Este primero de enero Brasil da un giro fundamental, de casi 180 grados: deja atrás la polémica presidencia de Jair Bolsonaro para retomar el camino propuesto por Lula da Silva. En diálogo con La GACETA, Luis González Alvo (Salta, 1986), profesor de Historia de América de la UNT e investigador del Conicet, hace un paralelismo con la situación en Washington y considera que si Lula consigue domar la economía, apaciguará a la oposición más moderada, tal y como lo está intentando Joe Biden en Estados Unidos.
-¿Qué diferencias de escenario hay entre 2003, el año en que Lula asumió por primera vez, y 2023?
-Lula ahora tiene 76 años y estuvo mucho tiempo en la cárcel. Entonces realmente es otro escenario a nivel personal, para empezar, y después también otro en lo económico y lo social. Con la presidencia de Bolsonaro, Brasil sumó alrededor de 10 millones de personas bajo el umbral de pobreza solo en los últimos tres años. Y el factor social es la grieta brasileña: el país está realmente dividido y lo está de una manera severa y bastante violenta, al punto de que un sector muy importante del bolsonarismo no admitió la derrota, lo cual es realmente muy peligroso para la democracia.
-En este contexto, ¿cómo será la situación en el Congreso? ¿Lula tendrá margen de movimiento ante la oposición del partido de Bolsonaro?
-Es un desafío porque las alianzas son muy amplias y el Congreso brasileño estará muy fragmentado. El bolsonarismo es una alianza entre parte de la centroderecha, la derecha y la ultraderecha, mientras que la coalición de Lula tiene, además de al PT (Partido de los Trabajadores), políticos de centro y de centroderecha. Incluso un partido tradicionalmente opositor al PT, el PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña), se alió con Lula. Entonces va a ser muy difícil no solo por cómo queda la situación después de las elecciones, sino por lo que tiene que resolver para adentro. Para poder avanzar en sus principales políticas, Lula tiene que resolver primero las cuestiones de su propio frente. Recién después puede pensar en hacer alianzas hacia fuera.
-¿Cuáles cree que serán esas principales políticas del Gobierno de Lula?
-La alianza con el PSDB garantiza que el Gobierno de Lula sea moderado, como ya lo fueron, desde mi punto de vista, sus presidencias anteriores. Pero seguramente iremos hacia un Estado más interventor, posiblemente con una reforma tributaria para tratar de disminuir la pobreza.
-¿El presupuesto de Brasil tiene espacio para gastos adicionales?
-Bueno, Lula llega con dos promesas muy importantes. Una es mantener el subsidio Auxílio Brasil, que es muy considerable y está precisamente en duda por el problema del déficit fiscal. Es de US$ 120 aproximadamente. Además prometió aumentar el salario mínimo, que es el doble que ese subsidio. Pero aunque Lula crea que esos gastos son fundamentales para devolver un nivel de ingresos mayor y más digno, el tema es que le costarían a Brasil unos US$ 30.000 millones. Es mucho dinero para una economía tan golpeada como la brasileña.
-Quizá uno de los desafíos más grandes que enfrenta Lula es la franca hostilidad de gran parte de la población. ¿Cómo se gobierna a través de esa grieta?
-Va a ser difícil. El primer reto en este sentido creo que va a ser el control del poder civil sobre las Fuerzas Armadas, que es una cosa muy fuerte y muy delicada en un contexto global de democracia ajetreada. Hay que recordar que hasta se habló de un posible golpe de Estado. El segundo reto es el deterioro social que ha sufrido Brasil, porque los sectores más golpeados viran a posiciones antidemocráticas. Entonces me parece que para que esos sectores se tranquilicen, Lula va a tener que mostrar resultados y hacerlo rápido.
-¿Cómo ve la política exterior brasileña de aquí en adelante?
-El desafío es reposicionar a Brasil en la escena internacional, algo que tiene que ver con el legado de Bolsonaro. Brasil casi no ha tenido visitas presidenciales durante los últimos cinco años. Bolsonaro generó una sensación de desagrado por sus declaraciones y su política ambiental en muy buena parte de la Unión Europea. También se distanció de China. Entonces Brasil se aisló durante el bolsonarismo y a Lula le va a tocar destrabar esos enredos diplomáticos.
-¿Se imagina la realidad de Brasil de aquí a cinco años?
-Realmente no me la puedo imaginar, pero sí puedo decir lo que me gustaría que suceda. Yo creo que está en juego la democracia de Brasil, pero esa democracia también necesita resultados económicos. Si Lula consigue resolver una inflación tan importante, de dos dígitos, va a mitigar a la oposición. Entonces, para que la democracia de Brasil se recupere, es necesario que Lula consiga cumplir con un mínimo de las bases de redistribución que prometió y que tenga un buen desempeño en las próximas elecciones intermedias, para tener un control suficiente del Congreso. Va a ser un mandato muy desafiante.