El jefe
 Juan Manzur. Juan Manzur.

Le puso tanta energía a la pronunciación de la frase que la idea se prestó a la duda: ¿Manzur quiere ser más jefe de campaña que gobernador? Por lo menos en el futuro inmediato, sí. Y por varios motivos concurrentes, aunque uno de ellos provocó sonrisas y trajo cierto alivio a los manzuristas; especialmente a aquellos que la semana pasada hablaban sobre que el mandatario retornaba a la provincia para “equilibrar” el proceso electoral. Léase: manejar a discreción las cuentas en la interna de los acoples oficialistas.

Además, al expresar con tanta enjundia y fervor que se pondrá al frente de la campaña Jaldo gobernador y que sólo a él le compete ser el jefe de ese proceso, también desnudó la real intención que lo desvela: ingresar a la consideración nacional para llegar a integrar la fórmula presidencial del Frente de Todos. Algo así como decir que la victoria será mía y que como consecuencia directa de su accionar su compañero tranqueño será su sucesor. O sea: la eventual victoria en los comicios provinciales será su mejor carta de presentación en la mesa nacional del oficialismo para ser considerado como un candidato potable. Los laureles para él. Colateralmente, tratará de encolumnar a todos los justicialistas a partir del mensaje que trasunta aquel concepto que hizo resonar: ya saben a quién tienen que ir a recurrir, y para qué.

Obsérvese que 40 días después de la votación en Tucumán, el 24 de junio, vence el plazo para presentar las listas de candidatos que competirán en las primarias abiertas (así lo estipula la ley 26.571, que indica que las nóminas de postulantes cierran 50 días antes de los comicios). O sea, Manzur podría ufanarse durante esas semanas de su logro electoral para ser tenido en cuenta en el Frente de Todos. Es una apuesta política fuerte y, ciertamente, de alto riesgo. Claro, grandes aspiraciones requieren de grandes triunfos.

Es la razón por la que se vio obligado a regresar a la provincia, ya que como jefe de ministros poco más podía hacer para fortalecerse políticamente; se desgastó sin demasiados logros. Así que la única carta por jugar para instalarse con chances en la mesa privilegiada del poder del Frente de Todos era portando una gran cucarda en el pecho: la de una victoria categórica del PJ en Tucumán.

Ergo, no había más remedio que el retorno, retroceder un paso para intentar avanzar dos; y enfatizar aquella frase para que quede claro que el único responsable de la victoria debe ser él, por lo menos a los ojos del peronismo, del massismo y del cristinismo en el plano nacional. Así también será el único culpable de una eventual derrota.

Desde esa perspectiva se entiende la maniobra de Manzur: irse sin que lo corran para regresar cuando lo llamen si el PJ se impone en Tucumán con contundencia por sobre la oposición y, centralmente, sobre Juntos por el Cambio.

Sin embargo, vale detenerse en lo siguiente: ¿qué sería un triunfo contundente?, ¿de cuántos puntos de diferencia debería hablarse? En 2015, la fórmula Manzur-Jaldo obtuvo el 53,7% de los votos y el binomio José Cano-Domingo Amaya consiguió el 42,5%; casi 12 puntos de diferencia. Esa elección se judicializó por denuncias de fraude y tuvo repercusión nacional. En 2019, Manzur-Jaldo logró el 50,7% de los sufragios; Silvia Elías de Pérez-José Manuel Paz el 20,4%, Ricardo Bussi el 13,7% y José Alperovich el 11,6%.

Se puede decir que con menos porcentaje que en 2015, esa diferencia de casi 30 puntos con el segundo fue contundente. Sin embargo, es muy improbable que se vuelva repetir un resultado parecido (si es que la oposición no estalla por los aires, claro). Entonces, nuevamente: ¿qué sería contundente? Según encuestas que se manejan en la Casa de Gobierno, el oficialismo arrancaría con un 40% o un 42% de posibles adhesiones, por lo que llegar a los 50 puntos será todo un reto.

En las filas del PJ, algunos dirigentes curtidos en batallas electorales señalan que puede haber una diferencia de ocho puntos, menos que la de 2015. Sin embargo, advierten que la pelea va a ser dura por lo menos en las secciones electorales Capital y Oeste. Antes, para ganar la gobernación la ecuación de los compañeros era sencilla: imponerse en el Este y el Oeste con holgura y perder la Capital por lo que sea, ya que los puntos sumados en las secciones II y III disimulaban los perdidos en la I. Ahora se escucha a oficialistas con oficio y olfato territorial apuntando que la ecuación para mantenerse en la Casa de Gobierno se modificó un poco: ganar con holgura en el Este, imponerse “como sea en el Oeste” y perder por lo menos posible en la Capital. ¿Es una observación realista? Por lo menos en el campamento del PJ sí.

Esta mirada tiene en cuenta que en la Capital el PJ experimenta rechazos de hasta un 60% de los ciudadanos, especialmente en el primero y segundo cordón electoral. Allí no dan una paliza; dice una voz autorizada. La elección de Rossana Chahla para disputar la intendencia capitalina es para seducir esas capas medias, para revertir una tendencia e imponerse nuevamente en San Miguel de Tucumán.

¿Por qué se señala que la lucha en el Oeste será bastante disputada? Porque en esta sección, en Aguilares, Concepción y Monteros, el diputado Roberto Sánchez haría una muy buena elección. Eso dicen. Este cuadro expondría un grado de dificultad mayor para el oficialismo -y para los acoples-, no sólo para ganar sino para arrasar con la “contundencia” que necesita Manzur como carta de presentación en el escenario nacional. Ocho puntos serían suficientes para eso; argumentan algunos peronistas.

En parte eso va a depender, además, de si la oposición se une o si se fragmenta. Más chances tendrían unidos, más teniendo en cuenta que a nivel nacional la sensación es de que el oficialismo -hoy por hoy, mañana quién sabe- está más cerca de una derrota que de continuar en el poder. Y, aunque las elecciones provinciales hayan sido distanciadas de la nacional -para evitar los coletazos negativos de la gestión de Alberto Fernández-, la oposición no debería desaprovechar esta “sensación” para hacerla pesar en la campaña electoral. Sin embargo, en Juntos no hay humo blanco, ni siquiera cónclave, sólo rumores. Cada cual sigue en la suya, mientras las fechas del cronograma electoral se les vienen encima.

En este último aspecto, el oficialismo tomó ventajas, ya que el viernes la apoderada del PJ, Ana Escobedo, presentó en la Junta Electoral el “Frente de Todos por Tucumán”: el nombre que llevará la coalición de Gobierno y que estará integrada por el PJ y por el partido Encuentro por la Renovación. La fecha tope para la presentación de alianzas y frentes vence el 6 de marzo, a las 20. Dentro de 15 días, tan solo. Es decir, el oficialismo dio un paso importante, inscribió el frente antes de tiempo para facilitar los procesos de presentación de documentos e incluso el de las listas de candidatos.

Quién se queda con la sigla en Juntos

Ahora bien, vale preguntar si entre los opositores -a partir del ejemplo de anticipación que les da el PJ- no se le ocurrirá a alguno hacer una travesura político-electoral e inscribir tempranamente a “Juntos por el Cambio” para apropiarse de la sigla. Todo vale, hasta copiar a los adversarios para sus propósitos particulares.

Además, cabe resaltar que no es necesario que Sánchez y Alfaro lleguen a un acuerdo antes del 6 de marzo para inscribir la alianza de la unidad ese día tope. Tranquilamente, cada uno puede presentar su propio frente y, posteriormente, sellar un arreglo político distribuyendo las candidaturas pactadas en alguno de ellos. Lo que no podrían hacer es aparecer encabezando sus respectivos frentes si es que los presentan separados en la fecha límite. Esto es porque la ley les impediría, si luego hay consenso, ser candidatos en la otra coalición. O sea, cuidado con lo que se firma.

El dueño de la lapicera

Y si de firmar se trata, aquella proclama de Manzur en el teatro Mercedes Sosa -soy el jefe de campaña de Jaldo gobernador- tiene mucho que ver con la lapicera que le devolvió el vicegobernador. Ahora podrá llevar alivio -recursos- a los suyos, a aquellos que están armando acoples para enfrentar a los jaldistas en todos los territorios. Los jaldistas ya engordaron bastante, dijo un referente capitalino que responde al titular del PE y que, como muchos otros, aguarda contar con más que bendiciones por parte de Manzur. Regresó el jefe.

Es que la disputa entre los propios acoples de los oficialistas va a ser muy reñida en cada sección electoral, allí se pondrán a prueba las calidades dirigenciales y la ascendencia política de cada uno. No sólo se jugará la posibilidad de acceder a una banca sino, además -y como ya se está deslizando en el PJ-, la posibilidad de sumarse a una mesa chica de poder político; una suerte de círculo rojo decisorio entre los peronistas. ¿Quiénes lo integrarían? La respuesta también sobrevuela entre las huestes del oficialismo: los que encabecen los dos acoples más votados de cada sección electoral. Y, dependiendo de cómo se den los enfrentamientos entre las listas jaldistas y manzuristas, ese círculo será de un rojo más teñido de jaldista que de manzurista, o viceversa.

Es que el futuro político de muchos referentes justicialistas también se juega en estos comicios; incluso hasta la continuidad o el fin de la conducción bicéfala del PJ tucumano.

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