El Gran Premio de Australia es uno de esos que resultan incómodos de ver para los apasionados argentinos de “la máxima”, porque obligan a desvelarse o a acostarse temprano y poner el despertador. Dos horas después de la medianoche de hoy se llevará a cabo la clasificación en el circuito Albert Park, y a la misma hora del domingo comenzará la carrera propiamente dicha.
La tercera fecha del calendario llegará con algunos condimentos particulares. Uno de ellos es la nueva prohibición de que el personal de las escuderías se suba a los paredones del sector de la meta de llegada para celebrar, a fin de evitar el riesgo de que alguien pueda caerse a la pista.
Los otros son las internas que se vienen cocinando en algunas de las escuderías protagonistas. Empezando por la de Red Bull, que a pesar de su condición de gran favorito a llevarse todo en 2023, no logra conciliar los egos de sus dos figuras, Max Verstappen y Sergio Pérez. El neerlandés, campeón actual y primer piloto de la escudería austríaca, se quedó con la primera carrera del año, en Baréin, pero debió conformarse con el segundo lugar en Arabia Saudita, donde el ganador fue el mexicano. Que “Checo” tenga ambiciones propias en lugar de ponerse al servicio del éxito de Verstappen es interpretado por el entorno del neerlandés como una declaración de hostilidad. Uno de los atractivos del GP australiano será ver si el mexicano se mantiene en la postura de rivalizar con su compañero de equipo.
Y a eso se le suma la interna de Ferrari, propulsada por los malos resultados de Charles Leclerc y Carlos Sainz Jr. en Arabia. “Sabemos que debemos trabajar, pero no creo que haya un milagro este fin de semana”, anticipó el francés, resignado a otra floja performance del cavallino rampante y a la esperanza de que algo mejore para el GP de Azerbaiyán.