CIUDAD DEL VATICANO.- “Quisiera pedirles a todos una oración especial por el Papa emérito Benedicto, que, en silencio, sostiene a la Iglesia”. Con estas palabras, en su sorpresivo anuncio en italiano al final de su audiencia general semanal, el Papa Francisco convocó a los fieles de la Iglesia Católica a rezar por la salud del religioso de 95 años, sobre quien el Vaticano había ya anunciado que estaba muy enfermo y “bajo vigilancia médica” permanente.
Benedicto, un héroe para los conservadores católicos, en 2013 se convirtió en el primer pontífice en renunciar a su cargo en 600 años.
Después de que el Vaticano anunció que había sufrido un repentino “deterioro” de su salud, líderes de la Iglesia católica de Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos y otros países instaron a los fieles en las redes sociales a unirse a las oraciones por Benedicto, que fue Papa durante casi ocho años antes de retirarse.
“Acordémonos de él. Está muy enfermo, pidamos al Señor que lo consuele y lo sostenga en este testimonio de amor a la Iglesia, hasta el final”, dijo el Papa antes de partir a visitar al ex pontífice, poco después de su audiencia general.
Francisco ha elogiado a menudo a Benedicto, diciendo que era como tener un abuelo en casa. Pero la presencia de dos hombres vestidos de blanco en el Vaticano ha sido a veces problemática.
Los conservadores consideran al anterior Papa como su abanderado y algunos ultratradicionalistas incluso se han negado a reconocer a Francisco como pontífice legítimo.
Critican a Francisco por su actitud más acogedora hacia los homosexuales y hacia los católicos divorciados y vueltos a casar fuera de la Iglesia, y consideran que se socavan los valores tradicionales.
Hasta hace unas semanas, quienes habían visto a Benedicto afirmaban que su cuerpo estaba muy frágil, pero su mente aguda.
La última fotografía del emérito la publicó el pasado 1 de diciembre la Fundación Joseph Ratzinger, cuando el papa recibió en su residencia a las dos personalidades galardonadas con el Premio Ratzinger, el biblista francés Michel Fédou y el jurista judío Joseph Weiler.
Estaba sentado y parecía excepcionalmente débil.
Tras su renuncia, Benedicto se trasladó a un antiguo convento dentro de los jardines del Vaticano, con su secretario, el arzobispo Georg Ganswein, y algunos otros colaboradores y personal médico.
Los últimos meses los ha pasado en silencio, excepto a inicios de año, cuando tuvo que salir al paso de las acusaciones de cómo había gestionado algunos casos de sacerdotes acusados de abusos a menores cuando era arzobispo de Munich y que habían surgido en el informe redactado por la Iglesia alemana sobre la pederastia.
En una histórica declaración pública, Benedicto XVI afirmó: “He tenido una gran responsabilidad en la Iglesia católica. Tanto más grande es mi dolor por los abusos y errores que se han producido durante el tiempo de mi mandato en los respectivos lugares”.