Cristina dice que se va, y hace sonreír a Manzur y a Jaldo

Cristina dice que se va, y hace sonreír a Manzur y a Jaldo

Cristina dice que se va, y hace sonreír a Manzur y a Jaldo

El año pasado le vació el gabinete a Alberto Fernández al ordenar a los ministros que le respondían que renuncien a sus cargos. Algunos lo hicieron por Twitter. Debilitó a la coalición y generó una crisis en el Gobierno. La semana que pasó avisó -y sorprendió al mundo político- que no será candidata a nada en 2023. Causó un tembladeral en el peronismo. ¿Debilitará al Frente de Todos? Cristina, por situaciones institucionales o judiciales que la involucran, siempre genera hechos políticos con consecuencias internas en el oficialismo, cuyos coletazos supieron resonar con efectos imprevistos en el país y nuevamente resuenan, pero ahora también en Tucumán. No faltaron los justicialistas que sonrieron el año pasado y tampoco faltan los que ahora celebran por lo bajo, porque los efectos de los gestos de Cristina tienen consecuencias en el plano nacional, además, en el local. Y en el PJ.

Recordemos. Cuando se produjeron las dimisiones masivas en el Gobierno nacional, el PJ tucumano salía de una interna fratricida, donde la dupla gobernante había decidido enfrentarse para dirimir el liderazgo local del peronismo; manzuristas y jaldistas se trenzaron en una lucha donde no faltaron los improperios y graves acusaciones. El oflador fue de aquí para allá. Fue sangrienta; refirió un protagonista involucrado en la disputa para definir lo que fue esa batalla. Dejó heridos en ambos lados, y hasta resentimientos, porque se arrojaron con todo; se dijeron y se acusaron de todo. Hubo ganadores y perdedores, y sobrevoló el básico sentimiento humano de aplastar a los derrotados, de hacerles sentir el rigor de la victoria. A esos traidores.

Pero no pudo ser, porque allá Cristina vació de poder a Alberto, y porque aquí los que perdieron se quedaron con todo. El jaldismo fue el que se quedó manejando los hilos del poder y los manzuristas apenas con lo que tenían; aunque habían perdido la casilla del medio: el sillón de Lucas Córdoba.

Entonces empezó otra historia. Los manzuristas sintieron la orfandad en toda su dimensión porque Manzur decidió poner el cuerpo al desafío que le planteó Cristina en el Gobierno, ser un revulsivo en la gestión nacional y reforzar la misión de Alberto. Así, como jefe de Gabinete se desligó de Tucumán y se concentró, como no podía ser de otra manera, en su tarea como jefe de ministros.

Jaldo y los suyos, que habían sentido el rigor de la derrota -pero la sufrieron muy poco tiempo- y que alcanzaron a meter un diputado nacional en la lista final del oficialismo, pasaron a gozar del poder. Ganadores que perdieron y derrotados que ganaron. Sólo podía pasar en el peronismo, y en Tucumán.

¿Cómo podría desarrollarse la relación entre ambos grupos? Algunos opositores pensaron, en función de las secuelas de la “guerra” interna en el PJ que se venía una fractura con el consecuente debilitamiento del oficialismo que los favorecería. Pero no; la ausencia de una bajada de líneas por parte de Manzur a los suyos y la prudencia de Jaldo para no seguir alimentando la división interna, evitaron que el oficialismo estallara por los aires. Cautela, supervivencia, necesidad de mantener en orden la tropa, no arriesgar el poder. Fue un poco de todo eso.

Sin embargo, hubo tensiones internas, manzuristas que quisieron aprovechar el resultado y mantener vivo al grupo como espacio de poder interno victorioso, y hasta por ahí se deslizó la posibilidad de construir un manzurismo sin Manzur ante la ausencia del médico, que durante los primeros meses como jefe de Gabinete no dijo nada sobre la interna tucumana ni dio señales de vida por la provincia. Habían peleado por él y el gobernador los abandonó, sin instrucciones y sin un vocero o intérprete de sus intenciones.

Luego, más por necesidad, Manzur y Jaldo hicieron unas tácitas paces, no hubo gestos entre ellos que pudiesen alterar o empeorar la relación que hicieran peligrar la gobernabilidad. Esto último hubiera jugado en favor de la oposición; sin embargo, decidieron trabajar -según se deslizó en los corrillos del peronismo-, cada uno por separado, para tratar de dividir a la oposición. Sea o no sea verdad, lo que se observa es que la oposición no puede estar más enfrentada internamente. Lejos de un acuerdo que los una para pelearle con chances al PJ.

Antes de que Cristina dijera que no será candidata para alterar los nervios en el oficialismo y poner algo de preocupación en la oposición porque pierde a la referente a quien atacar para agrietar el voto, Manzur hizo una jugada para retomar la iniciativa política en Tucumán: realizó un planteo en la Justicia para poder ser candidato a vicegobernador en 2023. La Corte Suprema lo habilitó, aunque la última palabra la puede llegar a tener la Corte de la Nación, a donde llegaron recursos de dirigentes opositores. Con la movida, el jefe de Gabinete pareció reflotar lo que dijeron las urnas en la interna del PJ: el jefe político del espacio soy yo.

Detrás de la resolución favorable del máximo tribunal también se interpretó que a Manzur le daban la chance de elegir al gobernador, cual “Gran Cristina”. Esta sola posibilidad ponía algo de tensión nuevamente la relación con Jaldo, quien tiene listo el traje para ser el candidato a gobernador el año que viene, además de que en el justicialismo ya lo consideran el postulante natural al puesto.

Aunque falta mucho para resolver las candidaturas para los comicios provinciales del 14 de mayo, Manzur no muestra que vaya querer romper la sociedad política con el tranqueño; por el contrario, no dice nada para alimentar esa posibilidad. Tampoco Jaldo muestra nerviosismo frente a la chance, lo que indica que por lo menos hasta ahora las cosas entre ellos andan sobre rieles. Un elemento que viene a ratificar que esa relación está encaminada es la presentación de la lista de autoridades del PJ para la interna partidaria del 18 de febrero. Los nombres son los mismos a los que estaban en todo los cuadros partidarios, sólo hubo un par de cambios menores; situación política que viene a ratificar que no se quiso modificar la actual composición para evitar cualquier disputa menor.

Todo sigue igual en el consejo provincial y en el congreso del PJ. Mayor gesto de unidad -y para tranquilizar a todos-, imposible. De cualquier forma, pese al gesto para mostrar que están encaminados juntos, el consejo estaba 11 a 9 en favor de los manzuristas y el congreso, 60/40, más o menos.

La fórmula del PJ parece que será Jaldo-Manzur. Sin embargo, el “renunciamiento” de Cristina a ser candidata en 2023 no sólo altera el futuro del cristinismo-kirchnerista sino que puede generar nuevos tableros nacionales y provinciales. Los estertores políticos pueden repercutir en Tucumán, hasta en la fórmula del oficialismo. ¿Por qué? Porque crecieron las acciones de Manzur, a quien ya observan, junto a Sergio Massa y a Wado de Pedro como potenciales presidenciables en el Frente de Todos.

O sea, el jefe de Gabinete tiene dos alternativas, la de pelear en el plano nacional y la de integrar el binomio oficialista en la provincia. La movida de la vicepresidenta, saliendo de la ecuación electoral del año entrante, debió haber provocado sonrisas en Manzur, pero también en Jaldo. Si Manzur no se queda en provincia, habrá sólo jaldismo en el peronismo, si es que el PJ gana los comicios locales. Sin embargo, una buena carta de presentación de Manzur para exigir un espacio en la boleta del Gobierno nacional es, por ejemplo, ser candidato a vicegobernador e imponerse en mayo. Como dijimos, eso también dependería de la Corte nacional. Una eventual objeción a su intención, reacomodaría las prioridades de la dupla tucumana. Todavía hay que esperar para ver cómo se acomodan los tableros.

Cristina decidió renunciar al plano electoral, pero no al plano político, sin embargo, es suficiente para que todos en la coalición gobernante comiencen a pergeñar nuevos escenarios para 2023, principalmente viendo qué lugar quieren ocupar y por cuál van a poder pelear para seguir subsistiendo sin la ex jefa de Estado. Porque, indirectamente, las acciones que bajan son la de los muchachos de La Cámpora, porque perderían a la bendicente, y crecerían, por ejemplo, la de los gobernadores que han decidido no descuidar sus territorios distanciando los comicios locales de los nacionales.

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