Julio Romano se levantó con mucho frío. Era el lunes 20 de este mes. Se subió a su moto y fue hasta la policlínica de Banda del Río Salí para que un médico lo viera. Volvió a buscar ayuda al segundo y al tercer día. Aunque intentaba estar mejor, no lo lograba. El dengue le causaba más y más hemorragias, según cuenta la mamá, María Toledo. Ni siquiera llegó a despedirse de él. El sábado, mientras estaba internado, su hijo de 28 años le dijo que se sentía bien y quería volver a casa. Pero el domingo la llamaron para darle la peor noticia.
María, que parece una mujer fuerte, apenas puede mantenerse en pie. Tiene los ojos hinchados de tanto llorar. Según cuenta, Julio era el quinto de sus siete hijos. “Todavía no lo puedo creer. Fue todo tan rápido. Era muy sano; antes, solo había tenido covid dos veces”, explica la mujer, desde la galería de su casa ubicada en el barrio Santo Cristo II, a pocas cuadras del centro de la localidad del este tucumano.
En la vivienda de los Romano a todos les llama la atención el desenlace porque Julio era joven y saludable. Creen que se contagió la patología que transmite el mosquito Aedes aegypti a unas pocas cuadras de su casa, donde hay un zanjón lleno de basura e insectos. Él pasaba por ahí a diario para ir a trabajar, ya que era empleado de la construcción, o a visitar amigos.
La enfermedad se manifestó de forma implacable en su cuerpo. De acuerdo al relato de la mamá, perdió hasta el apetito. Al segundo día, el dolor de cabeza era tan fuerte que no podía soportarlo. Luego, empezó con vómitos. “Los médicos le dijeron que tuviera cuidado con la deshidratación. Tomaba líquido todo el tiempo. Pero el miércoles estuvo tan mal; se puso todo morado. Un vecino lo vio y lo llevó de urgencia al hospital del Este, donde quedó internado. Ahí le confirmaron con análisis que era dengue. Cuando fui a verlo me llamó la atención porque estaba lleno de moretones. Le hicieron transfusión de sangre. El se esforzaba por comer; quería mejorar. Lamentablemente no pudo salir; la doctora me contó que hizo tres paros y murió”, relata, apenas con un hilo de voz.
Para Andrea Tula, su cuñada, a Julio no lo atendieron en tiempo y forma y por eso su cuadro se agravó. “Además, ya pedimos que fumiguen por aquí. En el barrio hay muchos casos de dengue”, reclamó.
Todos quedaron con miedo al mosquito en la casa de Julio, cuya muerte fue la tercera notificada oficialmente por el Siprosa este año. Prenden espirales y usan repelentes todo el día. El temor tiene su explicación: la mamá de María tiene 101 años. “Si se contagia podría ser de altísimo riesgo”, dijo preocupada. “Para mi hijo, el dengue fue muy doloroso. No podríamos soportar otra pérdida”, sostuvo.
Impacto
“No camine por acá con pantalón corto; la van a picar los mosquitos y es un peligro”, advierte una voz desde una moto. La muerte de Romano tuvo un gran impacto entre los residentes del barrio ubicado a unos metros de la parroquia Santo Cristo. Desde hace un mes, la mayoría de las conversaciones son sobre el dengue. Basta con empezar a preguntar si conocen algún caso para que se multipliquen las historias en las cuadras de las calles Chubut, Reyes Católicos y Obispo Colombres, entre otras.
Para los vecinos, hay más de una muerte en la zona. Según dijeron, el principal problema es el canal que atraviesa la zona, que está repleto de basura y malezas. “La situación está bien complicada”, asegura Guillermo Leal, que vive en calle Chubut y pasaje Aragón, justo frente al zanjón. “Nosotros limpiamos todo, no tenemos recipientes con agua. Pero no es suficiente”, se queja.
En más de 300 metros del canal se puede comprobar lo que describen los vecinos: hay botellas de plástico y cacharros de todo tipo que pueden servirles a los mosquitos como criaderos. “En mi casa ya somos varios los que nos contagiamos. La pasamos muy mal. Es necesario frenar esto como sea”, exclamó Elsa Bazán.
¿Quiénes son las personas más expuestas?
La epidemia de dengue que comenzó en febrero en Tucumán suma más de 6.500 casos. “Estamos con un aumento de casos y esto se va a seguir dando por una serie de condiciones: en primer lugar, el calor, el cambio climático que ha hecho que estemos ya en pleno otoño y haya todavía altas temperaturas, este clima es un medio favorable para el mosquito, que necesita del calor para sobrevivir y para reproducirse. Por otro lado, se trata de un tipo virus de dengue que no estuvo circulando antes en Tucumán y eso permite que todos seamos susceptibles”, explicó el ministro de Salud de la Provincia, Luis Medina Ruiz.
El funcionario remarcó que hay cuatro serotipos de dengue. El DEN 2, que circula actualmente, es una variante aparentemente más agresiva, más virulenta y más contagiosa que las otras, afirmó.
“En general todos estamos expuestos, pero las personas jóvenes suelen estar más al aire libre, practicando deportes, caminando, trabajando y eso hace lógicamente que tengan más posibilidades de que los mosquitos los piquen”, sostuvo.
No obstante, aclaró que las personas que tienen comorbilidades, mayores de 65 años, niños y embarazadas deben extremar los cuidados, ya que tienen más predisposición a cursar una complicación al momento de un contagio.
El ministro aclaró que la fumigación sirve más que nada cuando es necesario matar al mosquito adulto que está volando en un lugar donde hay personas que tienen dengue. Lo más importante, en este momento, es eliminar de todas las casas los recipientes que puedan acumular agua, dijo.
Asimismo, aclaró que para mejorar la asistencia de pacientes con dengue en hospitales, CAPS, policlínicas y sanatorios se están generando mayores prestaciones y que incluso se están habilitando guardias nocturnas y de fin de semana.
“Es como si te pegaran con hierros en la cabeza”
Lo primero que sintió Mariela Herrera, de 50 años, fue dolor en la espalda y en el cuerpo. Luego, empezó a subir la temperatura de su cuerpo. “No podía estar parada”, dice la mujer, vecina del barrio Santo Cristo, en Banda del Río Salí, una de las localidades más afectadas por la epidemia de dengue.
“No aguanto más; es como si me hubieran dado una golpiza en todo el cuerpo”, compara Mariela. Apenas puede caminar por el pasillo hasta la puerta principal de su casa para mostrarnos la gran cantidad de basura acumulada en la zona.
“El dolor de cabeza es insoportable. Siento que me pegan con hierros. No tengo fuerzas ni para levantarme de la cama. Fui al médico y me dijo que tome paracetamol”, describe, antes de hablar de su preocupación actual: sus hijos Matías y Jazmín, ambos adolescentes, ya empezaron a manifestar los síntomas de la enfermedad. “Mi hijo sufre epilepsia y mi hija tiene miastenia, una enfermedad discapacitante que causa debilidad muscular. Ruego que no se agraven con el paso de los días”, expresó.