Falta muy poco para la disputa del primer Mundial de cestoball: será en mayo, en la ciudad india de Bangalore, y Tucumán cuenta con una fuerte presencia en el seleccionado argentino. Tucumana es la entrenadora (Melina Véliz) y tucumanos son cuatro de los 12 jugadores elegidos (Federico y Pablo, hermanos de Melina, Maximiliano Cuva y Gonzalo Suárez).
“A veces me preguntan qué es el cestoball para mí. Siento que es una elección de cómo vivir. Una escuela donde aprendí a sumar valores, convicciones, trabajo en equipo, respeto, compromiso y muchísima pasión”, resume Melina. Su familia es oriunda de la taficeña Villa Obrera y los tres hermanos son egresados de escuelas experimentales de la UNT: Melina (41 años) del Ismunt; Federico (29) de Agricultura y Pablo (34) del Instituto Técnico.
“Unos seis o siete años atrás en Tucumán existía apenas un puñado de jugadoras que se juntaban a pasar un buen rato. Con un trabajo a pulmón fuimos abriendo espacios en clubes y playones deportivos; mostrando nuestro deporte en escuelas y jornadas... Hoy Tucumán cuenta con más de 50 equipos en competencia, distribuidos por toda la provincia, con pequeños de 4 o 5 años hasta jugadoras y jugadores de más de 50”, destaca la entrenadora.
“Mi designación como directora técnica de la Selección es un privilegio y una inmensa responsabilidad -añade-. Será el primer Mundial en mas de 100 años. Atrás del lugar que hoy me toca ocupar siento que está el sueño de mucha gente que viene trabajando por el desarrollo del cestoball masculino. Como entrenadora me reconozco exigente. No por los resultados, sino con el compromiso y la entrega de mis jugadores”.
¿Cómo es la situación familiar para los Véliz? “Internamente, como equipo, no cambia nada -sostiene la DT-. Quienes entienden de cestoball y vieron cómo se desempeñan mis hermanos dentro y fuera de la cancha comparten la certeza de que esos lugares los ganaron a fuerza de sacrificio y competencia”.
“A la gente que quiera intentarlo, le diría que más allá de ser el deporte más argentino de todos (creado por Enrique Romero Brest), el cestoball es una garantía de valores que actualmente se están perdiendo: respeto, compromiso, honestidad, humildad y sobre todo realza el valor de la familia. Nuestro deporte saca lo mejor de lo humano, y lo que hoy necesita la sociedad es ser más humano, con el otro y con nosotros mismos”, destaca Federico.
“Jugar cestoball es increíble. Es hermoso y te sentís realmente en familia -agrega Pablo-. Si te gustan la adrenalina, la exigencia física y darlo todo hasta quedar vacío el cestoball es tu lugar. Vestir la celeste y blanca realmente es un sueño. Algo muy lejano hace un tiempo, pero hoy es una realidad en la que a veces no caigo”. (Producción periodística: Carlos Oardi)