Los argentinos nos estamos acostumbrando a vivir con una inflación de tres dígitos interanuales. Los precios le tomaron una amplia ventaja en la carrera contra los ingresos y esto se observa cada vez que un consumidor va al supermercado, al almacén de barrio, a la verdulería o a la carnicería. Un billete de $ 1.000 por ejemplo hoy sirve para comprar dos kilos de banana o un kilo y medio de uva. También para adquirir dos gaseosas de tres litros de segunda marca. El precio de la carne sigue subiendo. Y, en algunos cortes, roza los $ 3.000. Un maple de 30 huevos ronda entre los $ 1.300 y los $ 1.700, según el tamaño. Los $ 160.000 mensuales que necesita una familia para no ser considerada pobre resultan insuficientes frente a tanto aumento sostenido de precios. Día tras día, los billetes pierden valor.
¿Cuál ha sido la pérdida del poder adquisitivo que sufrió nuestra moneda nacional desde que fue lanzada? ¿Con cuánto comprábamos al momento de lanzamiento de cada billete y qué nos alcanza hoy cuando pagamos con uno de $ 1.000, de $ 500 o de $ 2000?
El billete de $1.000 comenzó su curso legal el 30 de noviembre del 2017 con un valor nominal de $1.000. Proyecta finalizar el 2023 con un valor de $56.18, dice un reporte elaborado por Focus Market. Es decir, lo que en 2023 compras con $ 1.000 en noviembre de 2017 lo comprabas con $56.18.
"Los datos de la inflación de febrero son preocupantes pero los de Marzo parten de una variación general de precios del 6,5%. En enero pasado el déficit fiscal se multiplicó 12 veces en forma interanual. El mes pasado, la recaudación real cayó 9,8%. Esos vacíos se debieron cubrir con emisión monetaria e intentos de colocación de deuda local. La moneda encuentra más incertidumbre que confianza en el actual contexto y las pautas que exige el FMI para domesticar el gasto público y déficit fiscal parecerían que no alcanzan para poder disminuir el impacto sobre la pérdida de valor del peso argentino", señaló Damián Di Pace director de la consultora.
Los otros dos billetes de más alta denominación son el billete de $500 y $200, los cuales comenzaron su curso legal en junio de 2016 y octubre de ese año respectivamente este año terminarán equivaliendo a $ 20,80 de 2016 el billete de $500 y $ 8,58 pesos de 2016 el billete de $200.
Según Di Pace, a pesar de aumentar la nominalidad de los billetes estos pierden valor en menos tiempo debido a la inflación. Entre el timing de su creación en la casa de la moneda y su entrada en circulación, el billete ya nace devaluado. Eso sucederá con el billete de $ 2.000 que de acuerdo a su lanzamiento terminará valiendo en términos reales $ 1.000 de hoy hacia fines de año. La nominalidad es corroída por la inflación que deteriora el valor del dinero y poder adquisitivo del billete más rápido que los tiempos y planificación deliberada para su lanzamiento, explica.
"Nuestra economía tiene un problema importante porque comienza a disminuir la demanda del peso argentino en relación a su emisión y oferta en el mercado. Ese dinero excedente en el mercado en circulación por encima de lo que necesitamos para satisfacer las demandas de la economía está generando una pérdida de valor cada vez más veloz del peso argentino. A su vez, el contexto eleccionario y las internas políticas no colaboran en la generación de confianza y credibilidad por parte del gobierno para que su política fiscal y monetaria retomen la demanda de dinero ", afirmó Di Pace.
Según Focus Market, hoy el billete de $1.000 debería valer $ 10.000 para recuperar el poder adquisitivo de su lanzamiento en noviembre de 2017. Sólo de existir esa intención hacia fin de año perdería nuevamente valor para valer en términos reales $ 5.000. El problema es la emisión a destajo de billetes que cada vez valen menos a mayor ritmo en el tiempo. A su vez, controlar los precios que hacen referencia a los bienes que se pagan con nuestros billetes tampoco está brindando una solución.
"El gobierno no tuvo buena devolución por parte de los privados en la última licitación para la conversión de instrumentos de deuda. No resuelve el origen del problema que es el déficit fiscal. Incluso logrando descomprimir el horizonte financiero de deuda el gobierno deberá volver a imprimir pesos para financiar su déficit y colocar nueva deuda por lo cual resuelve parcialmente la situación. La inflación tiene un origen fiscal y monetario y lo que se está realizando es acotar la solución derivando el problema hacia adelante. El gobierno intenta morigerar impactos sobre la cotización del dólar paralelo por esta vía pero no lograr controlar la incertidumbre sobre la variación de precios en la economía con una moneda que sigue perdiendo valor frente a la divisa norteaméricana que además escasea en el mercado libre y único de cambios para darle certeza a la producción y comercialización de bienes y servicios en la economía", manifestó Di Pace.