Asediada por la crisis, cerró la Librería Universitaria

Asediada por la crisis, cerró la Librería Universitaria

Desde hace casi seis décadas, funcionaba en la ochava de Ayacucho y General Paz. El elevado costo de los libros importados. Los costos fijos.

FOTO/LIBRERÍA UNIVERSITARIA FOTO/LIBRERÍA UNIVERSITARIA

Durante casi seis décadas, fue un abrazo cultural en una de las puertas al Barrio Sur. Los libros parpadeaban como semáforos a deshoras en los escaparates en busca de profesionales y estudiantes en la ochava de Ayacucho y General Paz, a 50 metros del Rectorado de la Universidad Nacional de Tucumán. Acorralada por la crónica crisis económica, las persianas de la Librería Universitaria bajaron definitivamente. “Fue de todo un poco, poca demanda de material, poca demanda de libros, el costo de los libros, la gran mayoría están en dólares, porque eran libros importados en su gran mayoría, tanto como para el profesional como para el estudiante, y a eso había que sumarle los costos de las personas y los costos fijos. La mantuvimos a la librería hasta donde pudimos y fueron muchos años”, comenta Carlos Alé, uno de sus propietarios.

-  Iban a cumplir 60 años en 2023. ¿La fundó tu papá? ¿Era librero?

- La librería se instaló en esta esquina y empezó en una casona vieja, en la misma ochava en el año 63.  Él vino de San Juan los 9 años, luego comenzó a trabajar en la universidad cuando se creó la Facultad de Medicina y después empezó su vida independiente con la venta de libros universitarios.

- Aparte de los libros de medicina, de química, ¿qué otras especialidades abarcaban?

- También de psicología, el fuerte nuestro era la medicina con todas sus especialidades, y después nos fuimos abriendo un poco la variedad, entramos en agronomía, computación cuando fue el boom.  

- ¿Internet les representaba alguna competencia importante?

- No importante, el e-book no era competencia, sí comenzó a circular en Tucumán, pero no era competencia como para voltear algo, pero sí los apuntes, las fotocopias… los chicos obviamente trataban de mermar sus costos en los gastos, cuánta gente viene de otra provincia… supongamos hoy un libro de una materia puede costar 50.000 pesos, súmale el alquiler y es solo una materia, una locura.

- Además de la librería abarcaban otro rubro importante, como la parte gráfica.  

- La parte gráfica va a continuar. Tratamos de manejar un porcentaje de ganancias necesarias, no abusivo, por eso generamos tanta clientela. Ahora estamos renovando unas máquinas, que vamos a ver si llegan para los primeros días de febrero.  Estamos en eso, en ese cambio total de mentalidad. Somos cuatro hermanos. El mayor es psicólogo, después sigo yo, que me he dedicado a trabajar, luego una hermana que es fonoaudióloga y el más chico que el 22 de enero pasado falleció de un infarto. Mi papá -se llamaba Carlos Washington Luis Alé- tratando de sostener esta estructura que se venía ya abajo desde hace años, tuvo un infarto y falleció. Entonces me hice cargo del negocio. Era domar un potro que queríamos salvar, pero esto se venía abajo por los costos de los libros. Nosotros tuvimos una gran relación con las editoriales, excelente, más allá de que yo critico a las editoriales que salen a vender por su página en internet, y ofrecen cuotas con descuento, que es el descuento que me hacen a mí, entonces, no podés vender de esa forma, es competencia desleal. Después de unos tres o cuatro años de haber fallecido mi papá, me infarté yo; se hizo cargo del negocio mi hermano más chico, también falleció de infarto. Entonces, cuando falleció él, dije: “listo, acá se pone punto”. Creíamos que todo iba a volver a la normalidad, a la lectura, se iba a volver la cultura de otra forma, pero bueno, capaz que yo no lo vea... Entonces hemos virado el timón y no vamos a enfocar en la parte gráfica.

- Supongo que no fue fácil tomar la decisión del cierre.

- Lamentablemente, se tomó esa determinación. Hablé con mis hermanos y les dije que esto tenía que terminar acá porque nos iba a llevar puestos. Lo que cubría todos los gastos y todo de la librería, el personal, el costo fijo, era la parte de la imprenta. Si lo vemos como algo sentimental está bien, pero si lo vemos como negocio, no está bien.  

- ¿Han tenido a lo largo de estos casi 60 años otros momentos difíciles como este?

- Lo que fue el Rodrigazo, no me acuerdo mucho porque era chico. Tengo 53 años. Pero sí me acuerdo del 2001, que era una locura, que eran los saqueos y claro, ante esa locura de la sociedad, nadie se acercaba por la librería, ahí vi cómo se caía todo, lo que era la venta de libros.

- ¿Qué destino les darán a los libros?

- La mayoría de los libros prácticamente estaban en consignación, han sido devueltos y el otro material que era nuestro, lo hemos donado a algunas bibliotecas, inclusive del interior, y otros libros que están ya están obsoletos como los de computación, ya veremos qué hacer, porque ya no sirven.

- ¿Qué futuro les ves a las librerías en Tucumán?

- Si vos hacés un corte a la altura de Córdoba para abajo, vas a Buenos Aires, subís a un subte y hay gente, tres, cuatro o cinco personas leyendo, acá es muy difícil encontrar en una plaza a alguien leyendo. Creo que es algo cultural; acá los chicos jóvenes, están viviendo nuevamente la plaza, que es algo lindo, haciendo algún deporte, que está bárbaro, pero poco los veo con un libro en la mano, sí hay, pero son los menos. Entonces la parte de best sellería, novelas, todas esas cosas, eso va a sobrevivir siempre; ahora, todos los nuevos profesionales se actualizan a través de las revistas, a través de internet pero el estudiante va a necesitar la hoja papel y ahí, ojalá que me toque un médico que haya tocado un libro y no que haya estudiado con un apunte.

- ¿Qué se siente cerrar un libro de 60 años?

- Con mis hermanos, salíamos del colegio y no íbamos a estudiar la casa, nos quedábamos en la librería y a los diccionarios los utilizábamos, los vivíamos; las amistades venían para acá, en el centro de reunión de los chicos del barrio. Es doloroso. Te juro que si te ponés a pensar podrías decir: “Probemos de nuevo”, pero no. Me hubiese gustado continuar, que alguien continuara, pero ante esta incertidumbre… Me acuerdo que hace un par de años atrás, ganamos una licitación en la Universidad Tecnológica Nacional y los libros estaban retenidos seis meses en la aduana; eran libros, no era algo de lujo como un auto, por ejemplo, eran libros, pero bueno, cosas de esas pasan y te tiran abajo.

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