Símbolo de vocación, de humildad y de igualdad, el lavatorio de los pies es uno de los rituales más solemnes de la Iglesia Católica. Ese acto conmemora y recuerda un signo de amor de Jesucristo hacia sus discípulos en la Última Cena. Sabiendo que su destino estaba marcado -dice el Evangelio- se quitó su manto y con él lavó uno por uno los pies de los 12 apóstoles. Esa ceremonia se repite cada Jueves Santo; ayer, fue el arzobispo Carlos Sánchez el encargado de oficiar la celebración, en Ranchillos.
La misa empezó a las 21; el horario, obviamente, no se elige al azar. Los Santos Oficios del Jueves Santo se celebran a la hora de la cena, como recuerdo de esa última comida que Cristo tuvo con sus discípulos. El lugar elegido fue la parroquia Espíritu Santo, ubicada a 25 kilómetros de San Miguel de Tucumán. Allí, Sánchez realizó el tradicional gesto a doce fieles: seis hombres y seis mujeres.
Ayudarnos
Pies descalzos, agua, una jarra, un cuenco y una toalla. Eso fue todo lo que hizo falta. Sin mayores artificios y en un silencio digno de la ceremonia, el arzobispo se arrodilló y empezó a repetir el gesto. El agua usada significa pureza y la acción del lavatorio simboliza representa un acto de sumisión; así como Cristo se mostró servicial y humilde, los humanos también pueden copiar esos gestos. En esa misma línea se expresó el Papa Francisco, que horas antes realizó la misma ceremonia en una cárcel de menores, en Roma. En una homilía improvisada ante los jóvenes, el Sumo Pontífice explicó que en la época de Jesús, lavarse los pies era costumbre al entrar en una casa antes de un banquete o de una reunión, ya que las calles estaban llenas de tierra y polvo. “¿Pero, ¿quién lavaba los pies? los esclavos, porque era trabajo de esclavos. Imagínense el asombro de los discípulos cuando vieron que Jesús empezaba a hacer esto de un esclavo”, dijo Francisco. “Jesús hoy, con esta celebración, quiere enseñarnos esta nobleza del corazón -destacó-; él nos enseñó a ayudarnos los unos a los otros y así la vida es más bella y se puede llevar mejor”.
“Es tan hermoso ayudarnos los unos a los otros, tendernos una mano, porque (esos) son gestos humanos, universales, que nacen de un corazón noble”, reflexionó.