Es uno de los flagelos de todos los tiempos, pero en las últimas dos décadas ganó mayor protagonismo, junto al estrés y a la ansiedad. “Sigo vivo, sigo atento, y observando con el tiempo esta extraña enfermedad inclasificada que te afecta muy deprisa, que te quita la sonrisa, cuyo síntoma es que ya no importa nada”, afirma Fito Páez. Y sobre ese asunto se suele decir que la depresión no es caer en ella, sino la negación a levantarse. El 13 de enero se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Depresión, desorden emocional que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. Es considerada la primera causa mundial de discapacidad. Una investigación realizada por Glorify, y divulgada en mayo pasado, señaló que el 90% de las personas padece estrés, ansiedad, insomnio y depresión en la Argentina.
Según las estadísticas, la depresión tiene una gran incidencia en las tasas de mortalidad y morbilidad y afecta a personas de todas las edades, en particular, a adolescentes y a adultos mayores. La fecha busca sensibilizar, guiar y prevenir a la población a nivel mundial sobre esta enfermedad, cuyas cifras se han venido incrementando de manera sostenida en el mundo.
La tristeza permanente, la pérdida de interés o placer en las actividades de la vida cotidiana, aislamiento, alteraciones del sueño y del apetito, falta de concentración y sensación de cansancio, son algunos de los síntomas de esta afección, que requiere atención médica especializada, que puede conducir a otros trastornos, llegando incluso al suicidio.
Las causas de este desorden mental son diversas. La pandemia, como consecuencia del aislamiento prolongado, potenció este trastorno. Más allá de las historias personales, sin duda, influye la precaria situación económica que se vive desde hace tiempo en nuestro país. La pérdida del valor del dinero, en el caso de quienes tienen trabajo, y mucho peor de aquellos que están subocupados o carecen de empleo, genera en muchas personas una sensación de ahogo, de frustración. Esta situación o solo afecta a los adultos, también a los jóvenes, que cada vez ven más limitadas sus posibilidades de insertarse laboralmente y de realizarse profesionalmente. Esto puede desembocar en la desesperanza.
“En Tucumán se sigue estigmatizando el padecimiento mental porque se considera a las personas que lo sufren como peligrosas. En consecuencia, se piensa que deben ser excluidas de la sociedad. Es un prejuicio que se asienta en nuestra comunidad… Un tratamiento temprano puede ayudar a que no haya episodios recurrentes o graves”, le dijo a LA GACETA María Teresa Ivankow, secretaria judicial a cargo del Área de Discapacidad del Cuerpo de Peritos Médicos del Poder Judicial provincial. Hizo hincapié en trabajar la prevención en las escuelas con equipos que escuchen a los niños, y luego, en los centros de atención primaria de la salud. “Es fundamental el acceso temprano a un tratamiento de salud mental para la prevención de cualquier situación”, dijo.
El Estado provincial, cuyas estadísticas sobre salud mental no se conocen, debe estar atento a esta problemática. Esos datos actualizados le permitirán diseñar una política pública, para cuidar la calidad de vida de los tucumanos, sobre todo en estos tiempos de vaivenes económicos y sociales.