“La forma de jugar siempre es la misma”, afirma Lionel Scaloni. El concepto hace referencia a la actitud que pretende para su Selección: un equipo ofensivo, que apuesta a la posesión y trabaja para recuperar rápido la pelota. De mitad de cancha en adelante, desde el primer momento la misión del cuerpo técnico fue desarmar una “messidependencia” consolidada durante más de una década en el equipo argentino. Esta idea fluye o se estanca, dependiendo de la historia que hace a cada partido único e irrepetible. Pero lo que puede cambiar, advierte el entrenador, es el cómo. Ese es el terreno de los dibujos y de las tácticas, matices relacionados con el adversario y con el resultado circunstancial.
Dos veces en lo que va del Mundial Scaloni modificó sobre la marcha la estructura del equipo. Pasó de una tradicional línea de cuatro defensores a la de cinco, con tres zagueros y los laterales bien abiertos. Y en ambos fue cuando el equipo estaba en ventaja. Lo hizo contra México, tras el gol de Messi que abrió el marcador, y lo reiteró contra los australianos a los 5 minutos del complemento, con el partido 1 a 0. En el primer caso el que entró fue “Cuti” Romero, para sumarse a Otamendi y a Lisandro Martínez; en el segundo fue al revés porque Lisandro estaba en el banco y el DT lo mandó al campo para armar el bloque con “Cuti” y Otamendi. En las dos ocasiones sacrificó a un hombre de ofensiva (Di María ante México y “Papu” Gómez frente a Australia).
Esta flexibilidad táctica no ha implicado que el equipo se tire atrás o resigne el ataque. Al contrario; lo que se vio es un aprovechamiento de los espacios. Fue con línea de cinco que Argentina liquidó el pleito con los mexicanos, gol de Enzo Fernández mediante; y fue con línea de cinco que le creó media docena de situaciones de gol a los australianos. Con una media cancha menos superpoblada la Selección le saca el jugo a Messi y crece la participación de los volantes rompiendo líneas. Coincide también con la recta final de partidos que se van ganando, lo que obliga a los rivales a salir mucho más. Scaloni cuenta así con un bloque más nutrido para defender y jugadores veloces que aprovechen el campo libre para lastimar de contra o cuidar la pelota a la espera de que pasen los minutos.
Da la sensación de que a Scaloni le gusta más la línea de cinco, que le aporta esas “sensaciones” que le gusta recibir del equipo. Le soluciona, de paso, el “factor Lisandro Martínez”, un jugador tan bueno que no merece ir al banco. Pero sus titulares, la dupla campeona de la Copa América, son Romero y Otamendi. Con tres zagueros Lisandro encuentra su lugar para cumplir una doble tarea: barrer como el tiempista de excepción que es (la salvada contra los australianos lo demuestra) y proporcionar una salida clarísima desde la precisión que otorga su zurda. Y el otro ítem, claro está, es la liberación con la que pueden adelantarse los laterales, contando con la espalda cubierta.
Lo que está faltando, hablando precisamente de las bandas, es un salto de calidad en las prestaciones. Molina y Acuña están un par de escalones por encima de Montiel y de Tagliafico, y vienen jugando partidos buenos o correctos. De todos modos, lo que necesita la Selección en las instancias decisivas del Mundial es una contribución mucho más sustanciosa. Que quiebren defensas, metan diagonales, tiren los centros justos o triangulen con más determinación. Estos partidos se definen por detalles y son los laterales los que pueden marcar esas diferencias. Los equipos top los tienen y los utilizan. Argentina espera que alcancen ese nivel.
El cuerpo técnico tiene cuatro días para diseñar el plan “anti Países Bajos”, un rival de gran riqueza técnica y, por sobre todo, veloz para atacar. Contra Estados Unidos el que hizo la diferencia fue Dumfries, justamente rompiendo el juego por la banda para asociarse con el talentoso Memphis Depay. Y arriba hay que bancar la fortaleza de Cody Gakpo. Los neerlandeses hilvanan ofensivas rápidas, verticales y con la pelota al ras. La presión que Argentina aplicó contra Polonia, impidiéndole armar plataformas de lanzamiento en el medio, se impone en este duelo de cuartos de final que se adivina parejo. Un 50 y 50… pero con Messi de un lado de la balanza las cuestas se desbalancean.
¿Estará pensando Scaloni en comenzar el partido con la línea de cinco? La posibilidad crece en la medida en que Di María no esté disponible. En ese caso, por delante de los del fondo se mueve el trío de volantes (difícil que desarme De Paul-Enzo-Mac Allister), con Messi suelto y un punta definido (Julián Álvarez, salvo que recurra a devolverle la titularidad a Lautaro Martínez, lo que parece improbable). Es el dibujo -con la rotación de nombres definida por los cambios- que terminó contra mexicanos y australianos. Claro que en caso de estar recuperado Di María la chance es la de mantener el 4-3-3 o 4-4-2, como quiera leerse.
En el búnker de la Universidad de Qatar, durante las prácticas y a cada instante en la que Scaloni conferencia con Aimar, Samuel y Ayala, incondicionales escuderos, terminará de tomar forma la idea. Por lo que vimos hasta aquí, estas variantes tácticas enriquecen el libreto de la Selección y le permiten ser un equipo moderno y flexible. Después, como siempre, la que manda es la pelota y, a su influjo, la magia de lo impredecible.