A pesar de una paulatina reducción en las últimas décadas, el consumo de carne vacuna sigue estando fuertemente arraigado en la cultura alimenticia argentina. En lo que va de 2022 el consumo en Argentina ronda los 48 kilos per cápita por año, registro que si bien resulta muy inferior al promedio histórico (73,4 kg/hab/año en 1914-21, según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario) y se encuentra en los niveles más bajos en 100 años, sigue erigiéndose como el mayor a nivel mundial, seguido de cerca por Uruguay (46 kg/hab/año).
Esta relevancia tiene su correlato en su participación dentro del Índice de Precios al Consumidor (IPC) -y al interior del rubro Alimentos en particular-, según un reporte de Ecolatina: su peso es de casi 5% en el IPC y representa el 15% dentro de Alimentos y bebidas, por lo que el impacto de las variaciones de su precio sobre el gasto de las familias no es menor. En este sentido, en el último semestre se registró un claro abaratamiento en el valor de la carne, en claro contraste con lo sucedido en 2020 y 2021, señala la consultora privada.
De acuerdo con el relevamiento del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), en noviembre el precio minorista promedio de la carne vacuna en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) volvió a caer en términos reales por sexto mes consecutivo, resultando 25% más barata que en mayo y 20% más económica que un año atrás.
En Tucumán, en tanto, los precios de los principales cortes cárnicos no registraron variaciones en noviembre, respecto de octubre, salvo el caso de la paleta, que se reajustó un 8%, de acuerdo con el Índice Barrial de Precios que elabora el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (Isepci). En las carnicerías de los barrios del área metropolitana tucumana, la carne vacuna ha registrado una variación del 56%, la mitad de los aumentos que acumularon el pescado o el pollo.
El menor dinamismo en el precio de la carne vacuna fue clave para evitar un mayor incremento del IPC, siendo uno de los principales factores que contribuyeron a que la inflación perforara el 5% en noviembre. Según Ecolatina, la menor gravitación del precio de la carne tiene un impacto progresivo, ya que los hogares de menores recursos destinan una mayor proporción de sus recursos a su ingesta. “Para ilustrar este punto basta decir que mientras que en la canasta del 10% de los hogares de menores ingresos la carne vacuna explica casi 8% del total, en el 10% de las familias de mayores recursos este peso se reduce a algo más del 2%”, puntualiza la consultora.
Llegado este punto, cabe preguntarse: ¿a qué responde la debilidad en los precios de la carne en el último semestre? ¿Puede mantenerse en los próximos meses y favorecer el objetivo del Gobierno de una inflación descendente? ¿De qué dependerá?
Detrás de la tendencia observada se esconde una combinación de un elevado nivel de oferta, un poder adquisitivo en términos de carne que, si bien se recupera en el margen, expone un importante rezago, y una exportación que tracciona menos sobre los valores frente a una mayor incertidumbre a nivel global, principalmente en China, enumera Ecolatina.
Por el lado de la oferta, la sequía que ha venido azotando a gran parte de la zona productiva del país genera que los productores anticipen la salida de animales de los campos por la menor disponibilidad de pasto para la alimentación del ganado y temores a la mortandad de los animales. En consecuencia, se adelanta el envío a faena o se “terminan” los animales en corrales, con engorde intensivo.
En este sentido, la producción de carne bovina ha venido garantizando un mercado bien abastecido, mientras que la ocupación de los feedlots se ha mantenido elevada. Este escenario deriva en mayor presión bajista sobre los precios de la hacienda que se absorbe en el mercado local. En noviembre, los precios de la hacienda más asociada al consumo interno (vaquillonas y novillitos) trepó apenas 0,8% intermensual y “sólo” 32% interanual.
Desde la demanda se destaca el deterioro que acumula el poder adquisitivo en términos generales y en carne bovina en particular. Una de sus principales consecuencias, según Ecolatina, es que el canal minorista (carnicerías) tiene menor capacidad para trasladar a precios los aumentos en el costo de la hacienda. A todo este combo se suma un mercado exportador debilitado, no tanto en volumen sino en precio, que también resta tracción.
¿Menor oferta de carne en 2023?
Históricamente, los dos últimos meses del año suelen ser momentos en los cuales el precio de la carne tiende a corregir eventuales retrasos, recuerda Ecolatina. Esto se da por la conjunción de una mayor demanda ante el incremento en las reuniones sociales y el consumo fuera del hogar, pero también por ante una oferta de hacienda terminada que comienza a ser cada vez más escasa a medida que se vacía el producto del llenado de corrales que se da usualmente hasta agosto, señala la consultora privada.
No obstante, por los factores mencionados no se espera que esto ocurra este año. Por caso, el ajuste que debería hacer el precio de la carne en diciembre para recuperar lo perdido en los últimos seis meses debería ser de algo más de 30%, lo cual resulta a todas luces difícil de plasmar en este contexto de sobreoferta y frente a un consumidor que se viene mostrando más dispuesto a reemplazar el producto por alternativas más económicas.
De todos modos, la mayor oferta actual presenta riesgos de mediano plazo, con un impacto potencial sobre los precios. El adelantamiento tanto de la salida de animales de los campos como de la zafra, sumado a que en escenarios de sequía cae la tasa de preñez y destete, provocarían una menor oferta en el futuro, que a la vez llegaría con menos kilos logrados producto de la pérdida de rentabilidad de los feedlots. La falta de lluvias también dificulta la posibilidad de cría.
Ahora bien, aún con un cambio de fase climática la oferta también podría caer. Si esto sucede, tal como revelan los principales modelos climáticos, y a partir de febrero comenzamos a transitar desde una fase de neutralidad hacia un otoño-invierno más lluvioso, podríamos esperar una mayor retención de hacienda en los campos, ya que mejoraría el escenario para producción a base pastoril. Así, estos ciclos de engorde más largos derivarían en un bache transitorio de oferta que se sentiría especialmente durante la primera mitad del año, finaliza Ecolatina.