El dato de inflación no dejó de ser una sorpresa. Un 4,9% en noviembre no era esperado ni por el Gobierno porque marca una desaceleración profunda respecto del promedio del 6% que se viene dando en lo que va del segundo semestre. En medio de tantas pujas distributivas e intentos de sostener el poder adquisitivo del salario, sólo hay una certeza: el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de este año no será del 100%. Para llegar a ese resultado, vaticinado por analistas y por consultoras privadas, en el último mes del año, la inflación debería estar en el orden del 15%, improbable. Pero la desaceleración será efímera. Este mes se acaba con varios millones de obligaciones que el Estado debe cumplir y que implica más emisión monetaria y, por ende, más inflación.
“En un contexto de subas en la tasa de interés de la deuda en pesos y desaceleración de emisión, gracias a un mayor endeudamiento, era esperable que se modere la suba del IPC. Sin embargo, así se agrandan los problemas hacia delante.”, advierte el economista de la Fundación Libertad y Progreso, Santiago Casas. El rubro con mayor aumento fue “Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles”, en un 8,7%, por la quita de subsidios en las tarifas. “No hay fundamentos para pensar que se va a reducir la inflación sostenidamente con las políticas que lleva adelante el gobierno. Sin un plan de estabilización llevado adelante por un gobierno creíble, donde se dé una solución a la deuda en pesos y se reduzca el déficit fiscal, la inflación seguirá en niveles altos”, continúa Casas.
Con el dato de noviembre, la Argentina consolida una inflación promedio anual del 56,6% en los últimos cuatro años, dice el monitor global elaborado por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal. Por eso, considera que es prioritario que la inflación sostenga un camino decreciente de ahora en más para seguir la tendencia internacional de reducción de un problema que agobia a varios países que hoy son potencias económicas
Considerando la variación interanual de noviembre pasado, en la muestra que el Iaraf ha realizado en 43 países del planeta se destacan Argentina (92,4%) y Turquía (84,4%) como los que registran los mayores niveles inflacionarios. Le sigue un segundo grupo de cuatro países con inflación superior al 20% interanual (Lituania, Hungría, Letonia y Estonia). En el otro extremo, Bolivia, Suiza, Arabia Saudita y China, registraron una inflación interanual inferior al 5%. El problema argentino no es el mundo; es la multiplicidad de desequilibrios macroeconómicos que se acumulan y que ningún gobierno ha logrado encarrilar porque no se observan medidas que tiendan a encauzar el rumbo del país. En esta situación, como en otras que requieren soluciones estructurales, no hay magia. Se necesita un plan de mediano y de largo plazo.
El ex ministro de Economía del duhaldismo, Jorge Remes Lenicov, dijo que, para poder crecer y mejorar el ingreso familiar, es necesario que la macro esté equilibrada y la inflación sea muy reducida. “Cuando ello no ocurre, es porque la economía está desajustada y, en ese caso, hay que cambiar las reglas de juego y hacer el necesario ajuste”, postula. Los permanentes cambios de la política económica y la alta volatilidad, conducen a que prevalezca un comportamiento cortoplacista, limitando la potencialidad del país. “Así no se puede construir un proyecto de largo plazo. Todos, sean políticos, gremialistas, empresarios, o ciudadanos comunes, arman sus estrategias para sacar el máximo provecho en el plazo más corto posible. El mediano plazo es siempre incierto, peligroso”, indica Remes Lenicov en su trabajo “El desencuentro entre política y economía. Bases para la recuperación del crecimiento con equidad distributiva”. Es la eterna lucha entre una decisión política y una medida económica, entre el costo político de tomar el toro por las astas o el sacrificio económico para volver a la normalidad.