En la Argentina, un país productor de alimentos por excelencia, la mitad de los niños y de los adolescentes de barrios populares sufren malnutrición. De acuerdo a un informe de la Universidad Popular del movimiento Barrios de Pie, la principal causa de esta asfixiante situación se vincula con el acelerado proceso inflacionario que impacta con mayor fuerza en los sectores más vulnerables.
En su último informe sobre Emergencia Alimentaria, la Universidad Popular en conjunto con promotores de salud y con la organización oficialista Somos-Barrios de Pie analizó el diagnóstico nutricional de 38.622 niños, niñas y adolescentes (NNyA) que asistieron a espacios comunitarios durante agosto, septiembre y octubre, en 17 jurisdicciones del país, incluida Tucumán.
El trabajo arroja que la malnutrición global en los barrios populares alcanza un 48,6%. Las alteraciones más frecuentes encontradas en NNyA fueron el sobrepeso (un 20,9%) y la obesidad (un 24,5%). En ese marco, la franja etaria con mayor índice de malnutrición se da entre los 6 y los 10 años, que alcanza un pico del 53%. Prácticamente tres de cada 10 niños y niñas de esa edad sufre obesidad (un 29,9%).
Otro preocupante dato que arrojó el estudio tiene que ver con los lactantes, lo que demuestra la frágil situación social general, más allá de las edades. Es que las malas condiciones alimentarias de las madres impacta directamente en el desarrollo de los bebés que reciben leche materna: el 20,2% de los menores de 2 años sufren baja talla, que suele ser producida por desnutrición crónica (el promedio general en el universo de NNyA es del 6,7%).
Ante este escenario, la directora de la Universidad Popular, Lucía Bianchi, remarcó la necesidad que desde el Estado se implementen políticas integrales para revertir la situación. “Esto es una carrera contra el tiempo, porque los niños y niñas que no pueden alimentarse de una manera correcta quedan en una situación de desigualdad muy grande y sus organismos se vuelven muy vulnerables”, precisó en diálogo con el DiarioAr.
Proteínas en descenso
El informe revela que solo un 17% de las familias que viven en estos barrios come carnes o huevo una vez al día, como recomienda el Ministerio de Salud de la Nación. Es decir, que el 83% de las familias tienen un aporte proteico menor a lo necesario y que un 30% de las familias consumen estos alimentos solo una vez por semana o menos.
En esta misma línea, el consumo diario de verduras alcanza solo a un 14% de las familias, mientras que un 44% las consume una vez a la semana o menos. Con las frutas sucede algo similar porque solo en un 19% de los hogares se consume una vez por día, mientras que un 37% las consume una o menos veces a la semana.
Al analizar los lácteos que consumen las familias más vulnerables que asisten a los comedores y merenderos de Barrios de Pie en Buenos Aires, CABA, Catamarca, Chaco, Córdoba, Corrientes, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Misiones, Salta, Santa Fe, Santiago del Estero, Tucumán y Tierra del Fuego el trabajo remarcar que solo un 25% los consume diariamente; en tanto que un 32% de las familias lo hicieron uno o menos veces por semana.
Cuando se puntualiza sobre variaciones en el consumo durante el último año para carnes, frutas, verduras y lácteos -nutrientes esenciales-, los datos demuestran que las familias disminuyeron el consumo de carnes, el 54%; de frutas, un 49%; de verduras un 43%, y de lácteos, un 44%. Por el contrario, se registró un aumento de un 35% en la ingesta de alimentos más económicos y rendidores, aunque nutricionalmente mucho menos convenientes, ya que son ricos en hidratos de carbono, como papa, batata, arroz y fideos.
El médico Marcos Caviglia, especialista en medicina general y familiar, fue uno de los responsables sanitarios de este trabajo. Señaló que los índices obtenidos son ampliamente mayores si se los compara con los obtenidos en 2019. En esa oportunidad, previo a la pandemia, la malnutrición global era de un 44,1%, con un sobrepeso de un 22,5% y obesidad de un 19,6%.
Trabajo en territorio
“En la provincia se está trabajando fuertemente en materia alimentaria”, dijo Ana Carolina Díaz Taballione, directora de Políticas Alimentarias, en diálogo con LA GACETA.
En relación a las funciones que desempeña esta área del ministerio de Desarrollo Social, la funcionaria destacó la asistencia constante que brindan a diferentes sectores vulnerables de la comunidad y a las organizaciones sociales que se desempeñan en la provincia. Además, la Dirección tiene a su cargo la coordinación de los programas de comedores escolares, cocinas comunitarias, comedores infantiles, jardines de cosecha y celiaquía. “Lo más importante es que los alimentos lleguen a los niños”, dijo la funcionaria, en relación a esta ayuda que se brinda con fondos provinciales y nacionales. Y remarcó que el trabajo que se lleva a cabo en 1.040 establecimientos escolares permite brindar asistencia alimentaria a 270.000 alumnos de los distintos niveles educativos. Sobre las cocinas comunitarias indicó que de esta forma no solo se garantiza la alimentación diaria, sino que se fomenta el momento de compartir ese acto en familia.
La ayuda alimentaria, que se confecciona con alimentos secos y lácteos, está monitoreada por equipos multidisciplinarios que no solo controlan su ejecución sino también planifican programan nutricionales en base a las necesidades específicas de cada grupo. “Todas las escuelas y cocinas tienen un programa de nutrición, y el área de monitoreo se encarga del relevamiento para evaluar el cumplimiento del plan nutricional”, puntualizó.
En noviembre del año pasado, un estudio del Concejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), liderados por la investigadora Laura Cordero -licenciada en nutrición, especialista en salud social y comunitaria, y doctora en Ciencias Sociales-, indicó que la malnutrición afecta a uno de cada dos escolares tucumanos, con predominio del sobrepeso y de la obesidad.
Además, en los niños y niñas que presentan exceso de peso se evidencian alteraciones en su composición corporal; es decir, exceso de tejido adiposo, sobre todo en la zona abdominal. Desgraciadamente, estas características conllevan a la aparición temprana de enfermedades crónicas relacionadas con la malnutrición, como problemas cardiovasculares y diabetes.
“La obesidad trae aparejada una baja autonomía y una baja aceptación social. Además, a medida de que los chicos aumentan de edad, estas percepciones empeoran. Son más conscientes de su situación”, consideró Cordero.
Otro dato lamentable es que los chicos con exceso de peso tienen peor calidad de vida. “Se observa un deterioro en su bienestar físico y psicosocial”, apunta Cordero, quien mediante el Instituto Superior de Estudios Sociales -un departamento del Conicet- se encuentra abocada desde 2014 a explorar y a describir las características de la distribución espacial de la malnutrición infantil en áreas urbanas y rurales de la provincia.