El fin de las vacaciones está a la vuelta de la esquina. Hay que armar las mochilas y preparar los uniformes. Se acabaron los horarios flexibles para las comidas, para acostarse a dormir y para el uso de la tecnología. Hay que acomodar también toda la rutina familiar de cara al inicio clases, este miércoles. Algunos padres tienen que diseñar un auténtico “fixture” de horarios semanales para cumplir con los requerimientos escolares y extraescolares. Es un momento del año que se vive con una mezcla de ansiedad, expectativas, miedos y, a veces, con mucho estrés.
En la casa de Lorena Juárez, que tiene tres hijos, los preparativos arrancaron hace varios días con la compra de útiles y algunas prendas del uniforme, especialmente de su hijo Lucas, que este año arranca la secundaria. También estuvieron organizando las carpetas y las cartucheras.
Después de haberse relajado durante tres meses, ahora fue un desafío volver a instalar hábitos de sueño y de alimentación, cuenta Lorena. “Por eso, la última semana, ya los estuve levantando más temprano y acordamos que el celular no se usa más desde las 11 de la noche en adelante. De esta manera, se van preparando para el miércoles, así se pueden despertar temprano y no van como zoombies al colegio”, explica la mamá.
“Esta organización nos provoca ansiedad; también pensar cómo haremos para lograr espacios de encuentro familiar. Mi esposo y yo trabajamos y tenemos que adaptar nuestros tiempos. Todo cambia desde marzo; seguramente al comienzo vamos a tambalear un poco hasta rearmar las cosas”, admite.
Además, le importa acompañar emocionalmente a Bernardita, Sophia y a Lucas. “Cada uno tiene distintas sensaciones y necesidades frente al comienzo de clases. Como todos los chicos; algunos están felices, otros tienen temores”, remarca Juárez, que es maestra jardinera. Precisamente por su experiencia, lo que siempre aconseja a los papás es tener paciencia. Y generar hábitos y responsabilidades en los chicos a la hora de las tareas.
Mucha paciencia. Eso es previsamente lo que Mariana Ponce va a necesitar este comienzo de clases, confiesa. Benjamín, el más chico de sus hijos (“y el más mimado”, según admite) comienza jardín de 4 años y no quiere saber nada con ir a la escuela. La hermanita, Rosario, arranca primer grado. Y el más grande, Martín, comienza la secundaria. “Todos en el mismo colegio, pero con horarios distintos. En el caso del más grande pude conseguir hacer pool con otros papás”, cuenta la mamá, que es empleada pública. “Con mi esposo ya dijimos: nos tendremos que 'hacer chicle' para cumplir con todo: llevarlos, buscarlos, las tareas, el club, los médicos, etécera. Estoy estresada de solo pensar en todo eso, y en toda la plata que necesitamos para el arranque. Nos tuvimos que endeudar porque está todo carísimo”, detalla.
Los buenos deseos van a clase
Vamos a extrañar los días sin horarios y pasar más tiempo juntos. Vamos a lamentar tener que madrugar y andar a las corridas, renegando con el tránsito. A todos, padres y chicos, nos cuesta el comienzo de clases. No obstante, hay algo fundamental: cargar las mochila de buenos deseos y expectativos. Hay que celebrar con alegría el comienzo de clases, aconseja la psicopedagoga Natalia Jiménez Terán.
“Es común que en esta época las ansiedades, expectativas y temores se instalen en los hogares, tanto en niños como papás. Pero los papas tienen la tarea y el desafío de motivar, en lugar de entorpecer este proceso de adaptación a la vuelta a clases”, asegura la experta.
El cambio de horarios no debe ser abrupto sino lo más gradual posible, especialmente entre los chicos que cambian de escuela o de nivel: ingreso al jardín, a primer grado, o a primer año de la secundaria. Además, hay que establecer un momento del día para la comunicación familiar, sostiene la especialista.
“Es bueno arrancar una semana antes con la adaptación. Por ejemplo, restablecer el horario en el que se acuestan y se levantan y de las comidas. Además es muy importante adquirir con anticipación útiles y uniformes porque eso evita mucho estrés”, sugiere.
En este camino ayudan las tareas como preparar juntos la mochila y hacer un listado de los útiles necesarios, lo que permite que el niño se apropie de su proceso de aprendizaje, reconozca sus materiales y se motive, resalta.
Otro punto importante es la actitud positiva de los papás. Los hijos miran a los adultos: el entusiasmo y dedicación con que los progenitores se preparan para el nuevo año escolar es contagioso.
“Hay que tener cuidado en nuestras conversaciones. Si por ejemplo decimos 'uy, ya empiezan las clases de nuevo' con una actitud negativa, nuestros hijos lo percibirán así. Es mejor ser positivos, decirles que piensen en lo divertido que es reencontrarse con sus amigos, o conocer compañeros nuevos; decirles que les va a ir bien, que los amigos y los maestros los están esperando felices. Cargar las mochilas de ilusiones y buenos deseos. Y tranquilizarlos diciendo que si se presenta una dificultad ahí estarán papá y mamá para ayudarlos”, recomienda.
Otra frase que debemos evitar: “espero que este no sea igual que el año pasado”. Y descartar las quejas por los gastos que tuvimos que hacer para la vuelta a clases. Asimismo, hay que aprovechar la oportunidad de un nuevo año para generar empatía y buen compañerismo, sin deciles a los chicos con quiénes sí deben juntarse y con quiénes no hacerlo.
Un punto fundamental, según la psicopedagoga, es trabajar los hábitos de responsabilidad. “Es bueno pedirles que se levanten y tengan una actividad; eso va ayudando a restablecer las rutinas”, resalta.
Asimismo, aconseja dedicar tiempo para el diálogo con los niños, preguntarles qué les pasa, cómo se sienten. Y tratar de hacer un mínimo repaso de lo último que vieron el año pasado.
Dos temas que sí o sí exigen que hablemos con nuestros hijos ahora que empiezan las clases son el bullying y el uso de la tecnología, sostiene Jiménez Terán.
“La violencia creció mucho en toda la sociedad y las aulas no son ajenas. Es bueno hablar sobre el bullying, que puedan ayudar a otro compañero que esté sufriendo. En cuanto al uso de la tecnología: tenemos que tener control, ya sea tanto de tiempo como de los contenidos a los que acceden: ver las aplicaciones que usan, los videos que les gustan”, enumera.
La profesional destaca que muchas veces, la violencia está principalmente en los grupos de whatsapp. “Los chicos están madurando muy rápido, a los 7 u 8 años hacen cosas de niños más grandes, tienen celulares y redes. Hay que acompañarlos y guiarlos en forma permanente; estar atentos pero sin invadir la privacidad y la intimidad…”, concluye.