Considero que hay que poner el acento en las redes más que en internet y evitar caer en posiciones maniqueas que califiquen la comunicación online como el mal o el bien absolutos. Es necesario mirar el tema críticamente.
Es un dato de la realidad la enorme gravitación de la tecnociencia en la medicina, en el mejoramiento de nuestra salud, en hacer nuestra vida más amigable al disponer de tecnologías que nos permiten conectarnos con nuestros afectos que viven en el exterior -garantizando la continuidad afectiva-, en continuar estudios, entre otras virtudes más. En todo caso, la implementación de los valores modernos como sus cuestionamientos deben ser estudiados, pensados y discriminados en función de los contextos, de las situaciones. La tecnofobia no es un camino recomendable ni tampoco su uso acrítico.
Según Vattimo, los medios masivos de comunicación cumplen un papel fundamental en la sociedad posmoderna: las múltiples concepciones del mundo se muestran en la televisión, la prensa y el cine, a través de los cuales se democratiza la información y las diferentes culturas obtienen un espacio propio. Pero si bien el fin de los mass-media era volver transparente la realidad, en los hechos se convirtieron en un órgano de opacidad en la medida en que el sujeto fue perdiendo contacto con la verdadera realidad, tal como lo evidencian los reality shows de la televisión actual.
El sujeto se convirtió en un receptor vacío, en un mero consumidor de imágenes, relatos, representaciones, desarraigado de la realidad. Su efecto se ha sentido también en los cambios operados en las formas de conocimiento del sujeto, en la devaluación del libro, reemplazado por las imágenes.
Si bien desde un punto de vista ideal la proliferación de los servicios, modelos, productos y recetas de todo tipo que ofrecen los medios podría caracterizarse como emancipadora porque promueve la libre elección de los consumidores, en la práctica genera individuos indiferentes. A mayor oferta, menor capacidad de elección, lo que conduce a la inacción y una vida vaciada de sentidos, en la cual solo importa la comunicación por y en sí misma y no el contenido comunicado. Debemos correr en pos de cientos y cientos de imágenes-modelo que atraen nuestra atención pero que, al mismo tiempo, son tan dolorosamente lejanas e inaccesibles.
El individuo intenta liberarse de toda traba, expresar sus deseos, buscar el goce privado, desligado de todo compromiso social y subyugado por el placer de la comunicación por sí misma, sin fines trascendentes ni sociales.
Como vemos, se trata de un proceso complejo que exige una mirada crítica, de modo de no quedar apresados en la caverna de posiciones que niegan la gravitación de la razón, la ciencia y la tecnología, ni de aquellos que la naturalizan, aceptan y normalizan los grandes relatos.
Asistimos a una incentivación del narcisismo a partir de las tecnologías de información masiva que lleva a las personas a replegarse en su propia individualidad y proveer el consumismo hedonista propio del mercado.
El consumismo hedonista puso la vida privada en exhibición en las redes sociales, abriendo paso al subterráneo mundo de la explotación sexual. Por todo ello, es fundamental examinar críticamente cómo afectan internet y, muy especialmente, las redes a las sociedades actuales.