Carlos Duguech
Analista internacional
En el supermercado*
-¡Mamá, mirá, la misma campera de papá, “Christian Dior”, con la etiqueta “Made in china”! ¡Ya llevo 10 etiquetas!
-¡Vamos, hijo, no perdamos tiempo!
-Mirá mamá, los sombreros que te gustan, también Made in China. Mirá la etiqueta. ¡Ya van 11!
-Se nos hace tarde. Deja de andar buscando etiquetas. Y ponte bien el barbijo. ¡Hay que cuidarse del virus ese!
-Quiero completar la docena, mamá!
-Ya la completaste.
-¿Por el virus?
-Sí, Made in China, ¡También!
-Vamos a la caja a pagar ahora.
Nada más abarcativo que la etiqueta que nos informa sobre lo que compramos, (o que nos regalan). Casi todo, sea lo que fuere, proviene de China. Ese otro mundo del que teníamos noticia por su famosa muralla y de que es un enorme país, el más poblado del mundo. Para definir a China, desde el punto de vista occidental, bien cabría decir que es multiétnico (más de 50 etnias) además de multilingüe. Y no todas esas noticias se relacionan entre sí, lo que dificulta la intercomunicación.
Los datos generan vértigo por su inusitado tamaño. China equivale en población a ¡31 veces la de Argentina! Escapa, naturalmente, a nuestra comprensión llana de esas magnitudes comparativas. En superficie China es 3,5 veces la de Argentina. Y pese a lo que pudiera imaginarse, la relación existente entre la densidad poblacional de Argentina y la de China, asombra. En la configuración de estos indicadores -con información desde el Banco Mundial del año 2020- Argentina tiene 17 hab/km2. Mientras, China, ¡150/km2! Volvería a escribir Sarmiento: “El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión: el desierto la rodea en todas partes y se le insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado… la inmensidad por todas partes: inmensa la llanura, inmensos los bosques, inmensos los ríos, el horizonte siempre incierto”. Palabras iniciales de su “Facundo” (1845, desde su exilio, el segundo, en Chile).
Fórmula de paz de Ucrania
El propio presidente Zelenski elaboró una “fórmula de paz”, que fuera propuesta, entre otros, a nuestro país en ocasión de una conferencia virtual entre los viceministros de relaciones exteriores de Ucrania y Argentina. Sirvió de base para la propuesta de una conferencia entre los presidentes de Ucrania y Argentina, en julio de 2022. El punto principal ponía el acento en la restauración de la integridad territorial de Ucrania además de incursionar en un tema de riesgo: la investigación de los crímenes de guerra. Lo expresado virtualmente al viceministro argentino Tettamanti, fue expuesto, además, durante la cumbre de G20 (Indonesia, noviembre, 2022). Y especialmente al presidente Joe Biden, en Washington.
Lula, protagonista
A menos de 45 días de haber asumido la presidencia de Brasil -por tercera vez- Luiz Inacio Lula da Silva propuso integrar un grupo grande de países para analizar las posibilidades de acabar con la guerra Rusia-Ucrania. Pese a reconocer lo grave de la situación afirmó que no enviará armas a Ucrania. Preferimos -dijo- hablar de la paz posible que participar de la confrontación bélica. Y precisó -valentía de un estadista- que la legislación de su país impide sancionar a otros estados si tal acción no fuese sino una consecuencia de resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU (CS): Clarísima alusión al proceder de los EEUU. Mientras, debería lucir en la sede del CS “cerrado por guerra”.
Del total de 193 estados de la ONU, sólo China, Turquía a su tiempo, Brasil y la propia Ucrania, arrimaron un plan de paz. ¡Sólo 4 entre 193! El plan chino, en carrera.
Conocer China: 50 viajes
En su libro “China” (2011. Ed. Debate, Bs. As.) el ex secretario de Estado de EEUU -que en mayo próximo ¡cumplirá 100 años!- y Nobel de la Paz de 1973 por lograr el alto el fuego en Vietnam, (compartido con Le Duc Tho, líder vietnamita que se negó a recibirlo) despliega vastos aspectos del gigante asiático. Kissinger (”Nobel de la guerra”, según Tomás Eloy Martínez) relata sus 50 viajes a China. Ello posibilitó el encuentro entre el presidente Nixon y el líder Mao Zedong.
El eje del libro (600 pág.) atraviesa diferentes asuntos ligados a la relación EEUU-China, más que a la nación asiática con el resto del mundo. En el prefacio, el autor explica: “No siempre estoy de acuerdo con la perspectiva china, lo mismo le ocurrirá a los lectores”. Y luego una definición, contundente: “Pero es necesario comprenderla, porque China ejercerá una función muy importante en el mundo que empieza a vislumbrarse en el siglo XXI”.
Un autor que escribe sobre un país puede hacerlo desde la perspectiva del turista, del historiador, del sociólogo, del político. Lo singular de este caso, es que Kissinger fue enviado secretamente a Pekín por el presidente Nixon, (años 70) para restablecer el contacto con un país clave en la historia de Asia, con el que Estados Unidos no había tenido relaciones en más de 20 años. A partir de entonces, viaja a China ¡más de 50 veces! Nada puede brindarle más documentación a un investigador o gestor político que las vivencias directas con los protagonistas y las cercanías con las fuentes. Y si eso sucede a lo largo de “más de 50 ocasiones”, tal como lo expresa el autor en el prefacio. No pueden quedar dudas sobre el conocimiento alcanzado. Sólo recorrer los títulos de los capítulos del libro anticipa la profundidad del trabajo y lo que necesariamente abarca para hacer conocer no sólo a los estadounidenses sino a todo el mundo, esa realidad que es China, para algunos preocupantes y para otros atractiva. Y lo que se supone será en los tiempos venideros.
Perder 300 millones
En el enfoque sobre las relaciones EEUU-China, la sucesión de los distintos gobiernos, y las confrontaciones entre Moscú y Pekín, Kissinger incluye uno de los más inquietantes modos de ver la guerra por parte de un estadista. Da cuenta de que la conferencia de países comunistas que convocó Kruschev en Moscú (1957), fue la oportunidad de Mao (Xi Jinping se diferencia) para “llamar a las armas a sus colegas socialistas contra el imperialismo”. Y cita, textualmente, un asombroso posicionamiento frente a la guerra: “No tienen que asustarnos las bombas atómicas y los misiles, estalle la guerra que estalle -convencional o termonuclear-, la ganaremos. En cuanto a China, si los imperialistas desencadenan la guerra contra nosotros, podemos perder más de 300 millones de personas. ¿Qué importancia tiene? La guerra es la guerra. Pasarán los años, nos pondremos manos a la obra y engendraremos más hijos que antes”. Semejantes revelaciones maoístas son parte, entre otras, de la “singularidad china”. Generaciones de encumbrados dirigentes chinos pueblan con anécdotas y revelaciones asombrosas la diplomacia del país asiático y su autoconvencimiento de ser “desde siempre” lo que son, independientemente de los otros estados del planeta, de los de “afuera”. Enorme trabajo del equipo complejo y multidisciplinario de “Kissinger Associates Inc”, que ayudó en este denso libro. Quien esto escribe no puede dejar de incluir el último párrafo de un artículo del “muy tucumano” Tomás Eloy Martínez, publicado en “La Nación” el 3 de noviembre de 2002 bajo el título “Kissinger, premio Nobel de la guerra”. “Mientras Slobodan Milosevic, Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla han sido juzgados por crímenes contra la humanidad, el patriarca que amparó e inspiró a los dos últimos vive un otoño de paz, riqueza y fama. La historia, que ha condenado a todos los depredadores del siglo XX, tal vez deje indemne a Kissinger. La historia pertenece a quienes la escriben, y él todavía sigue allí, rehaciéndola a su medida”. Lo anticipó Tomás, el periodista.
(Parte del texto de esta columna que se refiere al libro “China” se publicó como comentario en LA GACETA Literaria, en 2012, por quien esto escribe.)
(*) De “Microrrelatos 2023” de C.D.