Para los chicos es uno de los momentos más esperados. Algunos los reciben con naturalidad, otros se disfrazan de detectives para conocer quiénes son. Los chicos debían escribirles una carta, expresando sus deseos y en la medianoche del 5 de enero, dejar junto a su cama los zapatos, acompañados de pasto y de un recipiente con agua para los camellos. Al día siguiente, en las veredas brotaba la alegría: autitos, camioncitos, soldaditos, pelotas, trompos, bolillas… las invadían y se compartían los regalos entre amigos. Antes, la inocencia solía prolongarse hasta la entrada de la adolescencia. Y aunque los tiempos acortaron la credulidad, la magia de los Reyes siempre está.
Aunque tiene un origen cristiano, es una celebración que se ha popularizado tanto, que excede el credo y se ha proyectado a una buena parte de la cultura occidental. Melchor, Gaspar y Baltasar traen en sus camellos regalos para los chicos de una buena parte del mundo. Pese a lo que la tradición relata, se sabe que no eran reyes ni tampoco tres, simplemente magos que provenían de Oriente.
En San Mateo 2, 1-11, se relata: “Después de haber nacido Jesús en Belén de Judea, en el tiempo del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén diciendo: ‘¿dónde está el que ha nacido, el rey de los judíos? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo’. Al oír esto, el rey Herodes se puso muy preocupado; entonces llamó a unos señores que se llamaban pontífices y escribas y les preguntó el lugar del nacimiento del Mesías, del Salvador que el pueblo judío esperaba hacía mucho tiempo. Ellos contestaron: En Belén de Judá, pues así está escrito por el Profeta... Los Reyes Magos se marcharon y la estrella que habían visto en el Oriente, iba delante de ellos hasta que fue a pararse sobre el lugar donde estaba el Niño. Al ver la estrella, sintieron una gran alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María su madre. Se hincaron y lo adoraron. Abrieron sus tesoros y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Luego, habiendo sido avisados en sueños que no volvieran a Herodes, (pues él quería buscar al Niño para matarlo), regresaron a su país por otro camino”.
La celebración que se ha convertido con el tiempo en un fenómeno comercial, no llegará, sin embargo, a todos los niños de la sociedad, especialmente a aquellos que viven en zonas marginales, que poco o nada saben de reyes o de regalos, porque viven en la constantemente inmersos en la precariedad afectiva, en la pobreza o en la miseria, en la ausencia de un horizonte digno, golpeados por la droga.
Sería interesante que los adultos que tenemos la capacidad para luchar por una sociedad más justa, les escribiéramos a estos Magos de Oriente para expresarles nuestros deseos personales y colectivos, porque somos individuos que vivimos en una comunidad, no en soledad. Podríamos pedirles que nos ayuden a construir una mejor justicia, mayor tolerancia, diálogo, vocación de servicio, dignidad, humildad, conscientes de que nada de ello viene de la nada y solo se consigue con acciones concretas, con la participación ciudadana, que obligue a los gobernantes a que trabajen siempre por el bien común porque no son otra cosa que servidores públicos que por el hecho de estar circunstancialmente en una situación de poder no significa que deban tener privilegios. Si los Reyes Magos nos trajeran el regalo de la unión y de la acción para que hablemos menos y hagamos más por el crecimiento colectivo, podríamos transformar nuestra sociedad.