El infierno son los otros

El infierno son los otros

Por Susana Maidana - Profesora emérita de la UNT.

11 Enero 2023

Sartre, en la obra de teatro A puerta cerrada (1946) expresa la descarnada frase de “el infierno son los otros” para aludir a la dificultad de comunicación y de comprensión que los seres humanos tenemos con los otros seres humanos. Esta imagen sartriana puede ser una metáfora para intentar responder a la pregunta: ¿Por qué han asesinado a Fernando? ¿Cuál fue la causa de que estos jóvenes le han arrancado la vida a otro joven? Pregunta que su familia, amigos y la sociedad nos formulamos.

Una explicación que circula ha sido el hecho de ser rugbistas, como si fuera una actividad violenta. Es cierto que hay deportes que incentivan los golpes más que otros, pero también sabemos que no todos los que practican esos deportes son potenciales asesinos. Es una situación muy compleja que exige dejar a un lado las generalizaciones y los reduccionismos, que estigmatizan y discriminan.

¿No escuchamos, acaso, permanentemente, expresiones como las siguientes: “negro tenía que ser”, “Juan es un maricón porque es temeroso”, “los judíos son avaros”, “los negros huelen mal” y así en más? Ahora bien, ¿de dónde surgen estas expresiones cargadas de odio? Se originan en la sociedad; en ese entramado de saber poder en el mundo adulto, que arremete contra los derechos de los otros, que rompen reglas, que queman mujeres, que roban y asesinan.

La violencia es una característica de una sociedad consumista, a la que importa el dinero. Especialmente, el poder que el dinero “supuestamente” le otorga a quien lo posee. Una sociedad individualista en extremo que no tiene en cuenta al otro y para quien el otro diverso resulta una amenaza.

¿Por qué lo asesinan a Fernando? Porque su piel era oscura, porque era paraguayo, porque venía de una familia trabajadora, porque su tonada era distinta, sus valores eran diferentes.

Me pregunto cuántas veces esos muchachos acusados han escuchado esas expresiones de odio al distinto en sus propios hogares, en la escuela, en la universidad, en las oficinas, en la calle, en las redes. Lamentablemente se naturalizan y circulan con impunidad.

No comparto la explicación del efecto “manada”, que consiste en repetir o copiar lo que otros hacen porque es una forma de quitar responsabilidad. Y como adultos debemos enseñar que somos responsables de cada acto que realizamos y que cada acto tiene consecuencias.

Hay una clara responsabilidad compartida: el silencio ante el horror, hacer un cerco para que nadie pueda defenderlo, negar lo sucedido, buscar falsos culpables.

En estos días circula la pregunta sobre el silencio de los acusados. Pero ese silencio nos habla y en su hablar dice que sienten cierta impunidad, que nada les va a suceder, que gozan de cierta protección.

Por su parte, los defensores usan argumentos que falsean la realidad y pretenden culpabilizar, por ejemplo, a la persona que hizo la respiración asistida, a la demora de la ambulancia, y así quitar toda responsabilidad de los acusados.

¿Importa, acaso, saber quién le dio el último golpe cuando una sucesión de golpes produjo su muerte, hecho demostrado fáctica y científicamente?

Fernando fue asesinado por los que lo patearon, por los que golpearon a sus amigos y por quienes llegaron al extremo de culpar a inocentes.

Este lamentable y horrendo hecho debe ser objeto de reflexión de todo el sistema educativo, de la escuela a la universidad, de las casas, de los medios masivos de comunicación porque la convivencia está en peligro y pone en alarma la vida humana.

Sartre decía: “lo que hacemos cada uno con nuestra propia vida depende solo de nosotros; la libertad nos la dan nuestros actos y pensamientos”.

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