El caligrama del espantapájaros de Oliverio Girondo vendría bien para explicar las idas y vueltas con El Cadillal. “Yo no sé nada /tú no sabes nada…/nosotros no sabemos nada”. La desorientación que ha seguido a la revelación de la crisis de la presa número 3 del dique, afectada por filtraciones –según se dijo primero- y por asentamientos –según se informó después- ha derivado en tormentas de salón (sesión de Legislatura incluida y advertencias catastróficas de la Municipalidad capitalina sobre lo que ocurriría si El Cadillal se desbordara sobre la ciudad). Luego ha derivado en cierta indiferencia, a partir del 9 de febrero, cuando el titular del Organismo Regulador de Seguridad de Presas (Orsep), Adriano Álvaro Borus, dijo que la presa N° 3 “está segura y nunca ha sido declarada en estado de emergencia”. ¿Por qué tanto ruido, entonces? Parece el cantar de las ranas de Girondo: “Y subo las escaleras arriba/y bajo las escaleras abajo/ ¿Allí está?/ ¡Aquí no está!”.
Filtraciones filtradas
En primer lugar hubo sordo ruido. Fue el año pasado, cuando los organismos del Gobierno se reunieron varias veces para analizar el tema de las “filtraciones”. La información se filtró desordenadamente; parecía que se trataba del murallón y algo de inquietud flotaba en el ambiente. Aún no se sabía públicamente que el organismo de control de presas –el Orsep- había detectado en 2021 los problemas de la presa 3 (una chiquita que está cerca de la chimenea y del embarcadero) y que la concesionaria del mantenimiento del embalse, la Hidroeléctrica Tucumán, no había resuelto el problema. Otro sordo ruido; no se explicó por qué el Orsep, que dice haber multado varias veces a la concesionaria por incumplimientos, esperó hasta septiembre del 22 para intimarla a hacer los arreglos. Un ruido más: la Hidroeléctrica respondió que podía hacer los arreglos pero que no tenía capacidad económica para ello. Un nuevo sordo ruido: nadie del Gobierno nacional (que controla al Orsep) ni del Gobierno provincial –que decidió hacerse cargo del arreglo para cobrárselo después a la concesionaria- explicó qué pasa con el seguro que debe tener la empresa ni por qué carece de capacidad económica, si recauda por la venta de electricidad de las presas, que entrega a la distribuidora Cammesa. En Tucumán administra tres, y en Santiago del Estero se ocupa del embalse Frontal. ¿Por qué no tiene plata? Cric, cric, dirían las ranas.
Villa sin agua potable
En enero el ruido se sintió fuerte, cuando el gobernador interino Osvaldo Jaldo dijo que se ocuparía de que la Provincia pague la obra. Así, se convocó a cotejo de precios (invitaron a las empresas que quisieron) y se hizo contratación directa, no licitación. La excusa para actuar así fue la emergencia. Otro ruido: ¿hay realmente emergencia, después de lo que dijo Borus? ¿Hay apuro para encargar un trabajo de unos $ 700 millones? Cuando LA GACETA fue a hablar con los vecinos que están debajo de la presa 3, estos dijeron no saber nada. Eso sí, reclamaron que esos barrios que están a la par del embalse no tienen agua y se ven obligados a comprarla. Su problema es diferente del asunto de las filtraciones, que ellos conocen. Dicen que siempre se filtró agua y de hecho la presa 3 tiene un arroyito que sale de abajo del dique y que unos dos kilómetros más abajo, en el barrio Vallecito, ya es un zanjón.
El dique ya atravesó otras crisis que parecían terminales. En 1998 fue el problema del manganeso y los expertos dijeron que, con una colmatación del 28%, se agotaba la vida útil del embalse (LA GACETA, 19/10/98). En 1999, el entonces titular del Ersact, Daniel Arancibia, decía que El Cadillal “en cinco o 10 años puede alcanzar un punto crítico” y recomendaba reflotar el proyecto del dique Potrero de las Tablas (LA GACETA, 30/09/99). Ahí está el Potrero de las Tablas, que sigue en proyecto, y acá está El Cadillal, hoy con una colmatación que supera el 40%, vivito y coleando.
Desmentida en el Orsep
Ahora el problema, según se explicó, radica en que el asentamiento del terreno en la presa 3 se acrecentó de modo inquietante en 2022 y como no saben dónde está el problema habrá que tantear por abajo del terreno. Por ello es importante conocer la forma en que se hará el trabajo. El Orsep puso la responsabilidad de definir la tarea y la capacidad de las empresas para hacerla en un ingeniero del Comahue, Silvio Luciano Nervi, quien señaló –en un informe técnico- que había una empresa con capacidad para esto (no fue la elegida finalmente) y que contratar a otra (la que fue elegida) podía significar costos adicionales millonarios, en el caso probable de que hubiera que hacer “perforaciones inclinadas” y usar “taladros adicionales”. A él lo desmintió Borus, su propio jefe. Cric, cric. Nervi envió su informe el 3 de febrero a la comisión de preadjudicación, al mismo Borus (seis días antes de que éste lo desmintiese) y a la jefa regional del Orsep, Hebe Barber. Dicen que Borus vendrá a Tucumán para el comienzo de las obras. Habrá que preguntarle al respecto.
Como sea, esta semana se supo que las trabas burocráticas han demorado el comienzo de la obra: la UTE de las empresas Mercovial y Sabavisa no estaba todavía constituida. Hace dos días llegaron las máquinas para el trabajo y el ministro de Obras y Servicios Públicos, Fabián Soria, estimó que para fines de esta semana (¿el 12 de marzo?) pueden arrancar las tareas. Nuevo ruido: cuando se otorgó el trabajo se dijo que debía comenzar el 15 de febrero y que la UTE se había comprometido a hacerlo en cuatro meses (120 días). Ahora se hará un mes más tarde y, según cálculos oficiales, demorará 150 días (cinco meses). Cric, cric.
Entre la falta y el exceso
Todo esto encierra una gran contradicción. Por un lado, la falta de agua, que va a afectar a los ingenios y a los productores. Para evitar riesgos con la presa 3, el Orsep indicó que se debe mantener el nivel de agua no más arriba de la cota 601 y para eso, probablemente, han estado bailando la danza de la sequía, para que no llueva y se pueda hacer el arreglo. Pero esto agrava la situación para los productores, ya desde 2022 afectados por la sequía, que no recibirán líquido para riego. Los productores y los ingenios están espantados frente a un año que se avizora lóbrego y seco. El nivel del dique está en la cota 599,6. Muy bajo. En el Gobierno se reunieron el jueves para tratar el problema de la falta de agua y al mismo tiempo temen que la danza de la lluvia haga levantar el nivel y sea necesario abrir las esclusas debajo de la usina y arrojar el sobrante al río Salí. Con lo cual se podría generar problemas de una excesiva presión sobre los cuatro puentes del río, según advirtió el legislador radical José Ricardo Ascárate.
Es decir, acá hay un gran ruido: se teme que no haya agua para riego y para la industria (porque estamos dos metros debajo de la cota 601), y al mismo tiempo se teme que, si llueve mucho, haya que deshacerse del exceso por encima de la 601. “Y subo las escaleras arriba/ Y bajo las escaleras abajo”, dirían las ranas de Girondo. Por otra parte, esto implicaría un faltante de agua durante el otoño y el invierno (si comenzaran los trabajos el 15 de marzo, en teoría se terminarían el 15 de julio) y El Cadillal sólo estaría en condiciones de funcionar con normalidad en agosto, septiembre y octubre, que son los meses de mayor sequía en Tucumán. Pero en esos momentos estará semivacío. No habrá agua hasta fin de año. Habrá que bailar la danza de la lluvia en serio, y sólo entonces cantarán de verdad las ranas.