La pobreza no da tregua. Hasta fines de 2022, golpeó a cerca de 400.000 habitantes del aglomerado urbano del Gran Tucumán-Tafí Viejo. Más específicamente fueron 398.304 personas, que residente en 92.269 hogares, y que no pudieron reunir los ingresos mínimos para alimentarse y costearse los gastos básicos para sobrevivir. Representan el 43,5% de una población urbana estimada en 914.605 casos. En la comparación interanual, la pobreza calculada en el segundo semestre de 2022 subió casi un punto respecto de igual período de 2021. El informe difundido por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) señala, además, que en el promedio nacional, la tasa también creció del 37,3% al 39,2% en la comparación interanual.
El dato curioso es que, a diferencia de la tendencia nacional, la indigencia en Tucumán se redujo del 7,9% al 7,7%, con un total de 70.497 pobladores del conglomerado urbano que no pudieron reunir los ingresos mínimos para alimentarse. El economista y director en Tucumán del Instituto de Investigación Social, Económica y Política (ISEPCi), Ernesto Gómez Rossi, afirma a LA GACETA que el cuentapropismo ha permitido que, al sumar ingresos extras, menos familias hayan quedado expuestas a bajar escalones en la pirámide socioeconómica tucumana. “Y este es un fenómeno que no sólo se dio en los sectores más vulnerables o populares, sino también en la clase media que, a través del emprendedurismo o la venta en redes sociales o en ferias de productos para un mercado informal, han esquivar a la indigencia y tal vez a la pobreza. “Es probable que esas tasas peguen un salto en la medición de la primera mitad de este año, debido al incremento de los precios de los alimentos. La changa y los dispositivos estatales a través de programas sociales, tarjetas Alimentar o asignaciones universales han permitido que la indigencia se mantenga estacionada o descienda en las estadísticas porque, de otra manera, la fotografía hubiese sido más catastrófica con tanta inflación que padecemos”, señala Gómez Rossi.
La pobreza es más profunda en el Norte Grande que en otras regiones de la Argentina, salvo Concordia (Entre Ríos), donde el 55% de la población de ese aglomerado está por debajo de la línea de ingresos que le permitan abandonar el penúltimo peldaño de la pirámide socioeconómica.
Los datos difundidos por el Indec para el segundo semestre del año pasado muestran que, el NOA, Santiago del Estero-La Banda tiene el índice más elevado, con un 46,5% de su población urbano en la pobreza. Muy cerca está Catamarca, con un 44,3% y luego La Rioja, con un 44%. En el NEA, la situación de pobreza tampoco cede: en el Gran Resistencia, la tasa fue del 54%, la segunda más alta de la Argentina, mientras que en Corrientes trepó al 45,2%, según los datos oficiales.
La informalidad
Si bien la semana pasada, el Indec reportó que el mercado laboral de fines de 2022 aún no mostraba los efectos de la desaceleración económica de los últimos meses, los números de indigencia y pobreza dados a conocer oficialmente no son para nada sorpresivos, advierte Leopoldo Tornarolli, economista del CEDLAS de la Universidad de La Plata. “La elevada inflación, particularmente en la segunda mitad de 2022, hacía presagiar un aumento de la cantidad de población viviendo en situaciones de indigencia y pobreza. Esto era todavía más claro al observar la evolución de los precios de la Canasta Básica Alimentaria y la Canasta Básica total, los cuáles crecieron durante 2022 por encima de la inflación general”, explica el investigador de pobreza y desigualdad.
Por todo eso, el incremento de la pobreza en 2,7 puntos porcentuales respecto del primer semestre de 2022 se explica completamente por el deterioro del poder adquisitivo de los ingresos, más que por una caída en la cantidad de empleo que habría significado que los hogares no pueden conseguir ingresos. “La flexibilidad del mercado laboral informal permitió que los hogares consigan ingresos mes a mes, pero la elevada inflación deteriora el poder adquisitivo de esos ingresos y los hace insuficientes para alcanzar las canastas que determinan la condición de indigencia y pobreza”, acota Tornarolli.
Hacia adelante, los expertos observan que la situación luce aún más complicada y que es poco probable que durante este año electoral el mercado laboral conserve la misma dinámica de generación de empleo que tuvo durante el anterior. “Además, la inflación no da señales de que vaya a ceder en los próximos meses. En ese sentido, si la actividad economía se contrae en 2023 y la inflación no cede, el mercado laboral ya no va a actuar como un factor que compensa parcialmente la inflación como lo hizo en 2022, sino que, por el contrario, va a magnificar el impacto negativo que la misma tiene en las condiciones de vida de los hogares”, detalla el economista del CEDLAS.
“En la Argentina estamos viendo un fenómeno que hace unas décadas era impensado para nuestro país: el del trabajador pobre. Trabajar ya no asegura estar por encima de la línea de pobreza. A los que más perjudicó apostar por una economía cerrada, regulada y con impuestos altos es a los trabajadores. Desde agosto de 2017 hasta diciembre de 2022 el salario real cayó 23%; y la caída es de 41% si se toman los salarios privados no registrados”, remarca Eugenio Marí, economista jefe de la Fundación Libertad y Progreso.
Malas políticas
El elevado porcentaje de pobreza y de indigencia que muestran las estadísticas oficiales, son la consecuencia directa de la mala calidad de la política económica de los últimos años, señala a nuestro diario el economista Eduardo Robinson. “La alta inflación, que licua el poder adquisitivo; la escasez de inversiones que no expande la capacidad productiva y, por lo tanto, no incentiva la creación de empleo; la alta carga tributaria en el mercado laboral y el debilitamiento de los incentivos al trabajo explican esta delicada situación social”, detalla el consultor.
A su criterio, la economía argentina está estancada. “Las tasas de crecimiento de los primeros años de la década pasada se debieron a las inversiones producidas en los años previos a la caída de la convertibilidad. Después, con retrasos tarifarios, un deficiente clima de negocios, falta de reglas claras la economía argentina fue perdiendo atractivo para el capital productivo”, expone.
Según Robinson, como otros analistas, no hay que perder de vista que el 40% de pobreza y el 8% de indigencia se verifica en un contexto de incremento creciente de programas asistenciales. “Es claro, que la situación sería mucho más severa sin esta red de contención social que se hizo estructural, no coyuntural”, acota. “Sin un programa consistente de estabilización y crecimiento, no hay alta probabilidad de disminuir significativamente la pobreza”, completa.
El problema, según señala, es que la economía está en un círculo vicioso que las sucesivas administraciones no han podido revertir. Esto se traduce en una aguda inestabilidad macroeconómica, que no atrae inversiones, ni incentiva la creación de fuentes de trabajo. A su vez, el sector público se convierte en el principal empleador.
“Llevará mucho tiempo revertir este cuadro de pobreza y dependerá de los programas que se adopten. Tiene que haber mejor calidad de políticas públicas. De lo contrario, seguirá persistirá el círculo vicioso de la decadencia”, finaliza el consultor.