La ocasión hace al ladrón. ¿Y qué mejor ocasión que la que ofrecen los medidores, tanto de gas como de luz, sobre la vereda y al alcance de la mano, protegidos por una delgada tapita metálica, fácil de torcer y/o abrir? La creciente delincuencia, imprevisible en épocas anteriores, hace de su robo un juego de niños, apto para cualquier aspirante a bandido. Con una pinza y una palanquita, en segundos lo retiran y desaparecen, dejando con ello un grave daño al consumidor y la compañía proveedora. En vista de que esta conducta no tiene visos de desaparecer, la ubicación de estos medidores debería estudiarse seriamente. Quizás, dejar a la vista sólo una extensión de la placa lectora, necesaria para el lector de consumo. Así la ambición de los chorros no justificaría el robo. Se eliminaría la tentación, ya que no se puede eliminar al ladrón, que siempre existirá, policía mediante o no.
Darío Albornoz