Autoritarismo. Prohibición. Moralismo. Intolerancia. Existe desde siempre. Y quienes la ejercen, desde una situación de poder, suelen ser a menudo más papistas que el Papa. Vigilar la moral, proteger las almas de los malos pensamientos, son argumentos que suelen usarse para justificar la censura. En esta ocasión, la editorial británica Puffin Books y la Roald Dahl Story Company -herederos del novelista- han decidido eliminar contenidos que consideran discriminatorios de las obras del escritor británico Roald Dahl (1916-1990), mentor de “Charlie y la fábrica de chocolate”, “Matilda” y “Las brujas”, textos que se han convertido en clásicos en la literatura infanto-juvenil. Se argumenta que hay que actualizarlos a los tiempos que corren, cuidando las minorías, eliminando las referencias al género, modificando los calificativos al físico de los personajes, entre otros aspectos. La decisión ha generado una estridente controversia en el ambiente literario y editorial, en tiempos en que el arte y el destino de los individuos parecen depender del dios mercado. Ante la avalancha de críticas, la editorial anunció que pondría a disposición de los lectores las dos versiones: la corregida y la original. La impunidad mercantilista avanza, mientras Dahl ya no puede defenderse.
“El primer pensamiento es cómo se vuelve a poner en cuestión la literatura, más allá del posicionamiento de un autor clásico; a ningún clásico se lo adapta de acuerdo al contexto, en este caso, lo que vuelve a ponerse en cuestión es el estatus de la literatura infantil con un falso argumento, que es el de cierta corrección política, un cambio que busca ser como más instructivo, pero que en realidad muestra una censura a una forma y también una búsqueda de cómo simplificar esa mirada completa del autor en clave de su tiempo. Me parece que ahí se subestima otra vez al lector. Esa siempre es la amenaza que acecha a la literatura infantil y juvenil, la subestimación de ese lector que muchas veces recibe cosas de acuerdo al mercado, a los criterios de los adultos y que eso esté digerido de otra manera. En realidad, es una forma de manipulación de la infancia, de los lectores, ese tipo de movimiento no se hace con la literatura para adultos y tampoco tendría por qué hacerse con la literatura para niños”, sostiene Laura Rafaela García, doctora en Letras, investigadora del Conicet, jefa de trabajos prácticos en la materia Introducción a la Investigación Literaria y a cargo de la optativa Literatura Infantil y Juvenil, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.
- Hay cuentos clásicos para chicos, bastante truculentos, que han vencido el tiempo y han sido manoseados o reformulados para atenuar sus efectos, olvidando que la literatura es una sola.
- Exactamente, ese argumento como punto de partida y creo que, al tratar de modificar las formas, las denominaciones, se está poniendo en cuestión la posibilidad de que el lector haga eso por su propia cuenta, entonces se trata de presentar una realidad en la perspectiva del adulto, y se interrumpe ese encuentro del texto con el lector.
- Podría ser una estrategia editorial para volver a vender masivamente las obras de Dahl.
- Estamos en un momento en que la literatura para las infancias tiene un precio importante en el mercado y eso no se puede desconocer, entonces resulta como una estrategia, ver qué es lo que va a llamar la atención, tiene que ver con intereses económicos. Leí que van a hacer las dos versiones: la clásica y la otra con modificaciones, para que el lector elija. Pero se está falseando la verdad, en todo caso, siguen haciendo lo que quieren y también me parece que ponen en cuestión a un autor que es incuestionable, les hace ruido desde la transgresión que implica, entonces esa manipulación de un autor consagrado da para pensar que es una estrategia comercial de la editorial, como dice usted, la literatura es una sola.
- Hubo un avance polémico en estas cuestiones de género, que trata de imponer modificaciones en el lenguaje, con el argumento de que este debe adaptarse a la realidad actual de las minorías y ser inclusivo. Por ejemplo, en los libros de Dahl, un personaje ya no es gordo, sino enorme, y se han eliminado las palabras “blanco, negro, loco y demente”.
- Incluso los sectores más conservadores en la selección de textos para chicos tampoco estarían de acuerdo con este tipo de modificaciones de un autor clásico. Hay nombres, autores, textos incuestionables, que este tipo de falsa corrección -para mí política- genera diferencias en obras que no deberían tocarse por la trayectoria, por la vigencia en el tiempo. Se puede pensar como una estrategia comercial, que busca responder a los cambios de este tiempo, pero sin duda, vuelve a poner en cuestión el estatus de la literatura como acontecimiento estético o hecho artístico.
- ¿Hacia dónde va la literatura infanto-juvenil?
- Como en todos los tiempos, estamos en una convivencia de distintos paradigmas. Todo el aporte de las editoriales independientes con esta renovación temática y estética en la forma, desde lo artístico, tiene que ver también con buscar ser parte, como un eco, de la experiencia real de los lectores, que dé cuenta de la experiencia de este tiempo. En la medida en que eso está pensado como hecho artístico, se conserva la esencia y pierde la posibilidad de llegar a ser objeto de manipulación. Entonces creo que vuelve a propiciar lo que es la literatura: el encuentro con la palabra y el acontecimiento de la lectura. La celebración de ese tiempo y el encuentro de ese tipo de planteos dan cuenta de cómo uno percibe la realidad y también repercute en la forma en la que uno está viviendo, que tiene que ver con el lenguaje, con la diversidad, la diversidad sexual, genérica. En algún punto, sí creo que la literatura se hace eco de eso, pero en la medida que eso no sea unívoco o direccionado, tiene más posibilidades de que parta de la literatura, de poder considerar esa esencia estética y que sea ese tipo de experiencias las que privilegien autores, editoriales.
- Vivimos en una sociedad, prisionera del mercado y del consumo, se busca vender lo que sea, independientemente de la calidad.
- Esas son las búsquedas del mercado, es algo que hay que reconocer cuando uno piensa en el campo la literatura infantil juvenil, ahí están las disputas culturales más importantes y hay que poder verlas, y no asumir ese lugar con cierta ingenuidad al pensar la literatura para la infancia, porque esto no se corresponde con los tiempos que vivimos. No hay nada de ingenuidad ni en ese producto, que es comercial, ni en las disputas de ese campo con la toma de posesiones.
El autor
Nacido en Gales, Roald Dahl (1916-1990) fue piloto durante la Segunda Guerra Mundial. Es autor de “Charlie y la fábrica de chocolate” (1964), obra que lo hizo famoso entre los jóvenes de todo el mundo; “Los gremlins”; “James y el melocotón gigante”; “El dedo mágico”; “Charlie y el gran ascensor de cristal”; “El enorme cocodrilo”; “El gran gigante bonachón”; “Las Brujas”; “La jirafa, el pelícano y el mono”; “Matilda; Cuentos en verso para niños perversos” y “El vicario que hablaba al revés”, entre otros textos. Escribió poemas, guiones para cine y televisión, y una obra teatral.
Punto de vista
Mantener la obra original
Alejandra Burzac Sáenz, escritora, editora, presidenta de la SADE Tucumán.
La literatura infantil experimenta cambios, como la sociedad. De un tiempo a esta parte ya no hablamos de infancia, sino de infancias. Los textos infantiles de la mano de nuevos autores incorporan elementos nuevos, acordes a estos cambios sociales y culturales.
Hace poco, después de que la editorial británica Puffin Books anunciara que la obra de Roald Dahl sería modificada para eliminar todo lenguaje que pueda ser considerado ofensivo, se disparó el debate por la reescritura de obras clásicas
En cuanto a esto, son varias las posiciones que podemos tomar los escritores, los editores, los que tenemos como elemento de creación la palabra. Algunos pueden estar de acuerdo con la decisión de la reescritura, un ejercicio que, por otra parte, han experimentado ya libros infantiles y juveniles, acompañados de nuevas versiones de cuentos tradicionales. En mi caso me inclino por la contextualización de la obra original. Es decir, mantenerla como está, sumando un texto explicativo que ponga al lector en conocimiento del tiempo en el que fue escrito -sus circunstancias concretas-. O bien proponer a los padres, docentes o mayores a cargo que informen, charlen o debatan respecto de los cambios que como sociedad hemos atravesado que pueden hacer que algunas personas en este nuevo paradigma social se sientan agredidos, incómodos, cuestionados, estigmatizados con algunos términos utilizados por el autor.