, confía en que los espacios progresistas desencantados con Sánchez y Alfaro, a partir de sus acuerdos con el PRO y con los sectores productivos como CREO, se volcarán a él. Además, a su doble candidatura (gobernador y legislador) sumó el trabajo territorial de Barrios de Pie. Lo que pueda pasar con la izquierda es todavía incierto. Sus dirigentes están convencidos de que la descomposición del tejido social, el aumento de la pobreza y el hastío de los trabajadores por la inflación representan una oportunidad para crecer. Así, para evitar la dispersión de esfuerzos, el Frente de Izquierda diseñó una estrategia focalizada centralmente en San Miguel de Tucumán, con la ilusión de obtener alguna banca. Política Obrera y Nos Une el Cambio, finalmente, son los que hasta aquí evidencian mayores dificultades para colarse en la oferta electoral.
Para todos, en definitiva, la elección del 14 de mayo representa una incógnita. Y el temor a recibir una cachetada en las urnas está latente.