Le siguen pegando abajo
Le siguen pegando abajo
10 Diciembre 2022

Carlos Fara

Analista político

Cuando se define una estrategia hay que pensar mucho en los imponderables y, en todo caso, se debe imaginar cómo se pueden aprovechar a favor los contratiempos que se presenten. Vamos a meternos en el túnel del tiempo tres meses y medio atrás para ver cómo se concatenaron los hechos:

• 22 de agosto: el fiscal Diego Luciani pide las penas para Cristina Fernández de Kirchner (CFK).

• 22 al 26 de agosto: acampes en la puerta del edificio donde vive Cristina.

• 27 de agosto: el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires pone vallas en la puerta y se producen tumultos.

• 1 de septiembre: atentado contra Cristina.

• 4 de noviembre: acto con la UOM en Pilar.

• 8 de noviembre: fallo de la Suprema Corte contra la definición de los senadores que integrarían el Consejo de la Magistratura.

• 16 de noviembre: el Senado desafía al fallo de la Corte.

• 17 de noviembre: acto en el estadio único de La Plata.

• 6 de diciembre: el tribunal condena a la vicepresidenta de la Nación y ella anuncia que no competirá por ningún cargo en 2023.

Por supuesto que en este lapso de tiempo sucedieron varias cosas importantes como los dos dólares soja, la caída del proyecto de suspender las PASO o la polémica por los planes sociales, etc.

¿Qué pasó en el medio para que la situación evolucionara de “no la toquen a Cristina” y el acampe en la puerta de su edificio a todo o nada, a sugerir que no haya movilización a Comodoro Py el martes pasado? Ocurrió que la profundización de la grieta no estaba funcionando. Pasémoslo en limpio: Ella evidentemente pensaba que una profundización del debate en blanco y negro iba a producir que los K blandos y decepcionados –por ejemplo, los que se quedaron en casa el año pasado en las elecciones- iban a reaccionar frente al ataque del “partido judicial”, dejarían la indiferencia, y así subirían el piso electoral como primera fase para que el Frente vuelva a ser competitivo pese a las torpezas (¿y deslealtades?) de Alberto Fernández y el ajuste económico. Creyó además ver en el atentado una gran oportunidad para volcar sensibilidades olvidadas a favor de la jefa.

Pero siempre hay un pero. Cuando Cristina puso segunda la caja de cambios no reaccionó (y el freno tampoco). Conclusión: el riesgo de estrellarse era mayor. Esto significa que la sociedad, lejos de polarizarse, se mostró sucesivamente incrédula y el viejo truco de la polarización radicalizada no surtió efecto. Alguien debería haberle avisado al comando de la calle Juncal que un señor de cabellos alborotados junta el 20 % de intención de voto. La grieta claramente se estancó en su capacidad convocante hace mucho.

Eso produjo el golpe de timón que se vio en el acto de La Plata: Ella dejó de hablar de Él, se acordó del problema de la seguridad, se vistió de blanco y pidió grandes acuerdos en la Argentina. Otra Cristina, intentando dulcificar su imagen y en un operativo de volver a seducir a ese segmento de votantes K duros, pero que dejaron de serlo. Fue el acto de “La fuerza de la esperanza” (cuyos inconvenientes conceptuales analizamos en este espacio en la nota “La fuerza y la esperanza”).

El punto es que antes de fin de año se iba a conocer el fallo de la causa Vialidad, y eso la iba a obligar a jugar fuerte políticamente. No podía quedarse callada y no podía no subir el volumen de su indignación, más allá de su estado de ánimo interno. Como era lógico, la “crónica de un fallo anunciado” cedió protagonismo al “mi nombre no va a estar en la boleta del 2023. No voy a ser candidata, no voy a tener fueros”. Una jugada fuerte y astuta, aunque debe ser tomada con pinzas. Veamos.

Primero, le quita a la oposición un argumento de corto plazo: necesita fueros. Si bien la situación dista mucho de la de 2015, ella ya transitó dos años (hasta 2017), sin protección legal. Segundo, pone en incertidumbre a propios y extraños respecto de qué hará finalmente, situación que no se develará probablemente en los próximos 6 meses. Tercero, aunque no le crean, pudiese tener un efecto sobre si Macri debe o no ser candidato para ir a una gran final del campeonato mundial contra Ella. Cuarto, todo se convierte en un gran globo de ensayo: ¿cómo reaccionará la opinión pública? ¿qué harán sus fieles e infieles dentro del Frente de Todos?

Vista la reacción de Cristina de lunes y martes, la pregunta central es ¿cuál es realmente su estrategia? ¿por qué se acabaron los acampes en la puerta de su casa y por qué no hubo movilización sugerida el martes 6? Da toda la impresión que estratégicamente chocan sus necesidades personales con una estrategia racionalmente construida que sirva electoralmente. No puede no ser frontal en todo el plano judicial y al mismo tiempo los grupos focales le sugirieron otra cosa, como intentó mostrar en La Plata.

Las estrategias están para alcanzar ciertos objetivos relevantes, no para satisfacer la ira. Retrotrayéndonos unos 100 días para atrás el cuadro resultante para la Vicepresidenta es complicado: no logró polarizar a la opinión pública con la confrontación, no logró encarrilar a Alberto con su poco poder y no logró torcer decisiones judiciales que la involucran personalmente. ¿Se confirma entonces lo que señalamos en esta columna hace un mes atrás respecto a que Ella ya no es la misma de antes y que está atorada por la necesidad de defender su cueva familiar, porque ahora viene la causa Hotesur? Sí, le siguen pegando abajo, parafraseando a Charly.

CFK podría llegar a tener razón en quejarse de que la reacción de sus fieles no fue lo suficientemente firme en la pre y post lectura de la sentencia. Sin embargo, cuando algo falla, la responsabilidad es del que manda. Con este panorama, habría un sinfín de recomendaciones de Sun Tzu que Cristina debería releer. Aquí solamente vamos a detenernos en una: “He oído hablar de operaciones militares que han sido torpes y repentinas, pero nunca he visto a ningún experto en el arte de la guerra que mantuviese la campaña por mucho tiempo”. El cristinismo está embarcado en muchos frentes de larga duración. Los ejércitos se agotan. Finalmente la victoria se aleja.

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