“Gran cantidad de elementos contaminantes que pueden llegar a nuestra red de agua potable no son biodegradables, es decir, no tienen la capacidad de descomponerse de manera natural en poco tiempo”, explica el doctor Oscar Marín Ramírez, docente/investigador de la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología de la UNT e investigador del Conicet NOA Sur en el Instituto del Física del Noroeste Argentino (Infinoa), que depende del Conicet y de la UNT, en un comunicado de prensa del organismo.
“Por eso investigamos cómo podemos lograr procesos no convencionales de degradación, utilizando estructuras nanoscópicas formadas por materiales semiconductores que pueden ser amigables con el ambiente, por ejemplo, óxido de zinc (ZnO), y que permiten degradar sustancias químicas. Se llaman nanoestructuras catalizadoras”, agrega el científico.
Marín Ramírez es el responsable de la línea de investigación en materiales nanoestructurados para aplicaciones ambientales, inserta en el grupo Nanoproject, dirigido a su vez por los doctores David Comedi y Mónica Tirado. También interviene la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología (Facet) junto con la UNT y el Conicet.
Con Marín Ramírez colaboran los estudiantes doctorales Daniel Pais -químico industrial- y Claudio Lauxmann -ingeniero electrónico-, y el estudiante de Licenciatura en Física Matías Cornet, lo que demuestra que es una línea multidisciplinar.
El principal objetivo de este equipo es fabricar materiales nanoestructurados con propiedades físicas y químicas que tengan un impacto no sólo en el análisis de variables, sino también en la remediación de sistemas ambientales, es decir, en el conjunto de operaciones que se realizan para recuperar la calidad de los sistemas ambientales contaminados.
¿Qué son esos materiales?
Se trata de sistemas compuestos por partículas con un diámetro hasta 1.000 veces menor que el de un cabello humano, y cuyas propiedades físicas y químicas pueden ser controladas desde su fabricación en el laboratorio. Entre muchas de sus aplicaciones se encuentran la remediación ambiental o el monitoreo de variables que impactan en el ambiente, como temperatura, intensidad de luz, composición química, etcétera.
“Nuestras investigaciones buscan estudiar el camino por el cual se forman las nanoestructuras de diferentes materiales y cómo se ordenan a escala atómica; queremos entender cuáles son sus características físicas y químicas, y cómo estás se pueden modificar desde su fabricación. Esta información nos es útil para diseñar materiales que puedan tener aplicaciones específicas, por ejemplo, la capacidad de detectar sustancias químicas o de degradar contaminantes presentes en el ambiente”, subraya Marín Ramírez.
“Un objetivo que nos guía es la utilización de la nanotecnología para prevenir problemas ambientales tanto en la provincia de Tucumán, como en otros lugares de la República Argentina. Queremos adelantarnos a que surjan en un futuro cercano los que ya se padecen en otros lugares del planeta. Por ejemplo, en Europa y en EE.UU. están monitoreando constantemente sus grandes cuerpos de agua, pues van hallando altas concentraciones de contaminantes emergentes, como medicamentos, drogas de abuso y hormonas. Estos no son degradados por los procesos convencionales de potabilización y tienen la capacidad de llegar a la red de agua de consumo masivo”, agrega el investigador y advierte que problemas de este tipo puede llegar a surgir en nuestra región. “Es nuestro deber diseñar procesos que puedan ayudarnos a resolverlos”, añade.
Por otro lado, señala que los plaguicidas que se usan en los cultivos de limón y de caña de azúcar, y que luego son arrastrados por las lluvias, pueden contaminar napas subterráneas, y así afectar el agua de consumo. “En ese sentido queremos, desde la física, generar conocimiento que pueda aportar soluciones a la contaminación, y fomentar la aplicación de la ciencia y la tecnología de una forma socialmente responsable”, finaliza.