En los últimos dos partidos las acciones del nuevo San Martín cayeron de manera contundente; mucho más si se traza una comparación con lo que habían sido las primeras dos presentaciones oficiales de la temporada. En los duelos contra Nueva Chicago y contra Temperley, el equipo sólo rescató un punto sobre seis posibles y tan sólo convirtió un gol.
Por eso la excursión a la Isla Maciel aparece resaltada con marcador flúor en la hoja de ruta que tienen Iván Delfino y compañía. Retomar el buen juego, pero sobre todo volver a ganar, es más que una obligación para un equipo que se armó para pelear cosas importantes. Por ese motivo necesita recuperar el rumbo lo antes posible.
El estadio “Osvaldo Baletto” está enclavado en el corazón de la Isla, un barrio de Dock Sud (partido de Avellaneda) que no tiene buena fama. Todo lo contrario. Si bien está a sólo a 15 minutos en auto desde la Casa Rosada, se trata de un conglomerado de casas precarias, de gente humilde, de clase media-baja, al que no es para nada sencillo llegar. Los taxis le huyen a ingresar a un barrio en el que los guapos copan la parada; algo similar a lo que hace su hijo predilecto: el “candombero”. Porque San Telmo sabe muy bien eso de imponer las reglas en su territorio. Sí; en la Isla cualquier visitante es bien visitante.
San Martín lo sufrió en agosto del año pasado, cuando aquel equipo dirigido por Pablo De Muner, que intentaba asentarse entre los primeros puestos de la tabla, jugó uno de los peores partidos de la temporada. En el estadio que queda prácticamente debajo de un tramo de la autopista Buenos Aires-La Plata, el “santo” perdió 1-0 casi sin patear al arco y sin dar dos pases seguidos.
Más allá de que ese San Martín jugó un partido pobrísimo, olvidable; la casa de San Telmo no tiene precisamente uno de los mejores suelos de la categoría. Estadio modesto, cancha chica -por lo general en mal estado-, hinchada ruidosa y seguidora y un equipo que es el fiel reflejo de su gente: modesto, batallador y que intenta sobrevivir partido a partido.
Fabián Lisa, el entrenador que es casi un prócer en la institución, retomó el mando a mediados de la pasada temporada cuando el equipo parecía encaminado a irse al descenso. Lo salvó; pero ahora, con un plantel remozado, no puede encontrar el rumbo. Hasta acá, el “candombero” sumó sólo dos puntos sobre 15 y está en el último lugar de la zona A.
En lo estrictamente futbolístico, Lisa va a lo seguro. Su idea, más allá de que por ahora el equipo no la haya podido imponer casi en ningún partido, es clara y sencilla. Tratar de blindar su arco y lanzar la pelota hacia arriba para intentar imponerse en la segunda jugada. Con esa receta le ganó el año pasado a San Martín y ese es el camino que continúa eligiendo; por lo que la concentración debe ser un punto clave para el “santo”. Justo el punto en el que Delfino viene intentando poner mucho énfasis durante el último tiempo.
En el “Osvaldo Baletto” hay otro punto que en muchos partidos es importantísimo; tanto en acciones de defensa como de ataque: la pelota parada.
El “santo” por ahora no pudo imponer esa condición en el arco de enfrente, pero sufrió por esa vía en dos juegos. All Boys y Temperley le convirtieron a la salida de una jugada de pizarrón; además, Nueva Chicago le marcó luego de un despeje desatinado tras un córner. Por eso, ajustar ese detalle puede entregarle a San Martín una de las posibles llaves que le permitirá salir airoso de su visita a la Isla.
Si bien el “candombero” navega sin rumbo, la parada del lunes no será nada sencilla para San Martín. En una cancha complicada, en medio de un clima hostil y ante un equipo que puede tener miles de limitaciones, pero que deja el alma en cada juego, los dirigidos por Delfino tendrán que mostrar la chapa que tanto intentan ostentar.
En Bolívar y Pellegrini saben que estos son los partidos que muchas veces marcan la diferencia o inclinan la balanza al final del camino. Por todo esto, el “santo” no puede volver a fallar; de una vez por todas necesita levantar cabeza.