Enrique Cadícamo: "Mi vida fue siempre la noche, el bar las mujeres, los amigos"

Enrique Cadícamo: "Mi vida fue siempre la noche, el bar las mujeres, los amigos"

Creador clave del tango, el autor de “Los mareados” y otros muchos éxitos, murió a los 99 años un 3 de diciembre. Carlos Gardel le grabó su primer tango y fueron amigos desde la adolescencia del compositor.

1999, diciembre 3. Los ojos celestes están bailando como hace 66 años un mundo sin tornillo. “Hoy no hay guita ni de asalto/ y el puchero está tan alto/ que hay que usar el trampolín./ ¡Si habrá crisis, bronca y hambre, que el que compra diez de fiambre/ hoy se morfa hasta el piolín!/ Hoy se vive de prepo/ y se duerme apurao/ y la chiva hasta Cristo/ se la han afeitao...” Carga en sus arrugas casi un siglo de tangos. Antes de que la luz abandone sus pupilas, la leyenda ejercita recuerdos que caminan bajo la garúa del tiempo.

1900, julio 15. Ángel y Hortensia Luzzi ven nacer a su décimo hijo en General Rodríguez, un poblado bonaerense. Ocho años después los zanjones y quintas de Floresta le abren los brazos a sus travesuras. Deleita luego su adolescencia en los libros de Julio Verne y Víctor Hugo.

“¿Cuántos años tenés? ¿16?”, le pregunta Carlos Gardel y agrega: “¿a quién le pungueaste la letra ‘Pompas de jabón’?” “Lo único que recuerdo es que yo lo miraba como si fuera un ser de otro planeta. Me palmeó la espalda y desde ese día fuimos amigos”, cuenta. Inaugura su primer tango en la voz de “El Zorzal”.

1928. La Ciudad Luz le desnuda sus misterios durante cuatro años y escribe “Anclao en París”. “Todos hemos querido a París como una amante. Cada calle es un refugio nupcial para los enamorados del mundo. El amor tiene ahí la grandeza de no eternizarse y ser sólo una caricia fugaz entre un beso de pasión y otro de olvido”, dice.

Celedonio Flores, Juan Carlos Cobián, Pascual Contursi, Francisco Marino, Cátulo Castillo, Aníbal Troilo y Carlos de la Púa son los duendes con quienes dibuja en la noche un dos por cuatro. “El Malevo Muñoz (De la Púa) nunca escribió un tango, pero es esencia de tango cualquiera de sus poemas de ‘La crencha engrasada’. Cátulo, mi fraternal amigo, antes de ser músico y poeta fue campeón amateur de box con más de 70 peleas realizadas. Contursi fue el que inventó todas esas cosas de la mina y la guitarra en el ropero, pero el maestro de todos fue Celedonio”.

“Los mareados”, “Garúa”, “La casita de mis viejos”, “Niebla del Riachuelo” “Madame Yvonne”, “Al mundo le falta un tornillo”, “Por la vuelta”, “Pa’ que bailen los muchachos”, “Muñeca brava”, “Nostalgias”, “Rondando tu esquina”, “Nunca tuvo novio”, “La casita de mis viejos”... se trepan a la garganta del pueblo. Él mismo ha perdido la cuenta, pero algunos entendidos aseguran que son más de 200 piezas las que compuso.

Pierde el invicto

Los 61 años pierden el invicto. La actriz y bailarina Nelly Ricciar le hace una zancadilla de amor. Lo empuja al Registro Civil: “Algunos amigos recibieron mi decisión como una hecatombe y le dieron una importancia similar a la caída del Imperio Romano: no lo podían creer. Ángel D’Agostino era uno de ellos; él murió soltero a los 90 años”.

Sus oídos custodian el tango que Pichuco le ha hecho escuchar hace una hora en el cabaré Tibidabo. La calle es una bofetada de viento. El invierno le acobarda el alma. La llovizna le moja los pensamientos: “¡Qué noche llena de hastío y de frío! No se ve a nadie cruzar por la esquina. Sobre la calle, la hilera de focos lustra el asfalto con luz mortecina. Y yo voy, como un descarte, siempre solo, siempre aparte, recordándote…”

No se priva de casi nada. Dirige las películas “Virgencita de Pompeya”, “Noches cariocas”, “Nace un campeón”. Es guionista de “Galería de esperanzas (Chingolo)”; actúa en “Al corazón”, “Gardel, el alma que canta” y “El canto cuenta su historia”. Escribe teatro: “Así nos paga la vida”, “La baba del diablo”, “El romance de dos vagos”, “El cantor de Buenos Aires” y “La epopeya del tango”. También poemarios: “Canciones grises”, “La luna del bajo fondo”; “Viento que lleva y trae” y la novela “Café de camareras”.

Chistoso y juvenil

El Gran Premio Sadaic de Oro le trae una alegría nonagenaria. “Yo vengo de un pasado, no digo remoto... pero largo. Un pasado victorioso, chistoso, juvenil, en el que nos divertíamos. Éramos como era la época: hedonistas; nos preocupaba el vestir. Para nosotros, un nudo de corbata malhecho podía tener la misma gravedad que el error de un general en la batalla. Mi vida siempre fue la noche, el bar, la calle, el cemento, las mujeres y la alegría del encuentro con amigos. Hay otros tangueros que se sacan años o no dicen su edad. Allá ellos. Tania, por ejemplo, dice tener 96 años y tiene 105; cada uno en lo suyo. Tengo que agradecerle muchas cosas a la vida. Mi espíritu inquieto me hace seguir escribiendo y me levanto cada mañana con la meta de componer algunas letras. A veces quedan en el intento y otras veces ven la luz”, dice.

No agrada que le traveseen con enfoques modernos a sus piezas: “El tango es un sentimiento que no tiene nada que ver con las fantasías de un arreglador que hace o deshace una composición según su gusto o los pedidos de los directores de una discográfica. Me da mucha pena escuchar temas que compuse hace un tiempo y que transmitían el clima de esa época, convertidos en una obra de corte vanguardista, con un sentido musical muy distinto. Si se quiere el tango de verdad, hay que dejarlo tal cual, se lo concibió en su momento”.

Las arrugas se arrugan de emoción cuando alguien le susurra su tango preferido: “Nostalgias... de escuchar su risa loca y sentir junto a mi boca, como un fuego su respiración. Angustia... de sentirme abandonado y pensar que otro a su lado pronto... pronto le hablará de amor... Quiero emborrachar mi corazón para después poder brindar por los fracasos del amor”. Ese viernes 3, una niebla del Riachuelo se sienta en las ojeras de un bandoneón y sopla un responso por Enrique Cadícamo que ya anda tropezando con la eternidad.

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