La gran intuición de Martin Luther King

La gran intuición de Martin Luther King

En su calendario, Estados Unidos reserva un día para Martin Luther King, el gran héroe de la lucha por los derechos civiles para los negros. Imágenes de su vida.

FARO. Martin Luther King se convirtió en uno de los principales referentes de la lucha pacífica por los derechos de los negros en Estado Unidos. FARO. Martin Luther King se convirtió en uno de los principales referentes de la lucha pacífica por los derechos de los negros en Estado Unidos.

La multitud está expectante. Un hombre negro de poco más de 30 años acaba de subir al estrado. Frente a él se eleva el gran obelisco blanco; detrás suyo le hacen sombra las piedras que conmemoran a su gran antecesor. Permanece en silencio unos instantes y observa. Ha congregado a los representantes de su “gran comunidad amada”: cientos de miles de negros y decenas de miles de blancos aguardan. Entonces tiene una intuición. Como había planeado, hablará del cheque pagadero y del fin de la normalidad, sí; pero sobre todo lo hará sobre lo que sale de lo más recóndito de su alma. Dirá que cuenta con un propósito. Repetirá lo que ya ha dicho, sin suficiente fuerza, en muchos discursos. Sus oyentes responderán que ellos también y luego lo hará el resto del país, el presidente, el mundo entero. Será así.

La intuición pasa y por fin este hombre negro de poco más de 30 años pronuncia las palabras que lo harán inmortal. “Tengo un sueño”, dice, y la multitud responde como lo haría en una iglesia bautista: “Mi Señor, sí”. Pero no están en una iglesia bautista sino en el corazón del poder, en Washington. Es el 28 de agosto de 1963 y el hombre negro es Martin Luther King, el gran representante de la lucha por los derechos civiles. Cuatro días antes ha dicho que debe pronunciar “una especie de discurso de Gettysburg”, la cima retórica de Abraham Lincoln. Ahora sus palabras están por convertirse en la cima de la retórica del siglo XX.

Para sentir su fuerza no hace falta mucho más que oídos y corazón. King evoca la Biblia, la Constitución, los himnos patrióticos y los espirituales negros. Da forma a una extraordinaria y musical peroración y habla del cumplimiento de las Escrituras en el presente. “Con esta fe -proclama- seremos capaces de transformar las disonantes discordias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad”. Recién entonces calla por un momento, respira. Y luego repite ocho veces, a lo largo del discurso, la frase “Tengo un sueño”, que ni siquiera tenía previsto utilizar.

Por fin termina de hablar y vuelve a observar a la multitud, que lo vitorea. King sonríe suavemente. Su sueño, la Ley de Derechos Civiles de John F. Kennedy, se hará realidad.

Ocho años antes. Montgomery, Alabama. Una mujer negra de 42 años sube a un colectivo por la puerta delantera, paga y retrocede para bajar. Una vez en el asfalto, camina hasta la puerta de atrás y sube otra vez. Es el procedimiento habitual. La parte trasera del colectivo, reservada a los negros, está llena. Entonces ella se sienta en uno de los asientos vacíos del medio, que los negros solo pueden usar si ningún blanco los reclama. En la siguiente parada un hombre blanco también sube, aunque sin tanta vuelta, al colectivo. El chofer le exige a la mujer negra que ceda su asiento. Ella se niega. El chofer llama a la policía. El hombre blanco ni siquiera ha pedido el lugar.

La mujer tiene el cuerpo delgado, la nariz ancha, la sonrisa afable. Detrás de la montura metálica de las gafas, la mirada es penetrante. Espera pacientemente a la policía, que llega y la espeta. Ella se niega otra vez. Se la llevan.

Vendaval

La mujer se llama Rosa Parks y es una simple costurera. Su revuelta silenciosa es el primer soplo del fuerte viento que vendrá. Enterado de su encarcelamiento, King, hasta entonces un desconocido, acude a Montgomery junto a otros líderes del movimiento por los derechos civiles. Aparece por primera vez en una conferencia de prensa. Lleva traje, el bigote bien recortado y un pequeño reloj en la muñeca izquierda. Con mesura, le propone a la comunidad negra un boicot contra el sistema de colectivos. Tres cuartas partes de los usuarios son negros y el boicot, financiado por las iglesias negras de todo el país, resulta efectivo.

Los segregacionistas reaccionan. Incendian la casa de King, que por primera vez apela a la desobediencia civil. “Debemos enfrentar el odio con amor -transmite una vez que se ha extinguido el fuego-. Recuerden: si soy detenido, este movimiento no se detendrá, porque Dios está con el movimiento. Vayan a sus hogares con esta fe elogiosa y esta seguridad radiante”.

Es detenido y pasa dos semanas en la cárcel. Pero el movimiento ya no se detendrá.

Cinco años después del gran discurso. Memphis, Tennessee. El Premio Nobel de la Paz King toma aire en el balcón de un hotel. Es una de las personas más importantes del mundo, pero ha ido a apoyar una pequeña huelga de basureros negros. Tiene 39 años y está pensando en la vida larga que le gustaría vivir. De a pocos, sus seguidores comienzan a agolparse en la calle. Lo saludan, le agradecen.

Mientras tanto, dentro de la habitación sus amigos conversan. De pronto oyen un disparo y salen corriendo adonde está King, que acaba de recibir un balazo en la garganta. Un francotirador escondido entre la multitud le ha disparado. Su poderoso corazón late con fuerza y la sangre mana a chorros. Muere unos minutos después.

Cinco días más tarde, el presidente Lyndon Johnson decreta un día de luto nacional. Es la primera vez que un afroamericano recibe esa distinción póstuma.

Son tres escenas de la vida de Martin Luther King, quizá las más importantes, y reaparecen cada 16 de enero cuando los norteamericanos conmemoran el nacimiento de su héroe civil, del principal militante de la no violencia en el movimiento contra la discriminación racial.

Mientras tanto, sin embargo, el racismo continúa vivo en Estados Unidos. Allí la violencia supremacista blanca todavía es, según el Departamento de Seguridad Nacional, la principal amenaza de terrorismo interno. Y eso no lo es todo: de acuerdo con una encuesta de Gallup de 2021, el 64 % de los norteamericanos cree que el racismo contra los negros está muy extendido. Es la tendencia más alta desde 2008, cuando Barack Obama se convirtió en el primer presidente negro del país.

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