El crimen de Luis Espinoza nos retrotrajo a lo peor de los 70

El crimen de Luis Espinoza nos retrotrajo a lo peor de los 70

Policias y civiles estuvieron involucrados en la desaparición y la muerte del peón rural.

EN 2020. Luis Espinoza fue asesinado tras una carrera cuadrera. EN 2020. Luis Espinoza fue asesinado tras una carrera cuadrera.

En noviembre la Justicia Federal comenzó a juzgar a 11 imputados, nueve de ellos policías, por el crimen y la desaparición forzada de Luis Espinoza, un peón rural de Villa Chicligasta. A lo largo del debate, ninguno de los acusados pudo explicar cómo llegaron a ese desenlace. Uno de ellos, José Alberto Morales, quien según la pericia balística realizó el mortal disparo, incluso planteó que podría haberse tratado de una cuestión desafortunada en medio de un operativo para dispersar a un grupo de personas. Un procedimiento que tuvo irregularidades y mucha irresponsabilidad según lo que va revelando este juicio. Pero increíblemente lo que pasaría después del crimen sería peor, sobre todo porque fue a conciencia: funcionarios públicos intentando ocultar el homicidio.

El 15 de mayo de 2020, en un contexto de restricciones por la pandemia de Covid-19, los policías Rubén Héctor Montenegro (subcomisario), José Alberto Morales, Gerardo Esteban González Rojas, Mirian Rosalba González, Claudio Alfredo Zelaya, Carlos Lisandro Romano, José María Paz, René Eduardo Ardiles y Víctor Manuel Salinas comenzaron un operativo que habría tenido como objetivo suspender unas carreras cuadreras que se habrían realizado en el paraje de El Melcho (Simoca). Junto a los policías iba también el vigía Héctor Fabio Villavicencio, de la comuna de Monteagudo. Hasta el momento, según lo que se dijo en el juicio, nunca se pudo probar que en el lugar haya habido carreras clandestinas. Lo que sí se probó es que el procedimiento no constó en el libro de actas de la comisaría de Monteagudo, destacamento al cual pertenecían los efectivos acusados. Según los testigos, los policías no vestían sus uniformes ese día.

Los primeros en llegar al paraje fueron Zelaya y González Rojas, a bordo de una moto. En sus declaraciones explicaron que fueron reconocidos y que algunos hombres a caballo comenzaron a hacerles tiros mientras huían. Ambos imputados reconocieron que también abrieron fuego, pero aclararon que dispararon al aire. Zelaya contó que en un momento Juan Espinoza (hermano de la víctima) cayó de un caballo y que mientras lo aprehendían apareció  Luis y les pidió que lo soltaran. “Nos dijo que ellos no tenían nada que ver con las carreras, que los organizadores estaban más adelante. Ninguno de los Espinoza estaba armado”, contó Zelaya.

Más disparos

En ese momento llegaron Morales, Miriam, Salinas y Romano y se escucharon más disparos. Ninguno de los imputados dijo haber visto el momento en el que hirieron a Luis. Sostuvieron que minutos más tarde vieron a un hombre en el piso con un disparo en el omóplato. Por esa razón avisaron de lo ocurrido a Montenegro, que estaba a cargo del operativo.  

Varios de los imputados señalaron que Montenegro, actuando temerariamente, habría sido el causante de empeorar terriblemente un hecho que de por sí ya era muy grave. Sus subordinados  dijeron que se negó a llamar a una ambulancia aduciendo que los testigos los matarían si se enteraban de lo que había pasado. Romano contó que el subcomisario le preguntó si podía conseguir un revólver para “plantárselo” al muerto y “hacer que dispare”. Según la acusación, González Rojas fue a buscar a su primo Álvaro Gonzalo González y le pidió unas bolsas arpilleras, unas sogas y que lo llevara de nuevo al lugar a El Melcho. Así terminó imputado también ese civil.

Luego de la insistencia, Montenegro habría accedido a trasladar en su auto a Espinoza hasta un hospital. La víctima fue cargada en el baúl del vehículo VW Fox, pero no fue llevada a un nosocomio sino a la comisaría de Monteagudo. Allí -dicen los imputados- el subcomisario comenzó a insultar y a amenazar de muerte a sus subordinados. “Este chango ya está muerto, ya lo hago desaparecer”, esa terrible frase le fue atribuida a Montenegro (quien nunca declaró a lo largo del proceso). A partir de allí comenzaría a revivirse una escena digna de la última dictadura militar. Zelaya, Morales y González Rojas -según ellos bajo amenazas- cargaron nuevamente el cuerpo- ya atado y envuelto en las bolsas- en el auto. Condujeron casi 90 kilómetros hasta La Banderita, en el límite oeste de la provincia, y cruzaron a Catamarca. Allí, en un claro, pasando unas curvas, arrojaron los restos de Espinoza a un precipicio.

Desde el primer momento Juan Espinoza y su familia comenzaron a buscar a Luis. Lo encontraron gracias a la confesión de Zelaya, que habló luego de que se detuvo a los imputados.  Las pericias fueron complicando a los imputados. El luminol dio positivo en el auto de Montenegro, luego se constató que se trataba de sangre de la víctima, las pericias en las armas revelaron quiénes habían disparado y que no se encontraron en El Melcho vainas de armas ajenas a las de los policías.

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