El relato kirchnerista, se comprobó largamente, está terminado. Esta semana, sin embargo, quedó expuesto algo todavía más grave para la producción de la ficción política del oficialismo: a la matriz que sirve para fabricar justificaciones (y así jamás asumir la más mínima de las responsabilidades) se le rompió el molde.
La matriz del relato “K” no es ningún invento revolucionario: es un modelito del populismo vulgar y silvestre. Consiste en enfrentar desafíos complejos y proponer un facilismo irresponsable para solucionarlo. A estas alturas del tercer milenio, la ciencia política discute si el simplismo populista es parte de su genética demagógica o si, por el contrario, es el máximo esfuerzo intelectual que es capaz de lograr. Lo que sí es una certeza estadística es que con esa fórmula fracasan. Ante esa situación, el populismo busca un enemigo al cual echarle la culpa.
En esta primera semana de abril quedó en evidencia que el kirchnerismo se quedó, incluso, sin enemigos imaginarios. Entonces, salió con notoria desesperación a “fabricar” uno…
Herencia santacruceña
En 2007 empieza a mostrar fatiga la buena época de los grandes precios para los “commodities” del campo argentino. Pero el kirchnerismo, en nombre de la “distribución de la riqueza” (según la oposición, clientelismo) había llevado el gasto público a niveles inmanejables.
En lugar de morigerar el gasto estatal, fueron por las cajas públicas ya privatizadas. Encararon entonces la “argentinización de YPF” al grito de “soberanía energética”. Curiosa la incoherencia histórica: cuando en 1951 las petroleras de EEUU y Europa se niegan a refinar el “crudo” con el que la URSS pagaba el azúcar cubana, Fidel Castro respondía que el petróleo es petróleo, no importa de dónde venga. En la Argentina, en cambio, puede ser “soberano”, o no…
Para mayores incongruencias, no encararon entonces la estatización de la petrolera. Por el contrario, arremetieron con una reprivatización selectiva: el 25% de las acciones fueron entregadas al Grupo Petersen. Probablemente, le resultaba familiar a Néstor Kirchner: el grupo empresario de la familia Eskenazi está a cargo del Banco de Santa Cruz.
Por ese paquete, los Eskenazi pagaron media factura. El resto -se pautó- se iría descontando de los dividendos que debían recibir como accionistas. Con ese esquema, los Gobiernos “K” no compraron Coca-Cola, Apple ni Google de puro ociosos, nomás.
Era el preaviso del “vamos por todo”. En 2012 se concretó la estatización. Se caía el Congreso con las ovaciones a esa decisión. Una endemia de este país es cierta dirigenciadispuesta a aplaudir cualquier barbaridad. Gritaban, además, que el Estado iba a pagar sólo U$S 1.
Costó un poquito más. En 2014 el mismo gobierno acordó pagar U$S 5.000 millones a Repsol con bonos a 2033. Con intereses devengarán U$S 8.000 millones. Ese es el valor estimado, hoy, de toda la compañía. O sea, pagamos por el 51% de las acciones lo que vale el 100% de YPF.
La ex senadora nacional María Eugenia Estensoro hizo público que en 2015, último año del tercer gobierno “K”, las empresas Petersen Energía y Petersen Inversora, creadas en España por la familia Eskenazi para adquirir YPF, se declararon en quiebra e iniciaron una demanda judicial en Nueva York contra YPF y el Estado argentino. Plantearon que la estatización los perjudicó. En marzo de 2019, el gobierno de Cambiemos denunció en España a los Eskenazi y a Burford Capital por firmar un contrato presuntamente fraudulento para litigar contra el país. Después llegó el cuarto gobierno “K”. ¿Qué se sabe del pleito? Que hubo un fallo adverso en el juicio de los Eskenazi y Burford Capital: puede costarle a la Argentina U$S 20.000 millones.
O sea: la “soberanía energética” de los kirchneristasconsiste en que el grupo empresario elegido por “San Néstor” para “argentinizar YPF” obtenga en resarcimientos más del doble de lo que vale YPF, a pesar de que ingresó a la compañía con una cuarta parte de las acciones.
¿La respuesta “K”? El gobernador bonaerense Axel Kicillof, ministro de Economía de la última presidencia de Cristina, dijo que todo esto es una jugada de “la derecha” que quiere “que se privatice” YPF otra vez. Es dramática la senilidad histórica de ciertas figuras del peronismo: a YPF no la privatizó “la derecha” sino el peronismo, durante su capítulo menemista.
Los dibujantes
En el comienzo de mes se conoció otra noticia delfacilismo irresponsable. Durante la última presidencia de Cristina, la Argentina eludió el pago del “cupón del PBI”. En 2005, para atraer bonistas al megacanje de deuda que concretó Néstor, se lanzó ese instrumento financiero que el país les pagaba a los bonistas cuando el crecimiento de la economía era superior al 3,2%. En 2013, sin embargo, el Gobierno informó que, de repente, el país no había alcanzado ese índice.
Lo de “de repente” se debe a que el Indec, en febrero de ese año, había anunciado que el país había crecido un 4,9%, según la base de estimación que se usaba desde 1993. Pero el 27 de marzo, el ministro Kicillof (está disponible en YouTube) dice que “ahora” el PBI se calculaba con una nueva base, tomada del Censo Económico 2004. Y resultó que “ahora” el crecimiento había sido sólo del 3%. Es decir, dos décimas por debajo del “gatillo” que disparaba el cupón de “PBI”.
Esta semana, la Argentina perdió en los Tribunales de Londres un juicio iniciado por bonistas a los que el Gobierno les cambió las reglas de juego de un mes para otro. La sentencia ordena pagarles poco más de 1.300 millones de euros (son, casi, 1.500 millones de dólares).
¿La respuesta? Pablo Julio López, actual ministro de Hacienda de Kicillof, dijo que la Argentina perdió no por “dibujar” el PBI, sino por “un tecnicismo indefendible”. Eso sí, no explicó cuál es el “tecnicismo”, pero la culpa es de Twitter que sólo permite publicaciones breves.
Luego, agregó: “Los fondos buitres siempre obtienen sentencias de tribunales extranjeros que nunca se ajustan a derecho, pero sí a darles rentabilidades extraordinarias”.
El compañero Trump
El kirchnerismo como víctima de la Justicia es por donde, precisamente, se raja la matriz que fabrica el relato populista. Esta semana, justamente, fue cuando se rompió ese molde.
Lo del “lawfare” ya no trabaja más aquí. El cuentito de que los gobiernos “nacionales y populares” de América son perseguidos por los Tribunales, devenidos herramientas “destituyentes” de “la derecha”, estalló nada menos que en Estados Unidos. Esta semana, un “gran jurado” de Nueva York procesó y ordenó el arresto del ex presidente Trump. Y, por si hiciese falta aclararlo, él no es el “compañero Donald”. No es un líder del campo popular preocupado por la redistribución de la riqueza. Más bien, dedicó su vida a todo lo contrario.
La Justicia de EEUU convirtió al millonario de derechas en el primer presidente de ese país en ser sometido a una causa por la comisión de un delito. O sea, lo que los “K” llaman “lawfare” es igualdad ante la ley y procesamiento por la comisión de delitos prefigurados en la ley.
¿Y los “aliados del norte mandando refuerzos al partido judicial” argentino? Están ocupados en acusar a un ex mandatario de las antípocas ideológicas del kirchnerismo. ¿Cuál es el contexto en el poder político de EEUU? El presidente del país es católico y de centro izquierda. Si hubiese sido alguna vez un asalariado urbano sindicalizado, Joe Biden sería peronista en el exilio…
¿Entonces? Entonces se acabaron los enemigos imaginarios a los cuales echarles la culpa por los costos de las aventuras facilistas e irresponsables del populismo “nac&pop”.
Como agravante, está la pobreza creciente en pleno gobierno de los justicieros sociales. Y esa, no importan cuanto lo intente el relato, no es culpa de los Tribubales.
Ya no les creen
La pobreza y su hija más pérfida, la marginalidad, son el más lacerante e incontestable testimonio del fracaso sistémico del facilismo irresponsable del populismo argentino. Nuevamente, este abril otoñal rajó irremediablemente la matriz del relato “K”.
Asesinaron a un colectivero; sus compañeros hicieron un piquete; el ministro de Seguridad de Kicillof, Sergio Berni, se presentó; y, antes de que pudiera decir una palabra, fue agredido brutalmente. El ataque contra el funcionario no tiene justificativo alguno, como tampoco lo tiene la aberrante teoría conspirativa que ensayó el mismísimo gobernador de Buenos Aires.
Kicillof llegó a decir que se trataba de un ataque “inédito” que se perpetrara un homicidio en ocasión de robo en La Matanza. Y no tuvo pudor en sugerir que la semana anterior, la titular del PRO, Patricia Bullrich, había hablado de la inseguridad en el transporte público.
¿Los familiares de las miles de víctimas de la inseguridad de los últimos cuatro años, en toda la Argentina, también fueron mandadas a matar por Juntos por el Cambio?
Kicillof dice cualquier cosa porque el cuarto gobierno “K” es ya cualquier cosa. Fueron trabajadores peronistas, de uno de los gremios más peronistas de la Argentina (la UTA), los que agarraron a trompadas a un funcionario kirchnerista. Y Berni es, acaso, el más conspicuo representante del relato “K” que intenta convencer que el Gobierno de Alberto Fernández es “ajeno” a Cristina y compañía. “El que trajo al borracho que se lo lleve” fue uno de sus destratos. Seguido, en marzo, por la aclaración de que el jefe de Estado es peor que un “muerto político” porque “los muertos no molestan”. Malas noticias: ya no les creen.
A Berni, por cierto, del linchamiento no lo salvaron los “compas”, sino la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. Ylos periodistas de los medios “hegemónicos” que siempre “mienten”.
La matriz se rompió. Y el intento “K” de convertir a la oposición en el enemigo que planea asesinatos es la caricatura más grotesca y peligrosa de la política en la Argentina.
La tragedia “K” no consiste en tratar de “fabricar” un enemigo, sino en la imposibilidad de advertir que el verdadero enemigo del kirchnerismo es el propio kirchnerismo.