Por Silvina Cena, especial para LA GACETA
1. ¿Cuándo comienza esta historia? ¿Cuando ya termina 2019 y Mariana Rodríguez Fuentes abre un chat de Instagram? Será expeditiva en eso que va a decir: “che, ¿no querés que hagamos algo?”. La destinataria es Bernarda Diosque, una cantante que le llamó la atención meses atrás, y ese “algo” que invita es un proyecto musical, una banda. “Algo”: algo relacionado con la música, como lo están ellas desde siempre.
‘Ber’ no da mucha cabida en un primer momento, recuerda Mariana tres años después, pero cuando reaparece está más que dispuesta. “Ninguna se iba de vacaciones y estábamos muy manijas: nos juntamos muchísimo, al punto de que entre diciembre y marzo (de 2020) ya teníamos nueve canciones; algunas eran covers, otras nuestras”, detalla Mariana. Completaba el trío en ese entonces una tercera mujer, baterista.
Y ahí estaban, con la manija y con sus nueve canciones, con el algo encaminado, cuando llegó la pandemia. El aislamiento tuvo sus consecuencias: no apaciguó el entusiasmo, pero definitivamente pausó los encuentros. Y, con esto, alteró la formación del grupo: la baterista se bajó y, puestas a reconstruir el trío, Mariana abrió otro chat de Instagram. “Me dijo que tenían una banda y que debían grabar, si quería sumarme -recuerda hoy Noelia Antelo-. Y yo sí, de una”.
Ese es -ese puede ser- el origen de Remedios Descarada, una banda tucumana de rock como cualquier otra, pero no. Una banda tucumana construida desde una sólida certeza de sus integrantes: serían todas mujeres, serían todas lesbianas, saldrían a ocupar los espacios.
2. O quizás la historia comience aquí: Mariana es todavía adolescente (no da referencias temporales, pero dice que “era la época de los blogs”) y escribe, justamente, un blog, “Puntas limadas”. “Ya de chica me molestaba que no hubiera mujeres en la música, entonces una vez por semana subía información sobre grupos que tuvieran mujeres al frente o por lo menos como integrantes”.
Hay una incomodidad, una intuición de que algo no está bien o es extraño. Sospecha que todas corroborarán luego en sus trayectorias artísticas: durante mucho tiempo, los escenarios y hasta la potestad musical han sido cosa de hombres. Noelia dice que hasta hoy le sorprende encontrarse con una formación plena de chicas o incluso mixta. “Me parece raro, una locura. Tal vez tenga que ver con que todas las bandas que escuché en mi vida eran de chabones, o a lo sumo con una cantante”, dice.
No es sólo la retrospectiva de lo que escucharon lo que las hace razonar eso, sino lo que experimentaron ellas mismas, como ser convocadas a un proyecto musical solo porque otros han planificado determinada apariencia. “La primera banda mixta que integré fue un pedido explícito de unos chicos que necesitaban mujeres porque querían dar otra imagen”, recuerda Mariana. “Si no me habrá pasado eso… -interviene Noelia-. Tuve un montón de bandas en que era la única mujer, con todo lo que eso conlleva”.
Cuando se le pide que desarrolle ‘todo lo que eso conlleva’, Noelia responde: “uh, se viene una laaarga…”. Las tres largan risotadas y entre las tres reconstruyen: “hay mucho mansplaining (cuando un hombre explica a una mujer algo que en realidad ella ya sabe): un montón de personas me quisieron enseñar cómo se toca el violín, y yo lo toco desde los cuatro años -cuenta Antelo-. O, por ejemplo, si tiras una idea entre varones te la dejan pasar, pero después la dice uno de ellos y recién se hace. También es común ocupar los peores lugares en el escenario: las zonas más inestables, cuando vos necesitas que tu instrumento se sostenga”.
Coinciden todas en que son hábitos internalizados, en algunos casos ni siquiera conscientes de sus colegas hombres. Y, por eso, porque el otro no puede acaso registrar, han tenido que construir ellas sus propias vías de salida. “Aprendí a imponerme, a forjar un carácter más fuerte y a estudiar mucho -cuenta Noelia-. Porque siempre me discutieron cosas y, como no estaba 100% segura de las respuestas, me tiraba para atrás”. Dice ‘Ber’: “termina siendo bastante meritocrático, hay que estudiar más que ellos para que te respeten”. “Eso siempre va a pasar con las mujeres: si el lugar al que entramos está lleno de varones, hay que demostrar permanentemente que sabemos”, vuelve a hablar Noelia.
En un grupo de puras chicas, en cambio, ese riesgo desaparece. De hecho, dice Mariana, antes que el sonido o el estilo, antes que cómo ensayar o dónde presentarse, ese tipo de formación fue la única certeza que tuvo sobre Remedios Descarada: “en los proyectos con mujeres siento horizontalidad y grupalidad. En otros casos no: es muy factible caer en un error y ser juzgada”.
3. O acaso una banda se forma, realmente se forma, cuando logra materializar su esencia en canciones. Las chicas coinciden en que el sonido de Remedios se fue construyendo a lo largo del tiempo, aunque pueden presumir de un hábito que mientras tanto les dio algunas ventajas: buscar todo el tiempo oportunidades. Por caso, a muy poco de constituirse, accedieron a una subvención del Instituto Nacional de la Música (Inamu) que les permitió grabar algunas canciones -se encuentran en Spotify-.
‘Ber’ lo comparte como una clave para otras bandas: “hay que mandar algo a cada convocatoria, a todos los fomentos, ya sea que te manden un chupetín Evolution a la casa”. Estallan las risas en la mesa, pero en verdad ese ha sido uno de los secretos: así, buscando y buscando, fueron invitadas en marzo pasado a actuar en el Centro Cultural Kirchner, en el marco de una convocatoria federal. Ese paso nacional, aseguran, amplificó su música y sus conceptos políticos. Es otra vez Diosque la que usa el humor para repasarlo: “entramos en boca de algunos tucumanos: ‘miralas a estas, se han ido a conocer el Obelisco’”.
Pero el paso previo a postular un material es siempre otro: crearlo, construirlo desde cero. Cuando se les pregunta si tienen algún método para componer, las Remedios hacen el silencio de quien nunca ha necesitado pensar en esa respuesta. “…son nuestras tres tontas vidas -conjetura Diosque, riéndose-. Yo una vez llegué a un ensayo diciendo que estaba muy triste porque se me morían las plantas y que había escrito sobre eso”.
Plantas que se secan, arpías que manipulan, caos en loop: la catarsis como un dictado interno.
4. Probablemente haya que retrotraerse aún más, volver los pasos siglos atrás. Alumbrar el fragmento de la historia en que otra mujer construye su destino: María de los Remedios de Escalada. Una cara que hoy solo podemos reconstruir por ilustraciones, aunque su derrotero se estudie en la primaria: damita de la aristocracia porteña, casada a los 14 con José de San Martín, mentora de las colectas de joyas y dinero para munir al ejército que combatió a los españoles.
Mariana Rodríguez Fuentes no recuerda cómo se le ocurrió el juego de palabras que convirtió a esa figura histórica en Remedios Descarada, pero sí sabe que guardó durante un buen tiempo la idea para un proyecto especial.
- Cuando armamos el grupo con la Ber, le propuse: ‘tengo este nombre…’ - cuenta, y se imita a sí misma con voz tímida.
- Y yo, imaginate, me volví loca -interviene Diosque-. Es divertido, es un nombre propio de mujer, es una mujer de la historia: más militante no podía ser.
5. O quizás -y sobre todo- las circunstancias que hacen surgir a esta banda y a otras similares no tengan que ver exclusivamente con sus deseos y propósitos, sino con algo que es más grande e intrincado, un pulso social que va habilitando y hasta exigiendo ciertas irrupciones. En menos de tres años (2020 quedó anulado por la pandemia), las Remedios Descarada se anotaron varios hitos: telonearon a Paula Maffia y Marilina Bertoldi; alcanzaron la cúpula del CCK; se llenaron de fechas para tocar sin tener que gestionar una sola, porque las invitaciones llegaban a destajo, llegaban -y las cumplían- incluso cuando se prometían descansar un poco.
“La respuesta más fácil (para explicar ese éxito) es que había un vacío, una demanda de un tipo de banda que hasta entonces no existía. El estilo musical fue una construcción, pero la identidad de la banda siempre fue innegociable: somos una banda de mujeres y de lesbianas”, describe Mariana.
Puede parecer una idea simple, pero no lo es. Las tres reconocen la importancia que habría tenido en su adolescencia ver y escuchar a un grupo con esas características, en un mundo que invisibiliza o que tapa de prejuicios aquello que no se ve. Por eso, la premisa subyacente a todo lo que hace el trío es ocupar espacios. En festivales, en escenarios pequeños y grandes, como banda principal o telonera: ocupar espacios.
Darse visibilidad para que, por ejemplo, las grillas de recitales masivos reflejen otras identidades, circulen más y nuevos rostros, se atestigüen sonidos y mensajes de disidencias, es decir, distintos a los que han estado en exposición tradicionalmente. “Queremos ocupar lugares porque es importante que las mujeres estén y también para que no los ocupen otros; no porque estemos mezquinándolos sino porque es necesario no ver a los mismos de siempre”, sintetiza Diosque. “Nunca las leyes de cupo son muy efectivas, pero por lo menos muestran una problemática que de otra forma no se sabría”, agrega Rodríguez Fuentes.
No saben las Remedios si hasta ahora han servido de inspiración para otras bandas que buscan su camino, aunque han registrado reacciones que las entusiasman: gente que las felicita, adolescentes que les piden fotos, colegas que las aplauden. Y eso las mantiene conformes: “el tema era entrar -define Antelo, y proyecta un deseo-. Ojalá la banda sea representativa para decirle a las mujeres que vengan, que ocupen el espacio. Que somos muchas”.