¿Qué hacen más de 40 tucumanos reunidos en una casa del barrio L'Olivereta de Valencia, en España? Una pista: es Nochebuena del año 2022. Claro, así no hay mucho por adivinar: se trata del festejo de Navidad y pese a que la celebración es la más normal en todo el mundo, la escena sorprende. Por el número de coprovincianos y porque no se trata de una ciudad capital. Los tucumanos y tucumanas reunidos son apenas una pequeña parte de una gran comunidad que migró desde nuestra provincia y se ha instalado al sureste de la península ibérica desde hace ya más de 20 años y que se sigue nutriendo al día de hoy.
Está claro que España se ha transformado en el destino favorito de los argentinos (incluidos los tucumanos) que emigran, pero no siempre pensamos en Valencia cuando lo escuchamos. Ciudades como Madrid o Barcelona aparecen primero. ¿Por qué Valencia entonces?
Algunos aseguran que Valencia es un poco más fácil para el extranjero que ciudades como Barcelona, donde es prioritario saber catalán, por ejemplo.
Además de ese plus, de la belleza natural del lugar, sobre la costa del mar Balear, la realidad es que la presencia fuerte de tucumanos también llama a más tucumanos. “Me llaman muchos amigos y gente de todo tipo preguntando para venirse”, reconoce Juan Giménez, un tucumano de 43 años que llegó a Valencia en lo que podría considerarse la primera “ola tucumana”, allá por el 2001, tras la crisis en nuestro país.
El problema es que con el tiempo, esa facilidad que ofrecía la ciudad, se ha ido esfumando con los años según Juan. “Ahora mismo es cuando más complicado está para venirse. El tema económico es importante y los alquileres están muy caros, subieron muchísimo. Es un problema que tiene mucha gente”, le explica a LA GACETA Juan, oriundo de Alberdi. “Si vas solo tenés la chance de ir a una habitación (se alquilan individualmente), pero en familia se complica muchísimo porque necesitás un departamento y están carísimos”, agrega.
Además de la plata, para lograr un alquiler son indispensables otros atributos: un trabajo fijo, un garante (las llamadas nóminas) y los papeles migratorios en regla. Claro, esto último es lo que termina ayudando a conseguir todo lo otro.
“Lo que yo contesto cuando me piden consejos es siempre lo mismo: traten de venir con papeles. Sino se hace muy complicado. Te dan trabajo, casa y hasta la tarjeta de seguridad social”, cuenta Juan.
La historia sin papeles es otra: remar y remar por años hasta conseguirlos y, mientras tanto, trabajar en negro. “Podés hacer cosas, pero terminan siendo precarias”, advierte él.
Juan trabaja en el sector de laboratorio de cosméticos de una fábrica. En 2001, él llegó con visa de turista y acompañando a su entonces novia (ahora esposa). Ella tenía la nacionalidad y, tras el casamiento, obtuvo los papeles. En su momento, le dieron la visa de trabajo y así pudo empezar.
Él y más de 30 tucumanos se juntaron en Nochebuena para celebrar y sentirse más cerca de su tierra.
Dias antes, ellos y cientos de argentinos más estaban en la plaza del ayuntamiento en Valencia festejando el título de la Selección Argentina en el Mundial de Qatar 2022.
Diez años después, los tucumanos seguían llegando a Valencia
Sobre este tema investigó y mucho Sonia Páez de la Torre, una tucumana licenciada en letras recibida de la UNT, de 38 años, que emigró con su novio justamente a Barcelona en julio de 2013. Allí tuvo sus dos hijas y se doctoró en Educación en la Universidad de Girona. En la preparación de su tesis (“El proceso de empoderamiento en jóvenes del Cono Sur latinoamericano a partir de la experiencia migratoria a Catalunya”), entrevistó -como parte de una prueba piloto- a varios tucumanos y tucumanas que recientemente se habían mudado a Valencia, a comienzos de esa década.
Un diseñador tucumano en Valencia
La situación para los tucumanos que llegan a Valencia es difícil, pero Gonzalo Villamax encarna el ejemplo de que sí se puede. Hablamos de un diseñador de indumentaria que se instaló allí hace pocos años y ya tiene un taller y una tienda de ropa sin género. Más acá en el tiempo, él es parte de la nueva oleada de tucumanos allí.
“Estoy estudiando gestión y marketing de moda y un curso de ‘Materias primas, fibras textiles, origen y propiedades’. Hace cinco años vine de vacaciones a visitar a unos amigos y me enamoré de la ciudad. A mí las grandes ciudades no me gustan para vivir y Valencia es una ciudad pequeña que de alguna manera tiene algo que me recuerda a Tucumán”, revela Gonzalo en una entrevista con el diario La Nación.
Buscar coincidencias es natural para aquellos que están lejos de su tierra y Gonzalo encontró una muy especial. “Por ejemplo, acá, como también en Tucumán, en época de primavera las calles se llenan de un aroma a azahar que me transporta a mi ciudad natal. También es un polo universitario, como lo es Tucumán. En ese viaje averigüé para estudiar y la mudanza tardó aproximadamente un año”, detalla.
Juan ha incorporado algo de la tonada española, pero el tucumano aflora en la mayoría de su relato. En la cena navideña aquello se potenció y se retroalimentó con los otros tucumanos. “He quedado loco con la cantidad de argentinos y tucumanos que hay. Es increíble”, confiesa Juan tras la celebración del título de la Selección. Al parecer no cesarán, pese a las complicaciones y alentados por varios motivos, entre ellos, tener a compatriotas y coprovincianos cerca.