El monólogo es la estrella: no la puesta, no distintos personajes, no vestuarios o efectos pomposos. Todo está centrado en la temática, pero ¿todo puede ser objeto de exposición en un show de stand up? ¿Tiene alguna carga para los comediantes esa sentencia actual de que “ya no se puede hacer humor con nada”?
Alberto Fortini admite: “algunos temas son menos tratables que otros. Antes tenías mayor libertad para hablar de cosas del matrimonio, de la esposa… hoy todos sabemos que algo de eso puede provocar malas reacciones. Con mi grupo ComedyArte evitamos temas controvertidos: política, religión, hasta fútbol. No sólo para no generar controversias sino porque el objetivo es todo lo contrario, transmitir experiencias propias y hacer reír”.
“Atravesado por el respeto, todo es válido -opina Vipi Salas-. Siempre es delicado hablar arriba de un escenario, implica mucha responsabilidad”. Incluso, dice la joven de 23 años, hablar de uno mismo exige ciertos cuidados: “requiere hacerte cargo de tu integridad, de lo que decís, de lo que pensás, de quién sos. Pero creo que eso es bueno, amigarse con uno”.
Siempre habrá tiempos y temas difíciles, considera Juliana González, sobre todo en nuestro país. “Siempre algo nos tiene en vilo: una crisis económica, un peligro latente, una catástrofe natural… Argentina genera mucho material para los comediantes; tenemos para hacer dulce de leche, para hacer una torta, ¡una selva negra! Pero el humor sirve precisamente para transitar esos lugares incómodos, incluso para interpelar desde allí. La realidad es muy dolorosa y tener en la comedia un lugar de alivio es hermoso, hasta sanador”.
Lo fundamental, según Benjamín Tannuré Godward, es que el standapero y el público conozcan y compartan un mismo código. “Se puede hacer humor con muchos temas, entendiendo que uno se ríe de sí. Si eso está claro, uno es el único autorizado sin prejuicios para hablar de uno mismo ¿Quién puede oponerse a eso?”.