Si el proceso de Martín Demichelis no hubiera sucedido a uno de los mejores de la historia de River, con Marcelo Gallardo a la cabeza, este equipo ya tendría a todos los hinchas en el bolsillo. Sin embargo, el simpatizante “millonario” hoy tiene la vara demasiada alta; el paladar negro y refinado. Por eso es que si bien celebra el buen arranque del nuevo entrenador, todavía lo mira de reojo.
Pero en números no hay con qué darle a este River. Desde el arranque del año disputó nueve partidos oficiales y anoche sumó la séptima victoria. Sí; tremendo. Sólo perdió contra Belgrano en Córdoba y en aquella fatídica jornada del Monumental contra Arsenal. El resto fue pura efectividad: triunfos en Santiago del Estero, en Victoria, en Lanús, por el Trofeo de Campeones, por la Copa Argentina y varios más en su renovada casa.
Enamorar al público ya es otra cosa. Primero porque se nota que es un equipo que está en pleno proceso formativo. Pero además porque el que conducía Gallardo imponía buen juego, intensidad, presión constante y contundencia. Mientras que el actual es ordenado, correcto, gana y suma; está perfecto, pero sus hinchas parecen siempre pedirle un poco más.
Ayer fue demasiado para un Godoy Cruz que pareció practicar otro deporte. No porque el “tomba” juegue mal al fútbol, sino porque parece hacerlo sin arcos.
Los dirigidos por Diego Flores manejaron bien la bola hasta tres cuartos de cancha, lugar en el que se les nublaban las ideas y no sabían cómo resolver las situaciones. En cambio, el dueño de casa de un estadio que cada día está más lindo e imponente fue todo lo contrario. River es un equipo pragmático que apunta y golpea.
Por eso cuando Lucas Beltrán marcó el 1-0 antes de la media hora de juego el partido pareció haberse definido. Fue un golazo por la jugada y, sobre todo, por la definición del delantero, con un giro preciso y letal en el área.
Pero si bien el “millonario” manejó el trámite, no terminó de sentenciarlo hasta que se encontró con dos penales. Beltrán marcó el 2-0 por esa vía y Esequiel Barco le quitó la chance de “llevarse la pelota”. El 3-0 confirma que este River es cosa seria. Gana casi siempre y está a tiro de la punta, mientras hace méritos para enamorar a su gente.