Por Mario Flores (*)
La poesía de Priscilla Hill (Tucumán, 1991) retoma, en La sustancia X, dos ángulos agudos que mutan perspectivas sobre lo humano -lo mortal y fatalmente humano, quizás hasta lo patético de lo humano- y lo inmaterial, o sea lo que no puede palparse por el simple hecho de ser alternativo, difuso, mentalmente volátil e inflamable. Este, su tercer libro de poemas, después de Dárselas con la noche (elandamio ediciones, 2019) y Ventanas para ojos láser (Elbalaso Ed., 2020), vuelve a estar compuesto en varias partes -como actos separados de un volumen que pareciera incapaz de salirse de control, a pesar de una exploración intensa de los vaivenes cerebrales y las aventuras sin final feliz que encaran algunos de sus textos-: “La ciencia de las nubes: objetiva biografía de una especie”, “NICK NICK NICK NICK NICK NICK NICK NICK NIC KE LO DE ON”, y “Lo imparable” (siendo, ésta última, la más visceral, aunque las tres tienen momentos álgidos de risas amargas y recordatorios de un panorama ácido de latente estallido).
En la primera parte, el poema titulado “Te felicitan, pero no te explican”, dice (o inquiere): ¿Mirar adelante no es en verdad / mirar al pasado? Hay una constante suerte de cuestionamiento que no se basa en complejizar el aparato poético, sino en expresar una incertidumbre incómoda pero también necesaria: “en el pasado, el tiempo siempre sobra”, dice en el texto que abre el libro. Pero no es este un compendio de remembranzas ni tampoco una consignación de lo evanescente, sino una voz en off (la voz de Priscilla Hill no se yergue como un yo en urgencia de ensimismamiento, sino como una voz en off que viene de un no lugar, tan certera como dubitativa) que intenta acondicionar el texto para que mantenga una línea veloz, mientras marca las pautas de un recorrido psicológicamente realista, no con fines evocativos: ”Estás como querés. Muerto. Y te respeto.”
En la segunda parte, los poemas que se apegan a una atmósfera de oscuridad son procedimientos más complejos que simples guiños irónicos a lo generacional. En Ventanas para ojos láser (2020), el registro de lo distópico marcaba un carácter (qué fea la palabra ‘temática’) que ahondaba en la redacción intangible de un cuerpo y su debacle dentro de lo informático, casi un tratado de lo que es el pertenecer o no a la matrix. En La sustancia X, ese registro agridulce de lo que supuestamente es, se vuelve perecedero y no escatima potencia en hacer evidente el golpe, el poema “Todo un palo” dice: “Una metáfora del futuro / en la patria global / de fin del pasado siglo [...] Veinte años después / vamos al mismo psicólogo / él y yo / y todos los que son como yo / que somos la mayoría / Estamos solos / usamos máscaras / y no pertenecemos / a ningún lugar.
En la parte final del libro, “Lo imparable”, los poemas son más breves, núcleos que formulan nuevas preguntas sobre esta idea de futuro, o de la base mortal en la que se establece la tentativa de futuro. Lo no dicho cobra fuerza y esconde un ritmo respiratorio en estos poemas que hablan de “la desconfianza frente a los escombros”. Es decir, no se narra el estallido sino el paisaje de lo que, al parecer, nos queda (o elegimos con qué quedarnos, no por ansia o exigencia sino por una natural contemplación al desastre). Propensa a la electricidad de una poética que hace del nerviosismo una belleza destructora, Priscilla Hill toma objetos del mundo físico (fotos, moscas, puentes, calaveras) para que dialoguen con ideas de la oscuridad (“mundo imperceptible”, “como alguien frente a la verdad”, “tu martirio y el mío”, “lo más común, lo más brutal”).
En Diario del desempleo y el trabajo, de Marco Rossi Peralta (Imprenta Popular del Norte, 2022) (otro de los cuatro títulos en total que componen el lanzamiento de dicho proyecto editorial, junto a La ley de la selva de Alexander Rivadeneira, y Destripadoramente rayo de Luciana García Barraza), hay un crossover sobre el proceso que llevó a este libro a completar una línea definida de las sensaciones que genera: “Ahora estamos por editar una plaqueta de la Pri que se llama La sustancia X, tiene un epígrafe que dice “Si pudieras recordar sin rencor” [...] Al final la Pri sacó el epígrafe y puso otro de Lucas Tejerina, mucho mejor”. La voz en off de Priscilla Hill no se preocupa en parecer actual, en impostar una frescura que pueda clasificarse ‘contemporánea’. Sencillamente lo es, aunque también ubica un tono de atemporalidad, casi dhármica, a la hora de cerrar el libro: “No edificarás una casa sobre arena / se hundirá con suavidad un día santo / y te sacará la piel / que no besó casi nadie.”
Antes de que terminara el 2022, Villano Antillano (Puerto Rico, 1995) lanzó su segundo trabajo discográfico titulado, justamente, La sustancia X. En el track “Precaución, esta canción es un hechizo”, dice: “Vuelo con sustancias y conductas ilegales [...] soy una tigresa escondida entre matorrales”. En ambas sustancias x, lo salvaje y lo mántrico tienen presencia suficiente para conjurar pasados y futuros trastornos de una vida forzada a responder a la exposición, las redes de incordio y la necesidad de encontrar un punto ciego. Con esa impronta, Priscilla Hill deja un grafiti para todas las paredes del mundo:
Pará
volvé al momento cero
donde hablabas con vos
y no había intrusos.
(*) Ees escritor y DJ. Publicó Hikaru (Editorial Nudista, 2018), Necrópolis (Fondo Editorial de Salta, 2019), Tu fuerza primitiva (Gerania Editora, 2021), Cacería (Editorial Nudista, 2022) y Queridos terrícolas (Kala Ediciones, 2022).