1) Hemos visto un duelo digno de esas historias mundialistas que se transmiten durante décadas. Cuando bajen las pulsaciones tomaremos mayor conciencia del espectáculo que brindaron Argentina y Países Bajos, un atracón de fútbol en estado puro: intenso, con pasajes de buen juego, emocionante por donde se lo mire, “picado” al límite de las bataholas, cruzado por las polémicas, heroico. Un partidazo que duró más de dos horas y se inclinó para el lado de quien más lo había buscado. En los penales no hubo lotería, sino pericia y ese par de manos gigantes con las que “Dibu” teje su telaraña. Y por encima de todo, la figura de Messi.
2) El pasaje de desconcierto que padeció la Selección duró 19 minutos y casi le cuesta el boleto a casa. Hasta los 37’ del segundo tiempo había hecho las cosas a su medida, ganaba 2 a 0 y parecía encarrilar -por fin- una victoria sin sufrimientos. Entonces descontó Weghorst cabeceando solo en el área, en la primera llegada franca de los neerlandeses, y afloraron las dudas. Y si algo faltaba para alimentar ese cóctel era la sed de protagonismo de Mateu Lahoz. Ya habrá un capítulo dedicado al español. El tiempo corrió y corrió hasta el empate. Después, en el suplementario, Argentina recuperó el control de la situación y se desató en los 15’ finales, cuando hizo méritos para evitar los penales. Esa mirada totalizadora explica el por qué de una victoria merecida, aunque conseguida por el camino más escarpado.
3) Con Di María apenas disponible para el ratito decisivo Scaloni se dio el gusto de armar su línea de cinco. El equipo estuvo sólido en el primer tiempo, anulando las vías de ataque de Países Bajos, sabedor de que era cuestión de tiempo para disponer de una oportunidad. Y la inventó Messi, claro, con una asistencia sencillamente increíble, rodeado de rivales, exigido e intuyendo más que mirando la diagonal de Nahuel Molina. La definición del lateral fue magistral por el control y el toque justo cuando Van Dijk le tiraba el camión encima. La segunda parte siguió por el mismo carril, Messi estuvo cerca de aumentar de tiro libre y de inmediato le cometieron penal a Marcos Acuña. El 10 dejó parado a Noppert y daba la impresión de que el juego se había acabado. Argentina dominaba.
4) ¿Qué hizo Van Gaal entonces? Rearmó todo su equipo en pos de una única consigna: llenar el área de centros y de pelotazos. ¿Y la escuela “naranja” del toque, los pases verticales y la dinámica con precisión en velocidad? Bien, gracias. Scaloni ya había movido el banco. De Paul había echado el resto y dijo basta a los 65’, antes del penal convertido por Messi. No está desgarrado, claro, pero sufre a causa de una sobrecarga muscular. Lo reemplazó Paredes, que no terminaba de acomodarse, cometía errores y en un momento despachó un pelotazo contra el banco neerlandés. Fue la primera trifulca de varias. “Cuti” Romero y Acuña, amonestados y con el árbitro soplándoles en la nuca, habían dejado su lugar a Pezzella y a Tagliafico. En ese momento cayó la pelota en el área y Weghorst armó el desparramo.
5) Faltaban ocho minutos, pero la realidad es que se jugaron 19. Las tropas de Van Gaal seguían mandando cascotes, mientras Mateu Lahoz extendía el suplicio. Scaloni hacía señas para que el equipo saliera, Messi pedía la pelota y el público la hora. Esa mano, que venía torcida porque la Selección no terminaba de dormir el partido a su conveniencia, derivó en el tiro libre al borde del área. Hay que estar muy frío, ser muy neerlandés, para ensayar una jugada de laboratorio en semejante circunstancia, para que las piernas respondan con lucidez cuando las miradas suelen nublarse. Y Weghorst, ese al que Messi trató de bobo en su maradoniana declaración pospartido, dejó a “Dibu” en Pampa y la vía. No se podía creer ese empate. Ni los naranjas, para ser sinceros, tenían fe en semejante milagro.
6) Mucho se habló en la previa de los antecedentes (negativos) del tándem Messi-Mateu Lahoz. El capitán terminó la noche pidiéndole a la FIFA que no vuelva a designar “un árbitro como ese”. La tarea del español fue pésima por varias razones, y sin incluir en este apartado la eterna adición que decretó para el segundo tiempo. Mostrador serial de tarjetas amarillas (¡17 en total!) transmitió más nervios que seguridad a los futbolistas con sus cobros demorados, su verborrea interminable, su inexistente personalidad. Messi lo vapuleó en vivo y en directo, los jugadores se peleaban frente a su nariz, llovían los insultos desde los bancos… No es que no haya estado a la altura del partidazo; el partidazo se dio maña para salir aún con su presencia. Sería insólito verlo dirigir de nuevo en este torneo.
7) Mirando la gestualidad, la disposición corporal de los futbolistas antes del inicio del suplementario, daba la sensación de que Países Bajos saldría a comerse los chicos crudos. Y que Argentina estaba demasiado frustrada como para reaccionar. Y fue al revés. Puede que el desgaste que le había demandado ir por la hazaña les hubiera pasado una factura impagable, pero lo cierto es que los naranjas estaban física y mentalmente fundidos. Y la Selección se recuperó para ir al frente, a por todo. Fue lo mejor del equipo, esos 15 minutos decisivos en los que se llevó puesto a Países Bajos y generó cinco situaciones netas de gol. Con el ingreso de Di María por Lisandro Martínez, Scaloni volvió a la línea de cuatro y reforzó la ofensiva. Toda una demostración de cuál era su intención. No pudo ser, un par de salvadas del arquero Noppert fueron de película, y si hacía falta una pizca más de angustia, el palo le dijo no a Enzo Fernández. Cuánta bronca acumulada.
8) Hasta allí algunas aristas, no todas por supuesto, de lo visto en el estadio Luseil. Con un Messi gigante, como lo viene siendo en este Mundial, y un coro de acompañantes más bien afinado, aunque otros solistas no hayan rankeado tan alto. El trío Romero-Otamendi-Lisandro, con Enzo Fernández moviéndose por delante, no había pasado sobresaltos; cuando llegaron los cambios, Pezzella y Paredes no aportaron la misma solidez. De Paul, Mac Allister y Julián Álvarez fueron puro sacrificio y aplicación táctica. Y los laterales, al fin, resultaron clave en ataque: por el golazo de Molina y por el penal que le cometieron a Acuña. Como es habitual, ambos fueron reemplazados.
9) Definen por penales y en las pantallas del estadio se recorta la figura de “Dibu”. Camina hacia el arco mirando al cielo, con el celeste y blanco teñido en la sien y transmitido hasta el infinito. Le toca atajar antes que Noppert y de movida el que lo enfrenta es el gigante Van Dijk. “Dibu” lo deja chiquito y desde allí se construye una certeza: será, final y merecidamente, de Argentina. Messi, Paredes, Montiel y Lautaro completan la faena; a Enzo el disparo se le va por poco. No importa, “Dibu” ya había atajado otro. Es un desenlace epopéyico, ideal para una serie de varios capítulos. Messi, “Dibu”, Scaloni abrazado a su hijo en un llanto de felicidad que conmueve hasta a las piedras, el corazón del equipo entregado en esta lejanísima y exótica Qatar; todos se unen en una celebración que se adivina larguísima. A Weghorst los 15 minutos de fama ya se le agotaron, Van Gaal emprende el camino del retiro con una maldición argentina carcomiéndole el currículum y Mateu Lahoz no tiene más remedio que dar por finalizada la función.
10) Pero nada ha terminado en Doha. Falta nada menos que lo mejor. No restan días, sino horas para el partido que iba a ser contra Brasil y, vaya vaya, terminará jugándose con Croacia. De Paul y Di María siguen en veremos; De Paul dio más de lo esperado, Di María no estaba para más. Messi y su batallón precisan descansar, pero ensayarán un par de parpadeos y ya estarán en la cancha de nuevo. En martes 13 y a las 10 de la noche qatarí. ¿Es que no se puede festejar sin estar pensando ya en lo que viene? Lo sentimos, es un Mundial. Así lo viven quienes siguen en carrera.