Son las 21.25 del jueves 23 de marzo, la Selección y Panamá están igualados en el entretiempo. Los más de 80.000 hinchas argentinos que coparon el Monumental esperan que algo suceda. Por momentos cantan, de pronto bajan las pulsaciones. Esta clase de partidos suele ser complicado para el espectador, sea neutral o no: cuando se enfrentan el poderoso y el humilde la apuesta siempre es acertar cuanto aguantará el equipo llamado a ser partenaire.
Fueron 77 minutos los que Panamá soportó en cero, tiempo suficiente para que una catarata de memes inundaran las redes sociales. “A esta altura en la final del Mundo Francia ya perdía 2-0 y con baile”, escribió un usuario en Twitter y tenía razón. La diferencia radica justamente en cómo se tomó el partido el seleccionado de Lionel Scaloni.
Poco y nada pasó en la primera etapa. A los 16 minutos un tiro libre de Lionel Messi explotó en el ángulo y a los 44’ Enzo Fernández exigió una volada espectacular de José Guerra. El equipo centroamericano se refugió muy cerca de su arquero y no dejó ni una rendija para que la “albiceleste” pudiera aprovechar. Tampoco es que el juego de Argentina haya sido arrollador, controló la pelota, desbordó, pero falló siempre en el centro atrás.
La tónica del segundo periodo no cambió. Argentina con la pelota y sin espacios, la visita replegada cerca del arquero, esperando un contragolpe que nunca llegó. El ingreso de Thiago Almada y de Paula Dybala le dio más juego asociado y mayor movilidad al ataque; entonces los espacios empezaron a aparecer, aunque siempre faltó el toque final para que los locales quedaran mano a mano Guerra.
A medida que los técnicos fueron haciendo cambios (seis por cada lado) la distancias entre los equipos fue creciendo. Panamá vino con un equipo alternativo y las modificaciones evidenciaron aún más la diferencia de jerarquía. El ingreso de Marcos Acuña le dio una variante más por la izquierda y fue la banda que eligió la Scaloneta para buscar la apertura del marcador en los últimos minutos.
Finalmente el partido se abrió por la pelota parada. A Messi el palo le negó por segunda vez el gol, pero apareció Almada y puso la casa en orden. La fiesta no podía terminar con un empate. Al cierre y con el resultado a favor el campeón del mundo apostó por el toqueteo para que los hinchas cantaran el “ole, ole” tradicional, pero faltaba más: Messi selló el 2-0 con un tiro libre maravilloso. Todo quedó entonces en una fulgurante armonía.