Lusail City parece aquella Los Ángeles que pintó Ridley Scott en “Blade Runner”, pero sin la lluvia, sin la basura y sin la voz en off de Harrison Ford. Los edificios son gigantescos, de formas inusuales (trapezoidales, oblicuos) y, como los de aquella película de culto, tan irresistible como vigente, lucen cubiertos por pantallas que emiten publicidad. Desde lejos se los ve tapizados de puntitos luminosos y de cerca transmiten una abrumadora sensación de gigantismo. Así es todo en Lusail City, el distrito de lujo que los qataríes inventaron y levantaron gracias a una inversión de miles de millones de dólares. Un paisaje futurista a más no poder, suerte de impecable maqueta pero a escala real. Porque la metáfora cinematográfica no es traída de los pelos. De tan artificial, carente de emociones, Lusail City se eleva más robótica que humana.
¿Es un cuerno? ¿Da Sauron o da Ultron? Katara Towers, la estructura con forma de U, original e impactante, domina el paisaje. Bien podría ser la sede de la Corporación Tyrell, allí donde los replicantes se fabricaban en serie para servir como mano de obra esclava en los confines de la galaxia. Pero la marcha de los acontecimientos en Qatar viaja tan rápido como la imaginación de Philip K. Dick. Miles de obreros, todos inmigrantes, trabajaron a destajo, azotados por temperaturas propias del desierto, para tener lista Katara Towers antes del Mundial. En esa U se concentran un hotel cinco estrellas, oficinas, departamentos, restaurantes y locales comerciales. Son 40 pisos, elevados a más de 200 metros. Es, por sobre todo, un símbolo del poder, de lo que el dinero -que aquí sobra- puede conseguir.
Técnicamente, Lusail City no está en Doha, la capital del país, sino en la zona de Al Daayen. En consecuencia, se trata de la segunda ciudad en importancia del país. En su flamante estadio se jugará el partido Argentina-Croacia y también albergará la final el domingo. Una línea de subterráneo que cruza Doha, paralela a la costa, conecta Lusail City con el aeropuerto de Hamad. Cuando termine de construirse, sobre una superficie de 38 kilómetros cuadrados, Lusail podrá albergar un cuarto de millón de habitantes. Hay mucho terminado ya y mucho en proceso de desarrollo. Lo que hay es impresionante; lo que falta promete subir esa apuesta.
El afán de los qataríes por la imitación nunca deja de sorprender. Es inevitable preguntarse por qué esa obsesión por copiar, en lugar de desarrollar un estilo propio, ligado con la historia y con la cultura de su país. En los shoppings, en los barrios, en los edificios, hasta en la obra pública aparecen esas marcas arquitectónicas ajenas. De noche, Lusail City juega a ser Tokio o Singapur. En la exclusiva La Perla hicieron un puente a imagen y semejanza del Rialto veneciano, y en el interior del shopping Villaggio se puede pasear en góndola. El más acabado de estos colosos es Place Vendome, la extrapolación de una porción de París a Medio Oriente, con los contornos de uno de los shoppings más grandes del mundo. De tan exagerado, Place Vendome termina siendo desangelado y hasta quita las ganas de comprar. Con tanta réplica a la vuelta, en cierto punto Lusail City puede compararse con lo que haría Famaillá si dispusiera de una fortuna similar.
Al cruzar la calle hay que mirar con atención a lo lejos. De golpe puede aparecer una Ferrari o un Lamborghini, y no vienen despacio. En la marina, donde se amarran los yates y los paseos se disfrutan al ponerse el sol, el parque de diversiones mantiene sus atracciones en movimiento, pero son contados los chicos que las disfrutan. Y eso que es domingo. La rueda de la fortuna gira y gira, las sillas voladoras nunca se detienen, infinidad de peluches -descomunales, imposible de cargarlos en un avión sin pagarles pasaje- aguardan por la puntería de algún visitante ocasional. Los baños públicos parecen habitaciones de hotel, mientras el personal vive atento a que todo brille y huela como en un palacete. Las aceras también resplandecen.
Lo que propone Lusail City es sentarse a la vera de la laguna, el centro geográfico de la zona, para intentar decodificar semejantes mensajes dispersos a la vuelta. Para darse una idea de lo que significa ese prodigio de la técnica, ese avance sobre el desierto y sobre el mar, todo al mismo tiempo, dejando a su paso los gigantes de hierro, vidrio y metal que van configurando esta nueva ciudad. Históricamente las cosas funcionaron al revés: primero llegó la humanidad y una vez que hizo pie desarrolló su impronta civilizatoria. Aquí, una vez construida la ciudad se verá quiénes y cómo la habitan. Eso sí: los vecinos no serán los que quieran, sino los que puedan. Porque Lusail City es sinónimo de riqueza, y la riqueza llama la riqueza.